Desde un comienzo, los desencajes. Una letra de origen portugués es cantada mezclando aquella lengua con el español mientras sobre la pantalla se escribe el título, el mismo título, en inglés. Unos paisajes de Almería simulando ser la frontera entre Estados Unidos y México. Un cortometraje de este año aparentando ser un western, con varias pistolas y ningún celular. La llegada de un director español a la lengua inglesa, ya ensayada en The human voice (2020), cortejada por unos versos que el propio Caetano Veloso tuvo a bien filmar para el afamado español Carlos Saura hará década y media. Los actores mismos, Ethan Hawke y Pedro Pascal, migrados de los dramas contemporáneos para protagonizar un género viejo y perdido a cuyo reparto no llegaron a tiempo. Y el amor, claro, entre un hombre y otro hombre que no debiera estar allí donde está. Almodóvar sumerge un desencaje, un encaje Saint-Laurent, en medio de otros para que podamos preguntarnos, después de todo, cuál es entre tantas la extraña forma de vida. ¿La del corazón como dice la canción? ¿La del desierto? ¿La del romance homosexual o la del destino hetero-normativo que construyeron los personajes el tiempo en que no se veían?
No son las únicas preguntas del film, tampoco las más interesantes. ¿Cómo debo mirarte?, le pregunta Pedro Pascal a Ethan Hawke durante su cena de reencuentro. Es la primera vez que mencionan esa historia de la que hasta entonces solo daban cuenta sus cuerpos, sorprendidos, de volver a verse. Cómo debo mirarte, pregunta Silva a Jake porque el sheriff acaba de quejarse de la manera en que su amigo pone los ojos delante suyo para contemplar su rostro de un modo diferente, desviado a otros géneros. Porque en el modo en que Pascal actúa a Silva se reproducen sobre su rostro y sus parlamentos muchas imágenes femeninas superpuestas. Los reclamos al tender juntos la cama, la queja del sheriff sobre el lenguaje que él usa para hablarle, el gesto desmedido de las mujeres enamoradas: siempre supe que un día cruzaría el desierto para volver a verte.
Las mujeres no están en la película. Una de ellas ha sido asesinada antes que comience y la madre de Joe, el hijo de Silva acusado de asesinarla, no aparece ni por asomo. Solo hay tres muchachas, en México, durante unos recuerdos de viaje y enamoramiento de los protagonistas. Las tres coinciden, simétricamente, con los tres cuerpos jóvenes y atractivos que pululan alrededor de Pascal y Hawke: el ayudante del sheriff, el hijo de Silva destinado a huir, el muchacho de ojos verdes que canta extraña forma de vida tiene mi corazón. Fuera de ellos, los cuerpos de Silva y Jake están solos, entregados a resolver escrituras antiguas del deseo como sus trabajos y sus familiares. Entre medio, pasado y presente pujan en una historia sin futuro. Abandonado como un set de filmación usado, el western no ofrece un más allá, sino el intento de comprender qué podría haber sido y qué nos queda ahora.
Se trata entonces de ensayar posibilidades desconocidas. Como en un ensayo de teatro, los actores se mueven pesadamente alrededor de la filmación. Con un disparo Pascal tenderá sobre su cama el pecho de Hawke y la cámara tomará su geografía inclinada mientras hacen presión en la herida. Con un ardid, Jake y Silva acaban de ganar un poco más de tiempo para ver qué hacer con ellos mismos. Además de extraño, el deseo es aquí indecisión expuesta a las condiciones que encontremos. Cuando los deseos no coinciden con nuestro género o nuestro cuerpo, son comunes las escondidas, las excusas, las trampas. Encontrar los vericuetos para hacer sin decir, encontrar sin mostrar. Si los hijos y el trabajo son las escrituras públicas del deseo para Silva y Jake, el cortometraje explora las escrituras privadas del deseo. La pregunta sería entonces a quién le toca una intimidad, quién la necesita y para qué. Si la intimidad puede ser un don o un castigo, un premio o una sujeción a la ley. Disputar el western, los cuerpos de los actores y la lengua industrial del cine se trata de eso, preguntarse qué se puede mostrar y qué no. Pero también, una pregunta más profunda, que reinscribe a los demás cuando estamos solos. Estoy dispuesto a repetir la escena. Si me pedís que no te mire así, cómo debo mirarte.
*Las capturas son de Kevin.