Fragmentos tecleados en un Samsung A34, durante cuatro días, con el río Paraná de fondo.
Jueves. Día 1
Por los pasillos, contingente de estudiantes para ser policías. Grupos de a tres o cuatro relojean en los puestos las tapas.
Busco data de una escritora y encuentro: “Su literatura ha sido comparada con la obra de Juan Carlos Onetti”.
¿Qué otra cosa se le puede pedir a la vida que un elogio así?
Porque las ventas en las librerías están por el piso, un editor dice que tiene que ir a nuevas ferias para cerrar los números del mes.
Viernes. Día 2
Compañeros editores de Gualeguaychú, vecinos de mi puesto, van a escuchar una mesa de lectura que dan poetas de Concepción del Uruguay.
Juego a pensar que la literatura del sur entrerriano es como la del sur norteamericano.
Escucho por ahí: “Escribir es el amor y es lo justo”.
“Novela policial, suspenso, ficción”, repiten en mantra en un puesto vecino.
“Somos de Colón, acá está la reseña que salió en Clarín”, siguen con el speech.
Otro librero tira: “Se vendió la obra completa firmada por Juanele a quinientos mil pesos”.
Sábado. Día 3
8:45 hs. Pongo la radio en el celular y escucho: “en realidad soy correntino, pero hace un par de años vivo acá”.
9:05 hs. Se repite en la misma radio, como en una escena de El hechizo del tiempo: “en realidad soy correntino, pero hace un par de años vivo acá”.
13:22 hs. Entre las quintas de la feria se acomodan mejor los alias.
15:50 hs. Un cura de sotana negra avanza firme por entre los pasillos.
18:40 hs. Mucha gente. Mate galleta, mate camionero, mate pezuña, en manos.
3:00 hs. Después de la feria, el clásico de pescado en Puerto Sánchez, seguidamente el clásico del pool en el Metrobar.
Domingo. Día 4
A las ocho en punto de la noche del domingo, libreros, editores, trabajadores del libro, aplauden, todos, por las 40 horas y cuatro días de estar feriando literatura.
En el comedor del club Talleres un contador lleva marcando cuántas picadas se sirvieron hasta ahora: 157.179.
Restos de salame y quesos en la tabla.