Barrockero

Sobre La triza en el sueño. 12 poemas a Luca Prodan de Sabrina Usach

“La triza en el sueño” es un libro de la poeta bonaerense y mendocina, Sabrina Usach, publicado por la editorial Caleta Olivia en el año 2022. Incluye un prólogo de Silvio Mattoni (en palabras de Fogwill, el poeta de la paternidad) que nos alumbra la lectura: los doce poemas van acompañados de doce prosas y un epílogo en verso de la autora en el que se ensaya, en forma de pregunta, pero también en forma de reflexión ¿cuál es el lazo entre locura y lenguaje?, ¿cómo hacer soportable la tragedia?, y ¿escribir poemas a partir de la vida y obra de luca? ¿por y para él? Es un libro de poemas, sí, pero su hibridez permite la lectura transversal, casi como si leyéramos una novela; propone Mattoni.

En el epílogo del libro vamos a descubrir una frase bellísima: cabalgar con Luca en la imaginación eso puede salvar. Usach cabalga con este letrista y músico argentino, quien en sus años dorados fue líder de Sumo. Usach es esa mujer atrás de un vidrio empañado que hace señas para hablar, sí, para hablar de ciertas cosas; pero lejos de hacerlo de manera expositiva, dando cuenta de varios hitos de la vida del músico, la fortaleza de Usach (como la fortaleza del Prodan) reside en el lenguaje, su opacidad, su devenir alucinado.

El lenguaje es, entonces, un ritmo iniciático, un viaje espeso de sentidos hilvanados, una búsqueda que se permite fertilizar la lengua; ensancharla. Una vez un amigo me dijo que cuando lee a Usach siente estar leyendo poesía de otro siglo. Estuve de acuerdo. Cuando leo a Usach, sus versos largos, que no entran en las páginas que formatean las editoriales contemporáneas como Caleta Olivia; recuerdo la respiración de Olga Orozco. Y no será solo esta pervivencia de la poesía de largo aliento la que evoque a la maestra del siglo XX, sino un gesto, casi oracular, de dialogar con las almas de artistas que las preceden.

Así como Olga Orozco escribió “Las Muertes” (1952), libro en que ensaya una serie de homenajes a personajes relevantes para ella; Sabrina, en un gesto menos ambicioso pero sin duda también proponiendo un diálogo transtemporal, escribe este libro “La triza en el sueño” en homenaje a Luca Prodan quien se configura como el portador de la voz, de la música, de un lenguaje que descose a todo sistema. El cantante de Sumo, como figura histórica, como antepasado bohemio, como políglota y adicto, como voz del post punk en la Argentina representa no sólo la música de la juventud de los ochenta/noventa, sino una actitud ante la vida. Hay un video que anda circulando por internet en el que un periodista quiso correr a Luca por izquierda y tratarlo de “reventado”, Luca le respondió que fue al mejor colegio de Europa, con el príncipe Carlos de Inglaterra y que habla cuatro idiomas que él no es ningún reventado. La desmesura, sí, será la desmesura de la palabra y de la alucinación: estoy perdiendo nociones como la libertad y la luz

Les propongo que nos detengamos en una imagen: la imagen de una criatura que lame la cara a un niño, para limpiarlo, pero también para esculpirlo y darle forma: mi único ejercicio es lamer el azul de tu frente a ver si se abre en dos la memoria. Dice Anne Doufermantelle en “Elogio del riesgo”, en la entrada Arriesgarse a la palabra que todo lenguaje supone una violencia “el grito, el del niño, aún infans o el del profeta es una impaciencia, un deseo de palabra”. En este libro, nos encontramos con ambas voces, la del niño, que fue Prodan, quien bosteza en el mundo, eso le queda de Dios y debe salir de la placenta que cree nutrirte la percepción con su lenguaje, pero lo envenena; y la del profeta o la voz poética, quien abre su conciencia alucinada, quien sueña que ha despertado sobre el mismo mar con el homenajeado infante, quien asume un rol de cuidado: un niño traído al ojo de la tormenta que hay que sanar y le tenemos fe.

Después, llega el sonido de la voz, el sonido estéreo, la música que hilvana la voz del poeta y del niño: desde algún punto áureo llega el timbre de tu voz al interior del micrófono. El niño que, como señala el epílogo, se convierte en profeta cuando se aparece a los pies de la cama de su madre para decirle que ha muerto. Ese niño padeciente que es Prodan, con su búsqueda que tiene la misma sed con que nacen las piedras blancas en medio de los valles. Como la flor de la amapola que se cierne sobre él y lo asfixia: te pone en su centro niño y luego se cierra adormeciéndote.

Este poemario alucinado, barrockero, como los otros libros de Usach —Muecas de una voz pájara, magnética y nazca— da cuenta de una sensibilidad no sólo espiritual, en ese vínculo que se produce entre la voz lírica (como señala Mattoni) y el homenajeado; sino una sensibilidad con la palabra que como lectora de poesía contemporánea considero una piedra preciosa. Recomiendo enfáticamente su lectura, no solo a quienes atesoran en la memoria  la figura de Prodan; sino también para quienes disfrutan degustar la palabra como quien recibe la picadura del aguijón de una abeja.