El asombro de los días

XI

La noche parpadea.

Es una fuente de idiomas desconocidos.

Una correntada de luces y de bufidos anónimos.

Alguien reza mientras se descosen las aguas.

Alguien sostiene de pie la estampida del aire.

Somos un ánfora sedienta.

Crece en el bochinche de los patios

un augurio secreto inapresable

que sabremos de algún modo

nombrar en el filo de la palabra

en un instante humano

humildísimo

de criaturas difusas y miedosas

atadas a un tiempo que apenas existe.

XIV

La luz del mediodía le da de lleno

y el río fulgura

como si estuviera hecho de una sustancia

parecida al relámpago

XV

¿Quién dijo así está bien

así

no?

¿Quién sostiene un cuerpo atravesado

por un vendaval una tormenta que deja

todo roto y desordenado y lleno de agua?

¿Y si todavía hay más por seguir abriendo cuando el cuerpo

pensaba que no le cabía /más lastimadura

lo zurcido lo hilvanado lo suturado con la precisión justa

sin amor

con la precisión necesaria para contener dentro del cuerpo lo

que aún le es propio?

¿Quién sostiene al cuerpo sin cría una vez que esta pasa a

ser otro cuerpo

como si hubiera desovado y ahora

encontrara la orfandad como única piel posible?

¿Quién dice esto sí pero esto

no

en una ceremonia que consiste en no dejar a la mamífera

lamerse la sangre

comerse la placenta

amamantar a la cría con el cuero sin lavar

así

de roto y satisfecho empapado

en la púrpura celebración de la carne?

¿Quién dice que el cuerpo es un animal de costumbre?

¿Quién dice que el cuerpo no es

una patria de fronteras marcadas por el olfato y la gula

y cuyo idioma

escribe en el aire los signos que no puede inventar la muerte

ni la inmemoria

y cuyo idioma

escribe en la tierra los signos más antiguos de la sangre

que son

los de la ternura

que son

los del amor como una fragua?

XIX

Hay una parte del patio

en la que siempre crecen hongos.

El sol apenas entibia el barro.

No alcanza a curar lo húmedo.

La humedad no se cura:

no sé si es un problema

o un milagro

LVII

El asombro es una planta que trepa

y puebla los días.

Te miro desde diferentes lugares de la casa

desde ángulos distintos.

La sombrita suave sobre tu labio superior

es un presagio y una certeza.

LVIII

A veces hacés tanto silencio que me asusto.

Temo. Imagino.

Después me paro en medio de ese silencio y te espero.

Siempre un gesto de ternura te despierta.

Temo. Imagino. No será así siempre.

Vuelvo a nacer, por ahora.

Trastabillamos.

Ni vos ni yo sabemos

qué hacer con la adolescencia

Fragmentos de El asombro de los días, premio Fray Mocho Poesía