Lucía Seles es una mujer adulta, chilena, grafómana, romántica, obsesiva, odiosa y orgullosa. Colecciona fotocopias, anillados, biromes, poemas que llama fragments, fotos y etiquetas adhesivas. De a miles. Le gustan mucho las confiterías, las ferreterías, los ferrocarriles, los colectivos, los podcasts, la Pepsi, la guitarra clásica y las camperas. No puede parar de escribir, de recordar, de hacer listas, de vapulear a su novio que la abandona. Tiene experiencia chilena, argentina, de pasión y depresión, de internaciones y plenitudes. Muere y renace ante la belleza instantánea de lo mínimo cotidiano.
Se crea a sí misma en el deslizamiento puro del lenguaje. Su voz poética es un milagro estético. Los objetos y personajes de su mundo son proyecciones de ella misma en múltiples escenarios. Por eso hay tensión entre el horror de lo abstracto y la epifanía de lo concreto. Es ella misma quien se juega en una tarde vacía de domingo, o en una campera azul, o en un paseo por Burger King. Fotos oblicuas de partidos de hockey.
Algo tremendo ocurre en su voz poética. No hay yo. Ese io pronominal no es sólo chileno, es mucho más huidizo. Un fluir puro incompatible con cualquier posible coagulación. Lo mismo ocurre con las incrustaciones inglesas en el español chileno y en el rioplatense. También con los desvíos gramaticales. Letras que saltan, se camuflan, se esconden, o se fugan. Pueden cambiar de un fragment al siguiente. Claro que ningún fragment es idéntico a sí mismo. Muta en cada lectura. No existe la relectura. Palabras vivas, mucho más que las normativas. Es algo ontológico o teológico o trágico luminoso. Too many inevitable en exploraciones que se animan a mirar del otro lado.
Hay elaboración de la identidad que deriva en la imposibilidad de sostener un principio de identidad. Salvo como violencia. El peligro es externo, pero también interno. Por eso capitula en la búsqueda de claridad.
La sintaxis rota de la grafómana es pura ternura. No importa la aspereza del mundo. Hay algo benigno que desborda, un lenguaje del perdón. Se retrae por tanto dolor. La retracción avanza hasta retorcer sus fragments en un idiolecto que para nada es privado. Todo lo contrario. En ese vapor vivimos todos, aunque no lo sepamos o lo disimulemos.
El lenguaje impone tantos límites que desencadena bronca y pudor. Nos resignamos a una violencia estructural que Seles no acepta de ningún modo. Sus fragments son implacables. Dejan que el lenguaje fluya sin atender a un idioma, a las convenciones sintácticas, a la corrección política, a la utilidad del mercado.
La voz poética se desliza perpleja y fascinada en busca de la serenidad, por eso también es Selena serena. El io deslizante. Hockey de mujer es una guía para tratar de vivir en el mundo sin que sus límites aniquilen el intento. Mundo rápido, peligroso, fragmentario, hipnótico, patines palos arcos cascos velocidad. Sobrevivir de alguna manera.
No se trata de un lenguaje común. La voz de Seles habla un Ur-lenguaje, algo primigenio, algo que ocurre en un ámbito previo al artificio civil que necesitamos usar todo el tiempo. Seles trae sus fragments de ese manantial mitológico. Es justo la poesía que necesitamos en épocas oscuras.
La continuidad de su poesía con su cine es asombrosa. Sus videos son poemas audiovisuales de montaje lírico. Este libro y sus películas viven en el mismo mundo. Los escenarios, las ideas, las emociones, la modulación de un lenguaje que habla contra sí mismo. El montaje intenso, saturado, perplejo, melodramático. Hipótesis, se podría encontrar una correspondencia uno a uno entre versos y escenas, entre fragments y objetos o personajes de la pentalogía inconclusa odio desencadenada.
La voz poética de Seles ensambla, fragmenta, se recluye, se recupera, pide que la esquizofrenia sea su aliada. Contra todo, es feliz. Se respeta a sí misma. Hay felicidad. No importa que se enoje consigo misma cada tanto, o que se haga reproches permanentes, o que tenga pensamientos oscuros. Lucía lo dice claramente, lo importante es vivir.
Hockey de mujer es poesía ética, el más pleno oxímoron.
Ritmo y resplandor.
*Texto sobre el libro Hockey de mujer de Lucía Seles (Fadel & Fadel, 2025), publicado en la red social Goodreads
