Un auto en la ruta de noche y una radio

En la ruta de noche escuchando Millenium

Esta es mi oda a FM Millenium 96.5 y a manejar de noche en la ruta 11, volviendo de Paraná.

Empieza en avenida Ramírez cerca de Provincias Unidas, en la panadería 24hs de unos tremendos sanguches de miga y, enfrente, una lata de coca con café (gustos son gustos). Me gusta comer en el auto, me gustan los autos desordenados, un auto que es más una casa ambulante y no un vehículo limpio impecable de alguien con el alma sucia. O también, amo manejar, pero no soy fan de por qué un motor se mueve con una carrocería encima.

Canción 1

Susurro imprudente (voy a poner los títulos en castellano porque así me gustan más, me gusta ese juego del lenguaje con significados difusos). Susurro… no es una canción lenta, tiene el groove de un ritual de apareamiento con percusión tropical. Y el saxo es casi un meme de la música para hoteles alojamiento, de radio programada con un botón en el respaldo de una cama. ¡Pero qué arreglo magistral! Un arreglo así es lo que hace de una canción un himno para siempre. George Michael es divino cuando canta “guilty” en Guilty feet have got no rhythm (los pies culpables no tienen ritmo). Hago los coros agudos y después digo “paraira paraira” cuando viene la parte del chamuyo al final, el dadadaaaa, y no me importa nada.

En la radio, una voz como la voz de Dios, dice: “Entre el cielo y la tierra, Millenium”. Así se cuenta a sí misma la 96.5 frecuencia modulada, una radio distinta a todas, llena de poesía celestial y música soft AOR inolvidable.

Alguien cruza caminando la vía del tren. Son las 12 de la noche, la una, dos, tres de la mañana. En la estación de servicio de O’Higgins un playero campea el frío adentro del boliche y alguien lee un diario ya viejo; más allá está todo cerrado hasta Avenida de las Américas y el majestuoso Acceso Sur (¿alguien se acuerda lo que era esto hace cinco años? Una sola calle doble mano toda rota). A veces las verdulerías están descargando camiones a esta hora.

Canción 2

Cuán profundo es tu amor. Canto a los gritos: “¿Cuán profundo es tu amor?, ¿cuán profundo es tu amor?, Realmente quiero aprender, Porque estamos viviendo en un mundo de locos, Destrozándonos, Cuando todos deberían dejarnos ser, Nos pertenecemos el uno al otro”. Y porque amo las traducciones malas de google la dejo así. Y repito ese estribillo increíble mil veces hasta que se va. Bee Gees, mis Beatles, sólo para mí. En mi casa encontré un día el vinilo de Espíritus que han partido, de 1979, el año que nací. Y me fascinaba la tapa venida del más allá con esa chispa intergaláctica. Una luz amarilla, con rojo y fondo negro, y ellos espléndidos. Ese disco tiene varios temazos: Tragedia, Demasiado cielo y Te quiero al revés, entre otras joyas. Pero Cuán profundo…, escrita por Barry Gibb en 1977 con ayuda de Robin y Maurice, está en la banda sonora de Fiebre de sábado por la noche.

Pollería, pescadería, carnicería, artículos de limpieza, gym; un camión de Brasil con un fantasma Michelin en la ventana. GNC abierta en Larralde. Bengurión, la entrada a colores del motel VIPS, Ceberpa, Triangular, CEMENER, Santa Fe atrás de la niebla, un regimiento y un tanque, Gauchito Gil, caballos salvajes sueltos, una autopista al cielo hecha de sistema LED. Oro Verde, ciudad universitaria, jóvenes se besan en una parada de coles, trabajadores del frigorífico encapuchados en bicicleta y en moto. Camperas rellenas de papel. Un Renault 12 y una camioneta Duster gris rumbo a la inexplicablemente oscura rotonda de las facultades.

Canción 3

Piensa por un minuto. Housemartins. “Algo está pasando, el cambio está teniendo lugar, Los niños sonriendo en las calles se han ido sin dejar rastro, Esta calle solía estar llena, solía hacerme sonreír, Y ahora parece que todo el mundo está caminando solo”. La voz hermosa de Paul Heaton, con ese timbre re Morrissey (pero Heaton me cae mejor). Qué maravilla Housemartins, tienen el disco con mejor nombre de la historia: London 0 – Hull 4. ¿Por qué? Porque decían que en Londres no había ninguna banda buena y que en Hull, su pueblo, había por lo menos cuatro. Un triunfo futbolero por goleada.

Vuelve la voz de Dios: “Millenium, una radio que ve en el hoy, el sentido del mañana” y “Una radio para escuchar solo, pero no en soledad”.

Me acuerdo de otras canciones en otras noches: No sueñes que se terminó, de Crowded House, “Intenta contener una inundación en una taza de papel”; Amor que se haga tu voluntad, de Martika, “Amor, hágase tu voluntad, desde que te he encontrado mi vida acaba de comenzar”; Bestia de carga, de Rolling Stones, “Todo lo que quiero es que me hagas el amor” y en falsete: “Bonita, bonita, bonita, bonita, chica, Eres una chica bonita, bonita, bonita, bonita, bonita, Bonita, bonita, Una chica tan bonita, bonita, bonita, Vamos bebé, por favor, por favor, por favor”. Avalon, de Roxy Music: “Ahora la fiesta se acabó, Estoy tan cansada, Hasta que te veo saliendo, De la nada, Muchas comunicaciones en un movimiento, Sin conversación o una noción”. Y la perla bellísima de Paul, Mi amor, para cerrar con “Y cuando me vaya, sé que mi corazón puede quedarse con mi amor” y “Whoa-whoa, me encanta, oh-whoa, mi amor, Sólo mi amor me hace bien”. ¿Alguien realmente piensa que McCartney tiene una época mala? Nah.

Ruta 11, una serpentina de luces tibias en La Loma y el INTA. Todo arriba la inmensidad de la noche y, a veces, la luna llena. En el camino de las aldeas, al sur, cruza una liebre; los ojos de un gato; uno, dos, tres barrios nuevos con casas sin terminar. Una estancia. Un perro muerto. La YPF y la curva ya en Colonia Ensayo.

Dice Dios en Millenium: “Una luz encendida significa bienvenido a casa”. Y yo estoy llegando a casa, feliz.