Hace exactamente un año seguro que me levanté y preparé un mate. Capaz desayuné huevos y palta como todo progre. Después seguro que me habré quedado deambulando en casa un poco ansioso. Seguro puse la radio por Internet. Me acuerdo que me tocó no trabajar. Tuve la suerte de tener mi franco semanal.
Manu, mi amigo incondicional, me había invitado a ver la final de la Copa del Mundo Qatar 2022. Hace un año fue domingo. Hace un año fuimos campeones del mundo por tercera vez en la historia.
Pero antes de que pase todo eso, en el departamento de Manu y Merce ya habían preparado la picada. El doparti era cerca del mediodía. También estaban Celia y Eugenia, que vive en México y había venido a pasar las fiestas a la Argentina con su familia.
No iba a comer porque estaba nervioso. Todos lo estábamos. Había velas y creo que Merce guardó varias fotos de actores y artistas franceses en el freezer. Creo que la jodí con que faltaba Truffaut, Céline, Mallarmé, Rimbaud, Baudelaire y muchos más. Pero estaba el que tenía que estar: Kylian Mbappé el casi verdugo del partido.
Qué decir de ese partido que no se haya dicho. Que pasamos por todos los estados posibles de la emoción argentina que nos liga al fútbol, el deporte más hermoso del mundo.
Había algo que ahora me acuerdo. Manu tenía Flow y lo veía por Internet. Estaba tan nervioso que no podía conectar la antena satélite para verlo por la TV Pública. Lo que implicaba que el vecino de arriba no nos grite los goles antes.
Manu dale que te dale con la antena en la mano sacándola por el balcón entre las plantas. Yo estaba tranquilo. Le dije aguantá hasta que termine el primer tiempo y lo solucionamos. Yo igual quería escuchar el relato de Rodolfo de Paoli en TyC, me parece más fantástico que el fantasma de Pablo Giralt, cosa mía, lo noto muy pretencioso y falso a su relato.
Nada. Los dos goles del primer tiempo nos los gritó antes el vecino de arriba. Eso no impidió que nos abrazáramos todos adelante del tele. Partidazo, baile argentino, totalmente perdidos en la cancha los franceses. Termina el primer tiempo.
Me pongo la 10 y arreglo la antena. Empezamos a ver el segundo tiempo por la TV Pública en vivo, vivo. Pero se venía lo peor. Los dos goles de la tortuga Kylian. El 3 a 2 de Messi que fue como un gol tecnológico que se tardó en festejar, yo les decía a todos, miren el reloj del árbitro marca GOAL, es gol gritaba. