Desde su publicación original en 1957, El Eternauta se convirtió en una obra cumbre de la historieta argentina, un relato que transformó una catástrofe silenciosa –la nevada mortal– en “símbolo eterno de la resistencia humana”. Escrita en la postguerra y vísperas de la Guerra Fría, la obra de Héctor G. Oesterheld (guion) y Francisco Solano López (dibujos) trascendió el género de ciencia ficción para convertirse en un mito literario que aludía, sin nombrarlos, a los “males” de su tiempo. Su héroe no era un individuo poderoso, sino personas comunes que luchaban codo a codo para sobrevivir. La adaptación de Netflix estrenada en abril de 2025 –dirigida por Bruno Stagnaro y protagonizada por Ricardo Darín– recoge este legado fundamental pero lo traslada al presente, recreando la trama en una Buenos Aires contemporánea. La serie funciona reinterpreta el viaje del eterno viajero no solo como aventura fantástica, sino como “un emblema de la solidaridad colectiva” que sigue resonando en las tensiones sociales y políticas actuales…tan actuales que es palpable el enojo de los adeptos al gobierno libertario. Y es tal vez por esto que la historia no pierde vigor porque puede ser leida desde una postura de izquierda del siguiente modo: la invasión es lo que nos toca vivir (endeudamiento con el FMI, el rol de las potencias imperialistas y los entreguistas que tan bien conocemos entre otros matices negativos).
En lo narrativo, ambas versiones comparten lo esencial: una nevada letal de origen extraterrestre cae sobre Buenos Aires y un pequeño grupo de sobrevivientes –liderado por Juan Salvo– combate la invasión con ingenio y unidad. El comienzo de la historia –una velada de truco entre Juan Salvo, su esposa Elena, Favalli y otros amigos– es reconocible en ambas obras, pero la serie introduce importantes modificaciones. El primer episodio de Netflix describe esa noche con algo que no sucedió en la historieta (mostrando a un grupo de amigas navegando en un velero cuando cae la nieve) para indicarnos que esta versión se atreve a innovar, a causar una reacción al lector purista y celoso del guion original. Tras esta escena, la narrativa regresa al tramo más fiel: los personajes construyen un traje aislante utilizando el ingenio y los recursos disponibles y descubren que la amenaza viene del cielo. Sin embargo, a partir del capítulo dos la serie se desarrolla con peripecias nuevas –tensiones entre sobrevivientes, la paranoia del otro– que no están en la historieta original.

Los personajes sufren cambios notables. El cómic de 1957 centraba el relato en cuatro hombres –Juan Salvo, Favalli, Lucas y Polsky– con muy pocas mujeres, quienes apenas cumplían roles alejados del protagonismo. La serie amplía este reparto: además de los amigos originales (en la serie son ya cinco con el agregado de Omar) aparecen varias protagonistas femeninas activas. Elena (Carla Peterson) dejó de ser la ama de casa tradicional para convertirse en médica con iniciativa; en el guion original ella casi no salía de casa, pero en Netflix participa en la resistencia y toma decisiones importantes. Asimismo, aparecen otros personajes nuevos como Inga (Delivery) o Pecas que amplían la mirada sobre la comunidad superviviente. El propio Juan Salvo fue envejecido (Ricardo Darín tiene 68 años en la serie), para convertir a su grupo de amigos en sexagenarios aún útiles y reivindicar a los mayores en una época obsesionada con la juventud. El tano Favalli menciona que “lo viejo funciona” en referencia a los vehículos y maquinas antiguas pero que bien puede ser una frase que tranquilamente podría ser dirigida a un personaje nefasto como Patricia Bullrich quien se ensaña en reprimir a los jubilados, minimizando su protagonismo en la vida activa y la legitimidad del reclamo de los adultos mayores. A pesar de estas diferencias, la esencia del relato persiste: la trama sigue girando en torno a la necesidad de que el grupo actúe unido frente a los invasores, reflejando –como señaló Oesterheld– que “el héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano”.

