El amor que no pudo ser, la revolución que no se hizo.

s02e11

En YouTube Music suena “Aún soy un romántico” de Leo Mattioli. Y a un par de centimetros tengo un libro de tapa verde tirando amarillo que se llama Los espantos, Estética y postdictadura de Silvia Schwarzböck.  

Me lo recomendó El sabio loco. Todavía lo veo sacándolo de la mochi y agitándolo en el aire diciendome “te vengo a tirar el libro que están leyendo muchos, esto es data copada, amigo”. El sabio me comparte muchos autores y libros.

Al sabio loco le debo mucho. Él me nombró por primera vez a Jorge Abelardo Ramos, me recomendó que leyera sí o sí Vagones que transportan humo de Urdampilleta o al filósofo Derek Parfit. No me alcanzaría y los aburriría mucho de nombrar poetas, que gracias a él y sus traducciones, conocí. Yo no soy nadie, pero sé que sería mucho menos, sin sus recomendaciones literarias.

Los espantos es un libro difícil, es filosofía. Machacador de esos que tenés que volver y volver sobre lo mismo varias veces. Y encima seguís quedando con la duda. Lo leo antes de acostarme, después que llego del trabajo y me tiro una siesta o apenas me levanto con el primer mate de la mañana. Lo llevo en la mochila al trabajo aunque no lo lea. Lo saco y lo dejo sobre la pila de libros que tengo en la mesa de luz para no olvidarme de él.

Parte de la tesis de que el pensamiento de la derecha triunfó como verdad. Que Montoneros en los 70’ intentó una revolución que ningún pueblo le pidió que haga. Ahí entra la palabrita estética (Deleuze), como idealización romántica, imaginación. Acá habla de la no verdad. Una doble negación al mejor estilo Hegel o Lacan.

Montoneros no hace ninguna revolución, representando a un pueblo irrepresentable, basado en una propia idea de no-verdad, muy interesante. 

Yo sigo escuchando al Leo Mattioli, al león 🦁 santafesino, último romántico. Que canta 

“Ser un romántico
Quizás te de vergüenza
De que se rían aquellos
Que perdieron y tienen miedo de empezar
Yo me creía un Don Juan
Y perdí la cabeza
Muchas veces por aquellas
Por una noche de cama y me dejaron volar”

Entonces me pregunto. A la mitad del camino de la vida en el medio de esta selva oscura-estética Deleuzeana que plantea Silvia. ¿Está bien ser un romántico? ¿Al estilo Montoneros como canta Leo Mattioli? Solo apoyemos los fierros sobre la transpiración de las sábanas ¿Perdimos la batalla en el amor de la misma manera que perdimos la posibilidad de imaginar una revolución socialista? ¿Dónde quedó la energía para cambiar las cosas? ¿Solo nos queda fuerza, de la poca y gastada en el trabajo, para levantar pesas en un gimnasio o las piernas en pilates dos veces por semana?

Borges diría que el amor (Leo Mattioli) y yo pienso ahí la revolución socialista (Montoneros) es la ansiedad, el alivio de oír la voz (el mensajito de Whatsapp) del ser amado o del pueblo en el caso de Montoneros. ¿Esta bien esa espera y la memoria, ese horror de vivir en lo sucesivo? El amor que no pudo ser, la revolución que no se hizo.

¿Lo romántico y lo revolucionario tendrán algún parentezco etimológico? ¿Pura idealización? ¿Dejamos de lado lo romántico (salvo el León santafesino como el último) porque dejamos de lado lo revolucionario (Montoneros)?

¿Importa si el pueblo quiere o no la revolución?¿El pueblo es sabio o es pura verdad de la derecha no-romántica y por ende anti-revolucionaria?

Mucha de la gente que conozco sueña con la revolución socialista, con la idea de un mundo mejor. Más equitativamente distribuido, donde todos tengan las mismas posibilidades de crecimiento social. ¿No es esa misma gente la que baila los temas más románticos que existen mientras pasa el estropajo en la cocina los sábados de mañana?¿Por qué se consideran románticos para bailar pero no anhelan la revolución socialista para cambiar las cosas?

