“Necesito estar del lado correcto de la historia, y aunque hayamos perdido, al menos lo habré intentado” son las palabras de Taylor Swift cuando en 2020 se enfrentaba a las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Esas palabras las escuché en su momento, y las volví a escuchar con mucha más intensidad el año pasado, cuando la amenaza que significaba la presidencia de Javier Milei para la vida democrática que conocemos comenzó a agrandarse. “Estar del lado correcto de la historia”. Yo creo que estoy del lado correcto, pero también lo creían los militares, los montoneros, los peronistas y también lo creen los libertarios. Pero había algo en esa frase que me llamaba muchísimo la atención. Algo que me despertó un gran pensamiento. ¿Cuál es el lado correcto? ¿El lado correcto es el lado que yo elijo? ¿O el que yo veo como positivo? Tengo el sentimiento de que la situación es mucho más compleja, pero a su vez mucho más simple.
Si yo fuera quien decide, según mi sistema de creencias cuál es el lado correcto de la historia, lo haría pensando en mí. Lo haría siguiendo mis idealismos, lo haría siguiendo visiones de un mundo mejor, y probablemente ese sea el camino más rápido para caer en fanatismos, en luchas banales, en enojo, mucho enojo, y en un dolor profundo. El dolor de ver cómo el país que idealicé en su momento (sin tenerlo), se aleja volando y se incinera en mi cara, porque de ese lado de la lucha estoy hoy. Sin embargo creo que el razonamiento debe ser distinto.
“El lado correcto de la historia” no se puede conocer a ciencia cierta hoy. Si pudiéramos verlo sería muy fácil. ¿Quién quiere en el futuro ser repudiado por haber estado del lado equivocado? Y tampoco es viable responder a esto con una banalización del tipo “la historia la escriben los que ganan”. Sabemos que las posiciones que alegaban en el medioevo que las mujeres no tenían alma estaban del lado equivocado de la historia; sabemos que los que decían hace doscientos años que las razas debían ser tratadas diferentes, o peor aún, los que justificaban la naturaleza esclavizable de algunas personas, estaban del lado equivocado de la historia; sabemos que los explotadores en la revolución industrial, que hacían trabajar hasta la muerte a empleados sin derechos de ningún tipo estaban del lado equivocado de la historia; sabemos que los españoles en la conquista, con su plan de exterminio, estaban del lado equivocado de la historia; y sabemos que autoritarismos como el nazismo, el fascismo o nuestra última dictadura civico-militar conformaban el lado equivocado de la historia; incluso hoy sabemos que esas empresas que contaminan sin cuidado nuestros recursos naturales mañana estarán del lado equivocado de la historia. ¿Pero cómo podemos verlo hoy? ¿Cómo podemos asegurar que el apoyo a Milei está en el lado correcto o incorrecto de la historia? No podemos. Y no podemos decir nada sin caer en el azar de la predicción. Por supuesto puedo predecir cómo voy a estar en dos o tres años en el futuro. Pero más allá de ser una predicción, ¿tiene esta alguna razón para ser consagrada como una verdad y determinar objetivamente cuál es el lado correcto de la historia?
Yo creo que la respuesta está en un lugar. La respuesta está volando en el viento, como decía Bob Dylan en una canción, en la cual hablaba de esto mismo, de posicionarse del lado correcto de la historia (y el tiempo lo avaló). La respuesta es la empatía. La respuesta es mirar al mundo y sentir. No existe una causa mayor, ninguna, que justifique el hambre, que justifique la injusticia, que justifique el dolor. No hay causa alguna que justifique que una persona trabaje todo el día y tenga que comprar fideos para comer porque para carne no alcanza. No hay causa alguna que justifique este sufrimiento. Y no hay causa alguna que permita que en un mismo país haya gente que ante las mismas horas de trabajo tenga dinero suficiente para tener más de una casa. El lado correcto de la historia está en disminuir el sufrimiento. El lado correcto de la historia, según mis sentimientos, está en la existencia de un estado que vele por disminuir la desigualdad social, y sin necesariamente tomar medidas drásticas disminuir el sufrimiento que trae la pobreza. El lado correcto de la historia es luchar por un estado que proteja a la ciudadanía de la corrupción y de la injusticia, pero que no la deje a merced de la frialdad de negocios que solo quieren dinero. El lado correcto de la historia es castigar a quienes traten de cortar camino para enriquecerse, sean de la clase social que sean, ya sean carteristas, asaltantes o evasores de impuestos; y no en permitir, por impotencia o convicción, su existencia y su desarrollo. El lado correcto de la historia es tener una educación bien dotada y que forme ciudadanos capaces de conocerse y pensar por sí mismos, así como de elegir cuál es para ellos el lado correcto de la historia. El lado correcto de la historia es tener una naturaleza verde, pujante, pura, limpia, y no poner cada centímetro de tierra a la disposición de los intereses económicos de algunos pocos que en nada quieren ayudar al resto de la población. El lado correcto de la historia es pelear por la estabilidad económica, y por la capacidad de crecer, pero nunca, en el proceso, generar sufrimiento en los demás o debilitar los pilares sobre los que se yergue una nación. El lado correcto es tener empatía con el otro y tratar de que en este mundo con el potencial de ser excelente, todos podamos estar un poco mejor. Aún si esto implica ganar un poco menos.
Yo hoy me paro en lo que siento que es el lado correcto de la historia, y no solo eso. Lucho para lograr alcanzarlo. Aún sea la victoria o la derrota la que me espere.