El FAPH2: la poesía como interés público

1. Algo pasa en el barrio    

Quizás cuando una actividad se ha repetido varias veces, puede vivirse cada experiencia en sí misma, pero nosotros, que estuvimos en el primer FAPH, que vimos concebirse y desarrollarse el segundo, estábamos a la vez en tres tiempos. Lo que había sucedido en 2022, en lo que era un país muy distinto a este, era el punto de referencia inesquivable para todo lo que pasaba ahora. Así, sumidos en esa temporalidad palpable, atravesamos el fin de semana en Hurlingham, en un ámbito extraño donde se ponía en el centro de la atención, a todas horas, dentro y fuera del festival, lo que puede activar una voz, un ritmo, una materia textual en un contexto determinado.

Durante dos días, el CC Leopoldo Marechal de Villa Tesei fue el punto de encuentro de lectores, poetas y editores, que se reunieron en torno al II Festival Americano de Poesía en Hurlingham. Como en 2022, hubo una curada selección de poetas, performers y editoriales de distintos puntos del continente. Como entonces, fue organizado por el área de Cultura del Municipio, en conjunto con el comité editorial de la revista Rapallo. Hurlingham tiene un vínculo especial con la poesía, no por su tradición de festivales, que recién empieza, sino por el origen de sus cuadros políticos. Roque Dalton escribió: “Yo llegué a la revolución por la vía de la poesía”; por esa misma vía, acá se llegó a la militancia.

Este año el festival se destacó por la convergencia de lenguas, con varios invitados de Brasil, algunos de la Triple Frontera, otra de Brasilia, y una neoyorquina bilingüe, hija de hondureños. De hecho, buena parte de los invitados pudieron llegar gracias al apoyo de la Universidad Federal de Integración Latinoamericana (UNILA), creada por Lula en 2010, estratégicamente en el límite con Argentina y Paraguay. El festival no se reduce a lo que sucede de cara a los espectadores, al aporte específico de los participantes. Parte de la experiencia pasa por las charlas de pasillo (en este caso, pasillo y parque) y la convivencia efímera e intensa de una comunidad que dura lo mismo que el festival.

Las tres noches, después de las actividades, la cosa sigue, entre amigos y desconocidos, todos poetas, ya en el bar Continuum de Hurlingham, ya en una fiesta de cumpleaños, oportunamente musicalizada por Isaac Castro, otro de los poetas locales que integró el FAPH. El sábado a la madrugada, I Acevedo, que estuvo desde temprano, que leyó un texto escrito especialmente para la ocasión, va a terminar corriendo con Facundo Ruiz el último tren a Capital. No van a llegar.  

2. Primeras impresiones

Caen las editoriales el primer día. Van acomodando los libros a lo largo del pasillo. Miro con deseo algunos tomos de obras completas (Giannuzzi), con curiosidad otros que no leí nunca (Barrandéguy). Apenas empieza, me llevo unos libros que me faltaban de Leónidas Lamborghini y que Paradiso reeditó hace poco. Se empieza a poblar el hall y el pasillo, el parque. La cosa va ganando realidad. De repente, somos algunos locales y varios que vienen de Caba, de Martín Coronado, de Bella Vista, de Tigre, de San Salvador de Jujuy. Algunos por primera vez.

Pienso en el momento en que insinué, a principios de año, la posibilidad de hacer un segundo festival. Milei recién asumía. La gestión municipal también y aún trataba de diagnosticar la situación. “Primero vamos a resolver cómo hacemos para pagar la nafta de los patrulleros”. Por supuesto, ese orden de prioridades es deseable, pero en otro contexto, hubiese significado una negativa rotunda. Acá, saldadas las urgencias, y habiendo avanzado con políticas de contención ante el desastre económico y social que se gesta a nivel nacional, la poesía pasó a ser de interés público. Una decisión que no responde a una necesidad lógica, sino a la decisión política de que se produzca una discusión, entendiendo que la poesía tiene algo que decir.

3. Operación América

Desde su concepción, el FAPH propone una indagación sobre el territorio. Territorial es la reflexión acerca de América (¿cuánto mide?, ¿cómo la nombramos?, ¿campo de qué batallas es?). Pero ya su puesta en escena opera sobre el territorio inmediato, en tanto que pone a Hurlingham en el mismo juego que otras ciudades de larga tradición en el tema, como Bahía Blanca y Rosario.

La cuestión americana está planteada desde la apertura, a cargo de Facundo Ruiz (Buenos Aires) y Tatiana Nascimento (Brasilia), quienes dialogan, sin una lengua común y sin intérprete, sobre poesía, política y territorio. La voz suave y pausada de Tatiana nos ayuda a seguir la charla. De entrada, el FAPH encara el problema de las lenguas, constitutivo de nuestra América no solo por su variedad (luego, otros participantes aportarán inglés, spanglish y portuñol al mapa) sino por su carácter histórico: español y portugués entendidas como lenguas instaladas en el continente a sangre y biblia. Pero es menos un tema de reflexión que un rasgo evidente que se elige no esquivar en la medida en que nos constituye.

