Escribir algo imprevisto

En Diario argentino (Adriana Hidalgo Editora), Gombrowicz dejó en una de las entradas un pensamiento que también puede ser un consejo: “¿Quién decidió que se debe escribir sólo cuando se tiene algo que decir? El arte consiste precisamente en no escribir lo que se tiene que decir sino algo completamente imprevisto”. Al leer esto, me tiré al piso de la euforia y emoción, gritando como en el gol de Di María a Francia. 

Unas horas después, mientras instalaba un estante en la cocina, me di cuenta que esa idea podría ser opuesta a otra célebre que expresó Mario Levrero en alguna de las entrevistas incluídas en el libro de conversaciones Un silencio menos (Editorial Mansalva): “no me gusta trabajar sin inspiración, porque eso es justamente trabajar, y no me gusta trabajar”. 

Dos métodos de creación diferentes para llegar a lo mismo: escribir para encontrarnos con lo imprevisto (la buena literatura) por un lado, y por otro lado, esperar y escribir cuando aparezca el chispazo que active la máquina (y también la buena literatura). 

En Veinte líneas por día (Editorial Mansalva), Harry Mathews se propone avanzar en la escritura a partir de un número diario que marque el camino de la creatividad. Más allá de las estrategias, “la escritura es quizá la mejor invención humana. Une a personas que nunca se conocieron, ciudadanos de épocas diferentes”, dijo Carl Sagan en Cosmos.