El gran pase a los 30

A esta altura

todo cae

y se amontona,

la cantidad de horas justas,

y no hay vuelta atrás.

Llegado el momento en que

se escuchan los arranques del lunes

suena inoportuno

tener esta decisión en las manos

con mis facultades destructivas:

paso el tiempo fantaseando las palabras.

Uno piensa

y se distrae.

Si ya no lo es,

o mejor dicho,

si ya no se es lo suficiente,

cuando uno escribe

se convierte en más idiota.

Ninguno de esos idiotas pudo

con la sensación de entregarse

midiendo la distancia

cuidando considerablemente los riesgos

de una larga y lenta caída

en una carrera al borde de la nada.