Se podría hacer una guía de los gigantes, antiguos y hermosos edificios construidos en territorio de la provincia de Entre Ríos. Esos que imponen toda la historia de un país cada minuto en construcción.
En la esquina céntrica de Mitre y 1º de Mayo en Concordia, una belleza de concreto del siglo XX está reconvertido en oficinas municipales (antes, una sala de exposiciones de arte, y antes el Club Progreso); o el increíble y colosal Palacio Arruabarrena de calle Entre Ríos y Ramírez, también en la ciudad del citrus.
Las colosales moles vecinas de Monte Caseros y 25 de Mayo en Paraná: una, donde hoy funciona el Correo Argentino, fue la casa de Urquiza hace 200 años y del Indio Solari hace unos 60 años; y cruzando de vereda, la caja de cemento gris amarronada donde el Nuevo Banco de Entre Ríos tiene sus oficinas financieras. Otras cientos de casonas más podrían sumarse a esta lista de grandezas arquitectónicas de la capital provincial: escuelas, hospitales y oficinas públicas.
Más al sur de la provincia, Concepción del Uruguay con sus demenciales obras del siglo XIX. El Colegio Nacional, las casas donde hoy funcionan museos y bares, todo en el casco céntrico de “La Histórica”. Y unos 25 kilómetros hacia el este, campo adentro, el Palacio San José. Proeza absoluta en toda la Argentina. No me canso de ir a escuchar cada vez que puedo a los guías contar cómo se planeó y ejecutó el asesinato del caudillo Urquiza, cómo se construyó el lago artificial para los paseos del domingo o saber que en el Palacio se servía helado a los invitados.
Hace unos meses, en enero, anduve por Paysandú, Uruguay (fue un día de calor diabólico). Me impactó el centro, construido sobre una gigantesca lomada, tal vez una cuchilla, su calle principal megaempinada y la plaza Constitución con su arquitectura del género fantástico uruguayo, casi idéntica a la Plaza de los 33 Orientales de Salto. Ese súbito momento contemplando el espacio urbano me hizo imaginar una Paysandú que habrá sido una gran metrópolis a mediados del siglo XX, una mini Montevideo.
Y también el cine de la Asociación Italiana de La Paz (emoji triste) o la biblioteca Carlos Mastronardi de Gualeguay (emoji de corazón), donde en el siglo pasado se reunían Juan L. Ortiz, Emma Barrandeguy y Mastronardi a debatir sobre la realidad política del momento.
El desquicio del día a día a veces es como un yunque sobre la cabeza que impide levantar los ojos y contemplar edificios preciosos que hacen imaginar todo lo que pudo haber pasado adentro en otros tiempos.