La derecha nos vendió canciones con las que nos entretenemos mientras limpiamos. La derecha nos vendió libros que explican doctrinas con las que regimos nuestras vidas monótonas y anodinas. De neuróticos sabelotodos por estados o historias en redes. Palabrerio absoluto que empujamos con fuerza a la cabeza pero que después dudamos hasta para cruzar una esquina y lo único que hacemos firmemente seguros y convencidos es refugiarnos en un trabajo para pagar todo lo que debemos.

Pero sigamos con el broli de Silvia. Habla muchísimo citando autores, casi todos del palo de la poesía, Rubio, Gambarotta, Fogwill, para decir que no existe la filosofía en la Argentina, sino es en su vasta literatura. 

El libro ensaya que en nuestra nación nunca se toma al trasfondo de los poderes oscuros de las artimañas norteamericanas como los verdaderos autores intelectuales de los crímenes atroces de la dictadura militar –no cívico militar– como la nombraba Quique Fogwill. Y por el contrario siempre se culpabilizó al poder del estado como único responsables de los crímenes atroces de lesa humanidad, nombrando a la dictadura como cívil.

Lo cúal me despertó el interrogante de por qué Néstor habla solo sobre los dictadores militares (Videla, Galtieri, Viola y Bignone)  delante del ejército argentino en el año 2006 pasándose por alto el poder del hampa de Norteamérica y su ejecución macabra sobre toda latinoamérica en la década del 70’. Ustedes podrán decir que estaba frente al poder de las fuerzas del Ejército Argentino. Y que no tiene nada que ver con las aves de rapiña del norte. Yo les diría que sí que tienen razón, peeeerooo era el presidente y cuando habla el jefe del estado mayor les habla a todos los argentinos. Existen informes norteamericanos sobre la preparación del golpe militar que anunciaban una represión sin precedentes para todos los argentinos.

Entiendo de todas maneras que no existe ningún cuadro de Blaquier para bajar de ningún lado. Como acto simbólico de cara a la sociedad. Por eso Videla muere pidiendo papel de biblia para limpiarse el culo en el calefón (el que las hace las paga) y Carlos Pedro Blaquier (Ledesma, Caña de Azúcar) murió tranqui piola recién en marzo de 2023 y dejó una herencia de US$ 490 millones (datos de julio de 2020) y sus herederos siguen con la única birome que existe, redactando leyes y libros gordos de petete, que el payaso que tenemos de presidente ejecuta a costa del hambre del pueblo destrozado.

Es lo que dice Grabois, MiFakei es un Prime con tachas que recubre el falo de los grandes grupos económicos nazionales en connivencia con el FMI y los buitres de Larry Finn y sus alas ficticias de BlackRock.

Nosotros somos más, wachos. Cuándo lo vamos a entender. Encima no tienen ni cuero. ¿Nosotres tendremos?

Lo que entiendo del libro de Silvia es esa maldita culpa que todo cargue sobre nosotros (el estado) y no estamos viendo, en una verdadera perspectiva, el trasfondo de la trampa enorme, lo que está pasando ahora digamos. Donde solo se culpabiliza al voto bronca de un pobre pueblo hambreado los designios nefastos del demonio de Javier Gerardo MiFakei. 

Lo que pasa ahora con la serie Narcos de Netflix en Rosario. Y la propaganda ficticia por parte de Patricia Bullrock. Tocando en vivo un concierto con bukele por todos los canales. No digo que no esté sucediendo. Solo pienso en la vigencia de los tarifazos y las arcas que se están llevando el poder financiero mientras nos entretienen con la violencia ¿Cómo hacemos para resistir ante este tremendo avance por todos los frentes, por donde nos come terreno, real y de realidad, la ultraderecha?

Por eso el libro es interesantísimo en este punto crucial. Porque si no entendemos, de una vez y para siempre, la campaña financiera, vamos a estar culpando al pobre pibe de Rappi y su mochila roja, que es solo una víctima o una lucecita más, de la idea de derecha, que triunfó por goleada. 

Creo que hasta acá estuvo bien

nos vimos el próximo miércoles.