También Selci va a referirse a la cuestión cuando le toque hablar. Dirá, reformulando el título de un ensayo suyo de otra época: los festivales no tienen amigos. Dirá: “No es solamente invitarlos a leer o a escuchar lo que tienen para decir en una mesa redonda, sino que son invitados a una hipótesis: es la hipótesis de que existe algo como una poesía americana”. Leernos y escucharnos, no como poetas de un territorio acotado, sino como poetas de América. Especificará Facundo, hacia el final de su intervención, las coordenadas posibles: “Pienso que la comunidad de partida es América. Y en América, los populismos. Y en Argentina, el peronismo. Y en el peronismo, el kirchnerismo. Y en el kirchnerismo, dos décadas: una que llamamos ganada, la otra –a cumplirse el año que viene– que recuerda que ninguna hegemonía es enteramente hegemónica”.

4. El hermano de Luciano

El poeta Manuel Pérez viene de Bahía Blanca. No conoce Hurlingham ni a muchos de nosotros con los que mantenía solo intercambios por redes. Es uno de los que logran presenciar la performance de Luciano d’Miguel (Curitiba), que se realizó en el auditorio, a puertas cerradas y en penumbras. Algunos no llegamos a tiempo, pero Manuel lo recuerda así: Luciano, sentado en un círculo de velas, lee versos sacados de una bolsa con recortes; de fondo suenan recitados de Diamela Eltit e Hilda Hilst. A medida que lee, va comiéndose algunos de los papeles y otros se los pega con plasticola en el cuerpo. En cierto momento, echa a la boca un chorro de pegamento, traga y sigue recitando. Superada esa leve impresión, Manuel lo ve sacar de la bolsa unas tijeras. Luciano se corta de a mechones pelo y barba, que ya no le volveremos a ver. Por último, de la bolsa saca lo que para Manuel es un bife (para otros, un hígado). Comentará Manuel: “Tenía esa membrana que une… ¿Viste esa membrana que le sacás para tirar a la sartén? Bueno, se lo morfó todo crudo”.

Más tarde, cuando Manuel ve salir a Luciano del auditorio, ya rapado y sin barba, tantea: “¿Sos vos?”. A lo que el brasilero responde: “No, yo soy Luis, el hermano de Luciano”. Dicen que la tijera se la regaló a Sheila Maldonado, que se la llevó a Nueva York. Días después, ella mandó desde allá una foto de la tijera al grupo para mostrar que pasó el control del aeropuerto.

5. Tatiana vio el río

Yo di alguna mano durante las jornadas pero mi principal aporte fue pasar a buscar a Tatiana Nascimento por Aeroparque con mi compañero el Negro Luna, y traerla al oeste en una kangoo. Ni ella sabía castellano ni yo portugués, así que ella habló poco y yo armé frases cortas, de sintaxis directa, esperando darme a entender por las similitudes. Ninguno de los dos cedió a usar el inglés, que ambos manejábamos, porque había algo absurdo y paradójico en tener que recurrir a una lengua lejana para hablar con alguien tan cercano.

Al salir de migraciones, Tatiana vio el Río de la Plata, me preguntó qué era y se sorprendió. Estaba encantada, me preguntó si podíamos ir. Nos separaban unas chapas horribles que velaban a medias la vista y, desde luego, el acceso. Como pude, le expliqué que no podíamos bajar, que yo tampoco había bajado en toda mi vida. A través de sus ojos entendí el desatino de tener al río tan naturalizado sin haberlo sentido nunca. Una de las primeras imágenes del país que le comunicamos a la poeta estuvo marcada por la hostilidad del lugar, con la guardia urbana tratando de obligar al Negro a que se vaya sin nosotros, que no encontrábamos por dónde cruzar, con la maravilla geográfica del río prohibida.

También en 2022 nos tocó pasar a buscar poetas pero por Ezeiza. Veníamos hablando, ahí sí en inglés porque llegaban de EEUU, con Zaina Alsous y Marwa Helal. Preguntaban por el gobierno de entonces, que ni nosotros terminábamos de entender. Les hablamos de la importancia de Cristina, cuyo nombre veían pintado en las paredes a lo largo del viaje. Cuando llegamos al Marechal, mientras estacionábamos, miré el celular y, con cuidado, creo que primero en inglés y después en castellano, articulé como pude las palabras: “Recién quisieron matar a Cristina”. 

