Carolina*

Últimos clientes, una mugre bárbara en la mesa trece. Estaba por tirar todo al tacho cuando vio la nota. Separó un pedazo de queso del papel grasiento y leyó a contraluz: Hoy aparecieron acá. Envolvió el papel transparente en otras servilletas y se lo guardó en el bolsillo del delantal. No se acordaba de las caras de la mesa trece. La frase impresa como un fantasma le podía servir para escribir. Transpirada, sucia, no distinguía el olor de su cuerpo de los olores saturados de la cocina que se le habían adherido a la piel. Calor de cuarenta y un grados. Le hubiera gustado darse un baño pero la ducha del bar estaba clausurada para que los clientes no la usaran.

Había pasado un par de veces, las madrugadas de verano transforman a la gente: se daban un baño y salían frescos a tomar más cerveza hasta que saliera el sol. Hubiera sido gracioso de no ser peligroso: se resbalaba alguien descontrolado, la cabeza golpeaba el borde de la bañera y cerraban el bar. Anticipar el descontrol era parte del trabajo en el bar. Ducha clausurada. Esa noche no había parado. Carolina bailaba como una abeja entre las mesas, llevando y trayendo. Al bar lo frecuentaba gente de teatro, músicos, estudiantes de letras. Atenderlos era como ser doble de acción sorteando buenos y malos tratos: gente dormida que había que despertar, desvaríos filosóficos entre borrachos que terminaban a las piñas, recitales improvisados que había que ir orientando a la calma con la llegada del sol de las seis en verano.

Las conversaciones y los clientes le daban ideas para escribir. Carolina tenía una sonrisa fácil, la preferían por eso y por la rapidez para las cuentas. Recibía propinas extra. Lo que no daba dinero no era ocupación, decían en su pueblo. La cantinela. ¿Qué eran esas notas? Repasó las caras de los clientes de la mesa trece. No se acordaba. Mente nublada. ¿Eran las pibas de letras o las que hacían teatro? Bocinazo. ¡Mirá por dónde andás, pelotuda! No hay más onda verde, pajero. La cara del tipo en el volante, los ojos salidos de las órbitas. Le brilló todo el rostro con los gritos. Las luces de la calle iluminaron los restos de saliva que escupió mientras le gritaba y cruzaba Boulevard a mil.

Carolina llegó a su casa, largó todo y se sentó a escribir. Sucia, pegajosa. Después iba a limpiarse, mejor sentir el vaho del cuerpo, la ponía en escena para escribir. Revisó el celular. Audio del pibe con el que tenían onda: desorientado. Cuando volvió a la pantalla, vio que tenía una página y media. Seguiría mañana. Estaba muerta. Se durmió y soñó que encontraba un papel borroneado con un mensaje que no se entendía, pero alcanzaba a ver que terminaba en iero o dinero. Después estaba en una mesa de lectura, contando la anécdota de la nota, con otros escritores. Al despertar no sabía si había soñado o no el mensaje que había leído tres veces: dos en el bar y otra en el sueño.

*Fragmento del libro Acá abajo hay sótanos de Analía Giordanino- Florencia Ordiz (Ed. Contramar). Se puede comprar dando click acá

*Analía Giordanino es de Santa Fe. Publicó Fantasmas (2008, premio provincial de narrativa Alcides Greca en la categoría inéditos) colección Los Premios de Ediciones UNL; La Ripley (EMR, 2018, segundo premio del Concurso Regional de Nouvelle de la Editorial Municipal de Rosario); Nocturna (Diatriba, 2009); Terrícola (Iván Rosado, 2015); Canciones faunas (Libros silvestres, 2016); Dos poemas (Arroyo, 2016); Los impuros (Nudista, 2018); Estampitas (Baltasara, 2020) y Adentro suena nuestra nave (Azogue, 2021), entre otros.

María Florencia Ordiz. Co escribió e interpreto la obra “Pasteleras Pastel” (2010) hizo lo mismo con la obra de terror “Huésped” (2012). Participó en el “Diccionario Enciclopédico de las cosas que nos gustan”. (Libros Silvestres, 2022). Sus poemas forman parte de las antologías: “Quedarse acá” y “Pido la luna brillante” (Traza, colectivo de escritoras feministas, 2020) “Martes verde” (poetas por el Derecho al Aborto) La juntada (Festival Internacional de Poesía joven,2018) Banzai (Encuentros de Escritorxs Jujuy, 2018)
De las plaquetas “Dos poemas”(Ediciones Arroyo, 2019) “Todos somos un poco Michael Myers” (Editorial La susodicha, 2014). Se encuentra finalizando la tecnicatura en Gestión Cultural en la Fcedu UNER.