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¿Acaso alguien piensa en abrir una barbería en Caracas?

A veces me pregunto si la realidad no es más que una elaborada broma de mal gusto, una especie de Slim Shady LP global donde las noticias se suceden con la misma lógica absurda e impredecible que las rimas de Eminem en 1999.  Un disco donde la ironía se mezcla con la tragedia, la provocación con la crítica social, y donde lo grotesco se vuelve norma. Y en esta versión remixada, con un beat de maquinita de cortar pelo de fondo, un toque de historia medieval, un Google en falta, un gato héroe y la despedida de un genio…

Tomemos, por ejemplo, el culebrón interminable de Wanda Nara, Mauro Icardi y L-Gante.  Una novela turca en versión criolla, con la incorporación de la “China” Suárez como ingrediente extra picante. Amores, desamores, infidelidades, reconciliaciones, todo transmitido en vivo y en directo a través de las redes sociales.  Un espectáculo tragicómico que nos mantiene hipnotizados, como si fuéramos incapaces de apartar la mirada del accidente automovilístico en cámara lenta.  ¿Es esto lo que nos interesa como sociedad? ¿El voyeurismo digital como forma de entretenimiento?  Mientras tanto, los barberos afilan sus navajas, porque el pelo sigue creciendo, ajeno a los vaivenes del corazón, y ese poste giratorio con franjas rojas y blancas, herencia de un pasado sangriento, sigue atrayendo clientes como polillas a la luz.

Sí, porque ese poste, ese símbolo tan reconocible de la barbería, tiene una historia que pocos conocen.  En la Edad Media, los barberos no solo cortaban el pelo y afeitaban barbas, sino que también realizaban sangrías y extracciones dentales.  ¡Imaginen!  El mismo que te hacía la barba, te sacaba una muela o te drenaba la sangre “mala”.  Las franjas rojas del poste simbolizan la sangre, mientras que las blancas representan las vendas usadas para detener la hemorragia. Un recordatorio de que la barbería, en su origen, era una profesión mucho más… multifacética.

Mientras tanto, en la arena internacional, Estados Unidos ofrece 25 millones de dólares por la cabeza de Nicolás Maduro.  Una cifra que suena a película de acción, pero que refleja la crudeza de la situación en Venezuela.  Un país sumido en la crisis, con millones de personas huyendo de la pobreza y la represión.  Y mientras el gobierno estadounidense lanza su “oferta”, la comunidad internacional parece observar con indiferencia, como si la vida de un presidente –y la de todo un pueblo– tuviera precio. ¿Acaso alguien piensa en abrir una barbería en Caracas? Quizás un buen corte de pelo y una afeitada al ras, como en los viejos tiempos, sean lo único que calme los nervios en medio del caos.

Y en medio de este panorama global, me encuentro con una noticia que me llama la atención: Colón, Entre Ríos, explota su capacidad turística gracias a los jóvenes.  Una ciudad que supo ser un remanso de paz, ahora se ve invadida por hordas de adolescentes en busca de diversión y desenfreno.  Alcohol, música a todo volumen, y una sensación generalizada de que todo vale.  ¿Es este el futuro del turismo en Argentina? ¿Un hedonismo desenfrenado que deja a su paso una estela de excesos y consecuencias imprevisibles?  Al menos, los jóvenes necesitarán un buen corte de pelo para lucir impecables en sus fotos de Instagram, y las barberías de Colón, con sus postes giratorios, estarán ahí para recibirlos.

Y hablando de excesos, no puedo dejar de mencionar la moda de los “ponzi traders” en Argentina.  Jóvenes que prometen ganancias exorbitantes a través de inversiones “seguras”, pero que en realidad se basan en esquemas piramidales destinados a colapsar.  Una nueva forma de estafa que se aprovecha de la ingenuidad y la desesperación de la gente, en un contexto económico cada vez más complejo. 

Un contexto donde, al parecer, el único trabajo que prospera es ser barbero o convertirse en “emprendedor” vendiendo baratijas chinas compradas en moneybuy.  Eso sí, no olvides documentar tu “éxito” en un videito de TikTok, con un filtro que te haga parecer millonario y un corte de pelo a la última moda, recién salido de una barbería con un flamante poste giratorio.

Pero la frutilla del postre, la noticia que termina de confirmar que vivimos en una simulación absurda, llega desde Corrientes.  Resulta que detuvieron al auto de Google Street View.  Sí, ese vehículo con cámaras que recorre el mundo capturando imágenes para el popular servicio de mapas, fue detenido por la policía correntina. ¿El motivo?  Doble fila, falta de licencia de conducir, ausencia en la app Mi Argentina y, para colmo, ¡ni siquiera tenía matafuegos!  Parece un chiste, pero es real. El gigante tecnológico, con toda su infraestructura y recursos, no pudo evitar que su auto fuera demorado por una infracción de tránsito en una ciudad argentina.

Y en medio de este torbellino de noticias absurdas y tragicómicas, una historia conmueve a la ciudad de Paraná. Un incendio en la calle Alsina destruyó una vivienda, llevándose consigo la vida de varias mascotas.  Pero entre las cenizas, un pequeño milagro: Luis, un gato de 19 años, fue rescatado con vida.  Con graves problemas respiratorios por la inhalación de monóxido de carbono, lucha por su vida en cuidados intensivos.  Su dueño, que lo perdió todo en el incendio, ahora busca desesperadamente una pequeña casa para alquilar y poder cuidar a su fiel compañero. Una historia que nos recuerda que incluso en medio del caos y la tragedia, siempre hay espacio para la esperanza y la solidaridad.

Pero esta semana, la realidad nos golpeó con una noticia que nos dejó un vacío inmenso. David Lynch, el maestro del surrealismo, el creador de mundos oníricos e inquietantes, ha fallecido a los 78 años.  Un enfisema pulmonar, esa enfermedad que le robó el aliento, se lo llevó de este plano, dejando un legado imborrable en la historia del cine.  Desde la perturbadora “Eraserhead” hasta la icónica “Twin Peaks”, pasando por la hipnótica “Mulholland Drive” y la aterciopelada “Blue Velvet”,  Lynch nos sumergió en universos donde la lógica se disuelve y lo extraño se vuelve familiar.  Su partida nos deja huérfanos de su genio, pero sus imágenes, sus personajes y sus historias seguirán habitando nuestros sueños.

En definitiva, el mundo parece haberse convertido en un gigantesco Slim Shady LP.  Un lugar donde la realidad supera la ficción, donde lo absurdo se vuelve cotidiano, y donde la línea entre la comedia y la tragedia se difumina hasta desaparecer.  Y nosotros, como espectadores atónitos, nos preguntamos: ¿qué será lo próximo que nos depare este guion delirante?  Mientras tanto, seguiremos yendo a la barbería, contemplando ese poste giratorio con su historia oculta, scrolleando TikTok, soñando con hacernos ricos vendiendo chucherías online, riéndonos de las desventuras de Google Street View en Corrientes, conmoviéndonos con la historia de Luis, el gato héroe de Paraná y recordando con admiración la obra inmortal de David Lynch.  Porque en la Argentina de Milei, con Wanda Nara, L-Gante, Icardi y la China Suárez, como protagonistas de la gran novela nacional, parece que esa es la única salida.