6. Ternura o tensión

Hay una enorme variedad de voces en el festival. Más que estilos diferentes, que sería una obviedad, encontramos distintos modos de entender la poesía. La primera lectura del fin de semana fue la de Charlie Di Palma, cantautora y poeta, lugareña como yo, que al tomar la palabra, antes de leer, contó su vínculo con Rosario Bléfari. Después de comentar su experiencia en el taller de la artista, su escritura conjunta, remató con la consigna: “La poesía es habitar la ternura”.

No sé hasta qué punto esa frase no es perfecta para abarcar a toda una concepción de la escritura poética. ¿Será la concepción dominante? La formulación generalizadora parece indicar aspirar a eso. Lo cierto es que es populoso el bando de la ternura pero no el único. De hecho, inmediatamente después siguieron Rocío Kiryk y Juan Rocchi, dos poetas que, sin preámbulos, dejando que los textos hablen por ellos, leyeron poemas deliberadamente descarnados. Ni rastros de ternura. Al contrario, las imágenes eran duras y secas. Estas diferencias van más allá del estilo, responden a distintas tradiciones y albergan, como posibilidad, múltiples materializaciones singulares. 

Otros contrastes se darán entre la trova delicada de Paula Trama, con letras tiernas y a sabiendas cursis, y la escritura no-creativa de Roberto Jacoby, compuesta por comentarios de trolls de derecha tomados de portales informativos. “Con cualquier mierda se puede hacer algo”, dice Jacoby que lee con aprensión injurias barrocas que hoy llamamos discursos de odio y que, de nuevo, nos llevan a 2022.

7. Crear las condiciones

Algo nuevo este año es la inclusión de un espacio sub18, para estudiantes de secundario que, tallereados ad hoc por su profesora de Literatura, leen sus poemas con la confianza que da tener un texto laburado. Las escucho (son todas pibas; los varones se ve que están en otra) y pienso en Alejandro Rubio. Él solía contar que había decidido dedicarse a la poesía luego de ganar un concurso literario en la primaria. Laura Jaramillo (que estuvo en el primer FAPH) tiene una anécdota exactamente igual. Todos empezamos escribiendo las mismas cosas pero algunos siguen y mutan y construyen una obra. La vida es muchos días, hay mil variables que intervienen en el proceso pero yo seguiría apostando a las mediaciones, los contextos propiciadores y el encauzamiento temprano.

8. Cinepoesía

Una de las actividades más esperadas del programa era la proyección del corto llamado “El peronismo de Rubio por Martín Gambarotta”. Sabíamos más o menos de qué se trataba: en junio habíamos dedicado una jornada en homenaje a Rubio en el mismo centro cultural; el corto rescata el audio de la intervención de Gambarotta. A esas palabras, Sebastián Lingiardi, el director, había agregado algo, que no sabíamos bien qué era. Resultó ser un montaje de archivo cercano a lo que el director había hecho en 2017 con Imagen mala, su largometraje dedicado a la obra de Rubio. Gran parte del corto era la filmación de una caminata nocturna: una docena de personas marchando, adelante los dos poetas amigos, atrás íbamos varios, cargando cajas de vino. Era 2018, caminábamos, como parte de otro festival íntegramente organizado por los Rapallo, hacia una lectura de Gambarotta en alguna pequeña casa cultural de Villa Crespo o alrededores.

El corto cierra, a la manera de epílogo, con un documento único que de alguna manera se traspapeló cuando se armaba Imagen mala: el audio de Alejandro leyendo “Carta abierta”, quizás su poema más conocido (aunque lo que se conoce en realidad es el primer verso: “Me recontracago en la rechota democracia”), ilustrado con imágenes de las movilizaciones contra la Ley Bases. 

9. Una foto imposible

Hay un momento en el que el parque que rodea al Marechal rejunta lo más interesante de la poesía argentina de los últimos treinta años. Juan Desiderio está sentado en un banco, fumando. Tiene que leer a la noche pero llegó a las cinco de la tarde y estuvo escuchando a los que leían antes. Se le acerca a saludar Federico Leguizamón, que acaba de llegar de Dinamarca y antes de volver a Jujuy quiso pasar por acá. Gambarotta charla con Violeta Kesselman. Fernanda Laguna está en otro banco, al sol. Llegó con Paula Trama. Hace rato queríamos que venga Laguna; ella es originaria de Hurlingham y esta es su primera visita, al menos en calidad de poeta, en muchos años. A la noche va a cerrar el festival a dúo con Andrés, su pareja, en un proyecto que mezcla noise y poemas leídos a los gritos. Por momentos, es como si estuviera escuchando a Kathleen Hanna.

Tardo en entender que la imagen que planteo es un collage. No todos los que nombro estuvieron el mismo día. El FAPH acaba de terminar y ya estoy falseando recuerdos.