Pocos comienzos de álbumes son tan fieles al propio estilo musical que producen. Y son tan rápidos para desnudarse artisticamente. Siete segundos hacen falta para un comienzo cumbiero inolvidable. Eso parece enseñarnos el disco Bien tropical de los Wamaleros, editado en 1991.
La escalera del sonido del fuelle de Tomás Gómez que va subiendo con los primeros acordes para derrumbarse como si fuera un edificio de instrumentos musicales que acompañan el desplome en el piso de la pista de la primera canción, Cielo. Lo primero que se escucha después del atentado musical es la voz de Mario Frutos que dice “siempre arriba”. Como levantándose de la catástrofe musical que acaban de hacer. No sé si catástrofe es la metáfora indicada y quizás se malinterprete. Pero a veces es saludable pedirle una mano a un antónimo para disminuir el entusiasmo que genera un verdadero hecho artístico.
Guamal es un municipio de Colombia, situado en el departamento de Meta, al centro-este de este país. El nombre del grupo hace referencia al país donde nace la cumbia. Hay verdades que se escapan a las interpretaciones humanas. El dolor en el corazón está, como dice Raimondi, y la cumbia nació en Colombia. Punto. No se discute.
Hay guiños internos en la cumbia que se aprenden escuchando cumbia. Cuando el cantante dice la palabra cuero tres veces, a continuación hay un solo de timbales. Lo aprendí solo. No lo leí ni lo escuché en ningún lado. Interpreté que hace referencia al material sobre el cual golpea el percusionista. Me gusta cuando un cantante de cumbia dice eso. Cuero cuero cuero, me emociona. Hay mucho lenguaje interno muy característico dentro del género. Como cantar goza y goza, silbar o nombrar los barrios y los nombres de los músicos dentro de la misma canción.
Las canciones son todas de amor. Como son las canciones de cumbia clásicas. Existen imploraciones celestiales pidiendo a los dioses que interfieran en cuestiones amorosas terrenales. Súplicas poéticas entre un maremoto acordeonístico. Interrogantes amorosos con exigencias egoístas propias del querer. Todo con mucho sabor, silbido y swing. Y amor. Amor. Amor. Amor. Amor.
El deseo que baila entre acordes y golpes. El deseo que goza y goza y que cabalga y que sacude y que vuelve a gozar y a gozar a lo largo de la media hora que dura el disco. Y que si uno nació en la zona del litoral o vivió cerca es imposible no mover alguna parte del cuerpo para seguir el compás. Algo que me pasa en este preciso momento, es que tengo que dejar de teclear para simular pequeños golpecitos en el aire con mis índices. La cumbia se lleva en la sangre.
El género mismo de las canciones de cumbia soporta cualquier cuestionamiento progre e inclusivo. Se dan esos permisos medio injustos y cancelatorios en relación a las mujeres. Hay una canción que se titula “Las mujeres abusan de los hombres”. Nombre insólito y que muestra una sola campana en una relación de a dos. Donde la mujer tendría la culpa de todo. En casi todas las canciones y en todos los géneros, la mujer lleva siempre las de perder y quedar como la mala de la película. En la cumbia, obvio, no es la excepción. Da un poco de risa que en una parte de la canción, que en realidad no se escucha bien (y la letra no está en google) una mujer parecería exclamar “oye fulano a lavar la ropa, oye mengano a cambiar a la bebé, también sultano si tu no planchas, aquí te quedo, me voy con mis padres”. El cantante le da consejos a su público masculino advirtiendo de los posibles problemas que se dan luego del matrimonio. De todas maneras imagino a todo el pueblo moviendo sus pies sobre este dictamen injustificable y prejuicioso.
Todas las canciones del disco son verdaderos clásicos de la cumbia. Canciones que otros conjuntos interpretaron muchísimas veces y que lo volvieron clásico a través del tiempo. Y que Los Wamaleros a su vez interpretan y reversionan con su propio estilo. La cumbia tiene eso. Nunca se sabe quiénes son los primeros intérpretes de los temas. Y es muy difícil encontrar respuestas en cuanto a la génesis de los mismos. Uno tiene la sensación de que es un tema de otro. De lo clásico que son. Los temas son tan clásicos que escapan al mismo dueño de la obra. Se tratan de canciones tan clásicas pero tan clásicas que son propiedad de la gente que las escucha y las baila. Ejemplos claros de esto son las canciones “De ti tuve deseo” y “Cumbia del divorcio” que van finiquitando este hermoso disco. Clásico de clásicos.