Intro
Cuando los perros se herían de muerte en batallas mismísimas del instinto, el territorio, el sexo, que es todo más o menos una misma cosa; los colmillos desgarrando la carne, ingresando oblicuos, desarmando el cuero en un torbellino de patas, gritos, desquicio; instante de la violencia animal, esa que cargamos todos adentro, como un espejo, una ira contenida, una incomprensión, un arrebato, acaso el tiempo… un aroma espeso, pero mentolado, invadía la casa. Papá tomaba el tarro amarillo y esparcía la pasta en las lastimaduras con una suavidad que dejaba el aire inmóvil y ahuyentaba las moscas. Nos explicó que era para que no se abichen porque una vez nos pasó, por descuido, ensimismamiento, o fragilidad interna, que pusieron huevos en la herida, debilitando el corazón. No nos dimos cuenta, hasta que un día, el animal se desplomó en el centro del patio, en estado de descomposición ya; y supimos de la muerte en vida; y supimos la decadencia; y no pudimos hacernos cargo, hasta que nos comieron los gusanos.
Encontrarse en la noche
La noche es el universo de las plegarias.
Pienso en la infinidad de personas que habitaron esta casa;
rezo a Dios que las salve;
cuento las estrellas en la búsqueda infinita
de una luz que nos alcance.
Duermo abrazada al calor de las mañanas,
a la pregunta acallándose entre los sesos.
Las piernas arrolladas contra una pared de quejidos,
las mariposas nacen de ellas como una boca que se abre desmedida,
buscando oxígeno.
La noche se agrieta a cada bocanada;
hay un monstruo debajo de la cama;
hay un cielo enmudecido debajo de mis párpados.
Murmuro las plegarias una y otra vez;
el universo gira
se expande a toda velocidad;
las vidas me golpean todas juntas
trastabillan, se amontonan, se atolondran, se besan, se odian
y no puedo seguir el ritmo de esos viajes…
las estrellas estallan en un conglomerado de energías
cambian sus colores, sus aromas
como si la muerte las uniera para siempre,
como si se aceptaran en ese silencio que nos acosa.
Tantas vidas.
Tantas.
Siento la cabeza rodando como un melón que cae,
entonces busco un punto fijo en la pared,
recreo todas las soledades, el sexo, el llanto, las voces taciturnas, envolventes…
las siento penetrar en la piel delgadísima de tanta fricción, de tanto daño
mientras todas ellas avanzan por fuera de estas paredes
y se escurren
una vez más
por las rejillas del baño.
Ahora rezan por mí
mis habitantes desmedidas.
Retomar la cosa herida
Recuerdo el río
mi río
esa bruma deshecha en el aire…
Los colores anticipándose a la mañana,
un espectro abismal
equiparándose a Dios.
Revolvíamos la tierra rojiza
de las barrancas en la costa,
agradecidos
y el fuego y las sombras luchaban entre sí
como lo hace el pez que no quiere morir.
Ahora está el ángel posándose al borde de la luz
que cae sobre un plato de sopa
en la habitación de mi padre,
y los botes esperan suspensos
porque todo es demasiado inconmensurable…
Entonces hay que sentarse un momento
sobre la orilla,
acariciar el lomo flaco de algún perro
y mirar los ritmos del agua apaciguarse bajo el juncal
con las raíces peladas
pujando un horizonte
acaso nada.
*Curabichera es el primer trabajo literario de Sofía Arnaudín Guerrero. Está compuesto por 22 poemas y cuenta con ilustraciones de la artista visual Kaia Edling. El diseño es de Martín Pérez Campos.
*Sobre Sofía: Nació en Paraná en el otoño de 1994. De visita en Gualeguay desde entonces. Comunicadora. Periodista. Ha publicado poemas en Revista Barriletes y Diario El Día de Gualeguay. Forma parte de la Antología Jardín 100 poemas de 100 poetas argentinos, publicada por Proyecto Camalote (2021); y de la antología digital del Premio Literario Juan L. Ortiz edición 2021. Ha participado de la Feria del Libro Paraná Lee (edición 2021 – 2022) como moderadora de charlas con reconocidos escritores.
*El poemario se puede adquirir a través de las redes sociales Instagram Sofiaarnaudín FB Sofía Arnaudín