Hace 8 años, el 10 de abril de 2016 salió ‘2036’, un disco del músico, compositor y productor mendocino Leandro Lacerna. 10 poderosas canciones y una duración total de 10 minutos engloban este trabajo de Leandro, lanzado bajo el sello Micro Discos. Si bien el sello está integrado por múltiples y diversos artistas, todos tienen algo en común, respetan una misma consigna, que se basa en un dogma: la suma de canciones no debe superar los 10 minutos. El fin es revalorizar la escucha de discos, adaptándose a los tiempos digitales que dispone la sociedad en el siglo XXI.
Mediante diferentes recursos narrativos y sonoros, Leandro nos propone un mundo
distópico y futurista, en el que un robot programado para tareas domésticas sufre un fallo
técnico y rompe el protocolo de convivencia humano-robot, e intenta huir luego de
asesinar a su dueño y generar un vínculo afectivo con la esposa de éste. Cuando el temor
social junto al Estatuto Internacional de Humanidad definen que su captura y
desprogramación es urgente y prioritaria para restablecer el orden público, aparece lo realmente interesante: la mirada de un robot ante tópicos tan humanos como lo son el dolor, la muerte, el amor o nada más y nada menos que la noción filosófica de vivir en un planeta en donde ya todo fue nombrado y clasificado.
Pero hay algo más interesante aún: el poder y la razón meramente humana viendo ante sus ojos los imparables frutos de sus propias creaciones e innovaciones tecnológicas. Del mismo modo hoy, 8 años después, podríamos analizar la repercusión año tras año de las Inteligencias Artificiales, y consigo la incipiente necesidad humana tanto de explorarlas/ explotarlas como también de generar protocolos que resguarden y controlen las formas en las que éstas se desarrollan.
Ahora bien, cualquiera pensaría que dicha búsqueda de adaptación de las formas en las que se hacen y se consumen los discos históricamente, delataría algún tipo de posicionamiento ante este nuevo orden digital, poniendo en tela de juicio las estructuras clásicas de representación en pos de mantener presentes a las canciones. Sin embargo, en ‘2036’ vemos cómo la apuesta por nuevos formatos y la crítica hacia un sistema que avanza de manera permanente y desenfrenada pueden convivir perfectamente.
Según el autor, la intención en un principio fue contar una historia, sumergido en la ciencia ficción, buscó plasmar una -metahistoria dentro de la historia- en donde un robot demuestre más humanidad que los propios humanos. Una historia contada de principio a fin, ¿o por qué no mejor agregarle una dosis cinematográfica? Que vaya del fin al principio.
Capítulo a capítulo, o mejor dicho, canción a canción, el universo conceptual que propone el disco va dejando entrever que la música es constantemente atravesada por diferentes lenguajes artísticos como así también por distintas aristas de la vida en sociedad. Si hay algo a destacar de este disco, además de la fuerza de las letras y las interpretaciones de Lacerna, son las logradas atmósferas en las que podemos ver a la canción como un elemento potencialmente interdisciplinar, en el que conviven o
podrían convivir múltiples áreas del arte. El cine, la literatura, y la música se vuelven entonces parte de este corto viaje, en el que no sólo podemos permitirnos escuchar sino también visualizar lo que oímos, con claridad y una buena dosis de síntesis.
Aunque en su momento Leandro consideró este proyecto como un desafío divertido, un juego o tal vez un ejercicio literario, hoy en día reconoce no ser el mayor defensor de los dogmas. Además afirma que hoy cree mucho más en los tiempos en la medida sensorial, en la cuestión física que genera la música en quien la escucha. Saber cuándo terminar una canción pero también saber darle lugar si sentís que tiene que durar más.
¿Adaptarse para sobrevivir o sobrevivir para adaptarse?
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