Este martes nefasto en el Congreso se votó una ley que es como un cover de los 90 y que incluye reformas para la flexibilización laboral, privatizaciones varias, blanqueo de capitales oscuros, eliminación de la moratoria para jubilarse, facultades delegadas (y alteradas) para el presidente, entre otras. Después de un debate que no cambió nada porque nunca cambia nada, una triste banda tributo de diputadxs (con un Menem al frente) le dio media sanción. ¿Y alguien esperaba algo distinto de lxs radicales, algunos peronistxs y del anchísimo pasillo del centro?
Y hablando de un pasillo oscuro como el monotributo, y de monotributristes, mi amigo Esteban, a quien conocí en la Universidad de La Plata en 1998 y con quien marchamos en esos años contra el arancelamiento de la educación pública (y lo volvimos a hacer ahora), me dice que si se aprueba esta ley vamos a pagar unos 35 mil pesos por mes para cobrar nuestros pequeños salarios en nuestros tres o cuatro trabajos precarizados😽. Todo sea por sacar adelante este país lleno de vagxs.
Sip. Volvieron los 90 en la política y un poco en todos lados. Es esa batalla cultural que en La Nación + dicen que van ganando y que ahora se encamina a tener su marco legal a favor de su aparato de poder al servicio del aparato empresarial. Quizás como nunca antes. Este es el experimento que fascina a Tenembaum, somos ratitas de laboratorio de un montón de taradxs son corazón.
Pero tengamos fe, dice otro amigo, la ley de bases para la destrucción nacional tiene que aprobarse ahora en Senadores, que es como el barro del conurbano en el Congreso, donde lxs peronistas, algunx de centro y la izquierda, kukas, progres ambivalentes que tienen todavía un poco de vergüenza y docentes de la cátedra libre Karl Marx, se van a atrincherar, dice mi amigo, con ideas que parecen, un poco, de otra época. Todo eso de reivindicar los derechos de los trabajadores.
En consumo de medios, la vorágine de los canales de stream es como cuando pusieron el cable en los 90, reemplaza a una tele que quedó vieja y democratiza la oferta, en apariencia. Porque en realidad (casi) todos tienen, con excepciones, sí, el mismo discurso hegemónico y son, un poco, como nuevos Tinellis y Pergolinis; modelos de conducta para cada segmento del mercado, un poco caretas, un poco cancheros. Millonarios, jóvenes resplandecientes, privilegiados, que venden marcas con un lenguaje irreverente para pibes y pibas que no tienen nada pero quieren todo.
Y nos reímos, pero ¿de qué?
En moda, el look es un poco Christina Ricci/Alicia Silverstone. Ellos un poco Bill Gates, Silicon Valley, pero también un poco Tom Cruise en Wall Street y algo de Space Jam. Un poco nerd con olor a leche, un poco yuppie pasado de rosca y un poco NBA pasados de chizitos. Fumanchines de departamento en una funmachine. Mientras los genios del comercio internacional hacen sus MTV Cribs desde Miami o un country en Nordelta con un armario lleno de camisas revival Versace y un fajo de dólares en cada mano. ¿Y Balenciaga no era una marca de los 90? Y también volvió el leopardo, mucho leopardo. Y la cultura fitness. Y el new age. Y hasta las camas solares. Una vida espiritual y estética para estar bien por dentro y por fuera.
En comidas, el ceviche es el nuevo sushi. La pizza cualquiera es la pizza slice como en Nueva York pero acá. Cambiamos carritos por foodtrucks, fast food por finger food, patios de comidas por paseos gastronómicos. Veredas de heladerías al sol por pastelerías estilo Mariana. Y en la tele todos comen como Mirtha Legrand. Y Mirtha también sigue comiendo como ella misma en los 90.
No se qué onda los shoppings en otros lados pero en Paraná son un boom, como en los 90. Y también nos encanta Mercado Libre en lugar de los comercios de cercanía, y reemplazamos las galerías comerciales oscuras y deprimentes por la oscura y deprimente Marketplace (pronto volveremos al trueque, sí!).
Nos fascinamos con la IA en el 2024 como en los 90 con los dinosaurios de Jurassic Park y los efectos de Matrix, con Internet, la globalización y el mundo en un click. Los teléfonos celulares. Nos seguimos embobando con las mega estrellas del pop y el deporte y sus vidas tristes en las colinas de Calabazas, Los Ángeles y el fulgor de Las Cañitas. Sus tragedias de merca en bañeras. Queremos la última tecnología cuando no estamos ni en la anteúltima. Vamos rumbo a algo malo que no sabemos qué es, como un nuevo Y2K.
Hay un grupo que se llama Winona Riders y Winona Rider volvió con Stranger Things donde, un poco, empezaron a volver los 90. Hay también un poco de grunge en todos lados. Otra vez los adolescentes usan pulloveres largos y rotos, y son un poco emos, románticos, un poco darks con la idea de huir del pueblo en una noche trágica llena de estrellas, un poco góticos con el sueño del suicidio por amor con un beso de cianuro. ¿Y quién será nuestro Kurt? Calamaros hay un montón pero uno solo hace stand up fascista, que es lo mismo que decir, es un tuitero facho. Da risa, pero no es gracioso.
Y hablando de cancelación, el humor parece de a poco volver a los chistes de putos, como en los 90, y a los varones con peluca y tacos, porque hay un poco de Rompeportones en todos nosotros. Back to basics.
Las conversaciones son más o menos las mismas que en los 90: inflación, intereses, plazos fijos (que ahora son nuestras billeteras virtuales), cierres y despidos, caída del consumo pero a la vez la fantasía del super consumo total, la pérdida de soberanía y la venta de recursos, el cambio climático, el fin del mundo inminente, la dolarización con el espejismo del 1 a 1, cipayismo y colonialismo, las plagas y el Covid 19 como el gran Muro de Berlín caído para el avance final de los ideales del capitalismo pandémico: el éxito económico como el único éxito posible, el individualismo, la meritocracia. El derrumbe del Estado. La comunicación en todas sus formas cubierta por una capa brillosa de frivolidad y grasa.
La velocidad frenética del videoclip de los 90 es hoy la ultramega brevedad de tik tok y los shorts de youtube.
Volvimos a llenar las canchas de padel.
Nuestro Miami ahora es Dubai.
Y acá estamos, indignados por algo nuevo todos los días, como en los 90. Hablemos ahora de cómo terminó. De la vergüenza que nos dio pero ahora ya no tanto, porque la memoria es selectiva. Hablemos del consumo irónico de los 90 con el que un día hicimos una mueca, una pequeña risa y después un guiño hasta cerrar los ojos del todo.
Les comparto una canción que me encanta (es de 1994). Fuerza y ternura para todxs.