—Acá dormía Borges.
El guía del chalet mira la puerta color amarillo. La puerta de madera oculta una habitación. El guía, Valerio, dice:
—En esta pieza dormía Borges cada vez que venía de visita, pero ahora no podemos entrar.
Miramos desde afuera, a menos de cincuenta centímetros, la puerta amarilla y es difícil no indignarse.
¿Estará cerrada con llave? El guía ni amaga a demostrarnos si está o no está trabada.
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Hay una casa donde iba a escribir Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo. La casa no es ninguna de las que habitó en Buenos Aires ni tampoco está en la provincia de Buenos Aires. Ni siquiera en Argentina.
Más que una casa, es una mansión inspirada, dice la información oficial, en el estilo racionalista suizo, belga y francés. Fue construida entre 1929 y 1931 a partir de ideas de Enrique Amorim y Esther Haedo. Esposos. Uruguayos.
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Estamos en esa casa, en otro país, a trescientos kilómetros de Paraná. El prepotente chalet blanco está construido sobre una lomada en las afueras de Salto, ciudad de 120 mil habitantes, quinientos km al norte de Montevideo. Una pequeña urbe, Salto, casi entera edificada en altas lomadas, cuchillas casi. El río Uruguay espejando lo verde, gris y marrón de árboles, parques, plazas y arroyos. Ahí nomás, cruzando trescientos metros el río, está Concordia.
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Décadas del 30 y 40. El escritor más grande de la historia toma una lancha desde Buenos Aires hasta Concepción del Uruguay. Ahí se sube a un tren hasta Concordia, y otra vez arriba de alguna lancha para llegar unos minutos después al puerto de Salto. En auto o carreta es el tramo final de la travesía de Borges hasta el chalet Las Nubes, propiedad del novelista salteño Enrique Amorim y su esposa Esther Haedo, prima de Borges.
“Fuimos en vapor hasta Concepción; de ahí, en tren por llanuras de tierra roja, con caballos y altas palmeras, a Concordia; de Concordia al Salto, en una lancha”, le escribe Borges a Estela Canto en una carta.
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Hoy esa casa bautizada por la pareja como “Las Nubes” es monumento nacional, centro cultural y museo que depende del Ministerio de Educación y Cultura del gobierno de Uruguay. Por casi 30 años (décadas del 30 hasta el inicio del 60), Amorim y Haedo recibieron a monstruos del arte como Atahualpa Yupanqui, Rafael Alberti y Walt Disney, por nombrar algunos.
Hay un video en YouTube donde se puede ver a Borges haciendo caras graciosas frente a la cámara, con un libro en la mano, moviendo los brazos y despotricando contra algo. Es una película filmada y editada por el propio Amorim, que grababa a amigos de visita en la gran casa.
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Las Nubes está en Avenida Amorim 1700. Llegamos entrando desde el norte, por el paso internacional que une Concordia y Salto a través de un puente construido sobre la descomunal represa binacional.
Las líneas arquitectónicas de la mansión se imponen sobre los descampados y atraen los ojos de cualquiera que pase por el frente (yo erradamente asocio la forma de la casa al bauhaus). Ventanales, balcones, escaleras, pileta de natación, pasto, pinos, bancos, jardín, plantas, un molino, sillones hamacas, un Chrysler Windsor dorado de 1954, la réplica de un caballo de pelaje marrón. Atrás de la casa, un salón-teatro donde los visitantes hacían lecturas de poesía, obras dramáticas y recitales. El guía cuenta que Atahualpa Yupanqui dio ahí un recital para poder pagarse un pasaje.
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Me acuerdo que llegué al dato de esta casa leyendo “Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius”. Al pie del texto se puede leer: “Salto Oriental, 1940”. Esta singularidad de agregarle “oriental” a Salto es toda de Borges. (Y en Concordia hay una calle que se llama ¡Salto Oriental!)
Cuando leí esto, habrá sido hace unos seis o siete años, exploté de euforia. Me acuerdo que se me nubló la vista por unos segundos hasta caer en lo que veía. No me entraba en la cabeza que algo así podía haber pasado: el escritor más grande del mundo en un pueblo de Uruguay escribiendo una de sus obras maestras.
Entré al Borges de Bioy a buscar algo que pudiera darme más comida a mi espíritu de fanático. En algún lado leí que JLB contaba por cartas, no sé si a su mamá, a Canto o a Bioy, que todos se habían ido al río y él se había quedado escribiendo en el chalet.
Algunos especialistas vinculan escenas del relato “La muerte y la brújula” ambientadas en la quinta Las Nubes.
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La información de internet empezó a revelarme datos básicos sobre la casa, sus dueños, los visitantes ilustres, etcétera. Acumulaba fechas, presencias, novelas publicadas por Amorim (La carreta, El caballo y su sombra), el parentesco entre Esther Haedo y Borges, los funerales de Horacio Quiroga financiados por el propio Amorim.
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2024, otra vez en Las Nubes. Valerio es el responsable de abrir y cerrar todos los días las puertas y ventanas de Las Nubes; dice que en la casa se hacen recitales, obras de teatro, intervenciones, lecturas, actividades preparadas por la comisión “Amigos de Las Nubes”. En el año 2011 el Estado uruguayo compró la propiedad a sus herederos por 225.000 dólares.
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Una hermosa escalera en caracol bordea un árbol y te lleva a la planta alta, primer piso que pareciera estar flotando si no fuera por las anchas columnas que la sostienen. Ahí es donde funcionaba la vida del hogar: habitaciones, cocina, dos baños, cuatro o cinco balcones que dan a todos o puntos cardinales, una biblioteca, un lavadero, un comedor, una sala de lectura frente a un ventanal, más escaleras que desembocan en la terraza. La vista desde ahí arriba de la inmensidad del campo y sus plantaciones.
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Borges visita a Amorim y Haedo en Las Nubes en los años 30 y los 40, donde va a pasar los veranos. En otras cartas enviadas desde el chalet se queja del calor de Salto. Por eso, cada tanto va y nada por el río Uruguay y arroyos de la zona. Vuelve, lee y escribe en esa pieza a la que no podemos entrar.
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Cuando nos estamos por ir de la quinta vemos un hermoso mosaico colocado por Amorim en el patio: “Deseo de soledad o es mucha virtud o es mucha maldad”.
Paraná, 2024