Las divergencias entre historieta y serie son aún más visibles en lo visual y ambiental. La obra original, dibujada en blanco y negro por Solano López, capturaba la Buenos Aires de finales de los años 50 con trazos sombríos y claustrofóbicos; la serie, en cambio, usa colores y efectos digitales para retratar una ciudad asediada. En la pantalla, el Buenos Aires de hoy con supermercados chinos, apps de delivery y cacerolazos convive con ruinas apocalípticas; ese contraste entre lo cotidiano y lo perturbador potencia la tensión de la historia.
La dimensión política de El Eternauta es uno de los ejes más estudiados de la obra. En la historieta de 1957 Oesterheld ofreció una parábola sobre la lucha antiimperialista en un contexto nacionalista: los “Ellos” invasores pueden verse como metáfora de imperios extranjeros, pero también evocan al poder opresor. En ambos formatos, la resistencia es la protagonista. Como explica el propio Oesterheld en 1975, su historia demostró que “el único héroe válido es el héroe colectivo”. Tanto la historieta como la serie subrayan que la salvación colectiva depende de la organización y la solidaridad, no de un individuo excepcional. De hecho, los personajes deben aliarse con la institución militar disponible para defender la patria: en el original los héroes llegan a trabajar con el Ejército argentino contra el invasor, mientras que la serie destaca que Juan Salvo es un excombatiente de Malvinas y un francotirador experimentado, lo que explica su pericia con las armas y su trauma respecto a la violencia.
Aun así, cada versión matiza el mensaje político a su manera. El Eternauta original se escribía bajo un régimen autoritario (como ahora), pero Oesterheld inventa un escenario donde “el pueblo” y las fuerzas armadas se enfrentan unidos al invasor. En cambio, la serie de 2025 sitúa la crisis en una democracia moderna, donde la amenaza es difusa. Casi no hay discursos de propaganda ni banderas visibles; el poder central aparece borroso y la resistencia se organiza desde los barrios espontáneamente, a pura supervivencia. Esa reivindicación del nosotros frente al “yo me salvo total vos te jodes” funciona como un acto de denuncia: la historia original ya denunciaba la explotación de unos seres vivos (los humanos) para el beneficio de un orden de poder, y la serie actualiza esa denuncia al mostrar cómo, incluso tras una catástrofe contemporánea, la única defensa es la organización comunitaria y la rebeldía colectiva.

Los cambios narrativos y políticos dialogan directamente con la coyuntura de la Argentina de 2025. Al relocalizar la trama en el presente, la serie incorpora elementos reconocibles: aludes tecnológicos y urbanos (barrio de Buenos Aires con apps de reparto, corte de electricidad) dan sensación de inmediatez, y los conflictos íntimos –temas de la vejez, la mujer trabajadora, la memoria de Malvinas– resuenan con debates contemporáneos. Como destaca Página 12, la mezcla de “ficción histórica y realidad inmediata” le otorga al relato “una capa adicional de pertinencia”. La serie también recupera los medios masivos y la vigilancia: en un final revelador aparecen estaciones de televisión y una inteligencia alienígena que manipula a la audiencia, algo no tan ajeno a la realidad actual con periodistas ensobrados y medios a disposición del discurso oficialista y represor. Así, aunque El Eternauta transcurre en un escenario fantástico, cada ingrediente –la escasez de suministros, la desconfianza social, la celebración o el saqueo de barricadas– remite a problemáticas locales actuales, ya sea la precariedad urbana, el individualismo exacerbado o la disputa política por la “calle” y la protesta pública.
Además, la llegada global de la serie exhibe un orgullo cultural: en tiempos de narrativas uniformes, Netflix apostó por una historia en español con fuerte identidad argentina. Su éxito internacional refuerza la vigencia de la obra original y su “potencial para conectar con públicos diversos”. En España, Italia o México el público ha descubierto con sorpresa que la ciencia ficción puede tener raíces rioplatenses, y ha confirmado lo que siempre supimos en Argentina: que El Eternauta ofrece una historia inusitada al ubicar la “lucha contra un monstruo extraterrestre en calles y avenidas” reconocibles. En suma, la serie no sólo adapta una historieta de fines de los 50, sino que activa debates sobre la memoria histórica (el legado de Oesterheld, militante montonero desaparecido) y las tensiones actuales: la mayor parte del público argento se pregunta si el miedo, el aislamiento y la solidaridad retratados en pantalla no son metáforas de su propio presente.
A más de seis décadas de su creación, El Eternauta sigue siendo una obra de memoria, resistencia y denuncia. La historieta original alumbró el camino de la historieta argentina hacia la conciencia colectiva, enseñándonos que nadie puede salvarse solo cuando la catástrofe amenaza. La serie de 2025 –con cambios de época, personajes y estilo– hace lo mismo para una nueva generación. Al reinterpretar la historia en nuestros días, pone en primer plano la urgencia de la solidaridad comunitaria y la capacidad de resistir las adversidades mediante la organización. En tiempos de aislamiento y confrontación, su mensaje cobra renovada vigencia: El Eternauta reaparece como advertencia sobre el rumbo de nuestra sociedad, reforzando la idea de que la única salida frente a cualquier “invasión” (real o simbólica) es la acción colectiva. Así, tanto la historieta de Oesterheld/Solano Lopez como la serie contemporánea recuerdan la importancia de la memoria histórica para resistir las tentaciones del poder autoritario (y transitorio) y para denunciar los males que, una vez más, acechan en forma de silencio asolador.
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*Las ilustraciones son originales de Leo Ramone.
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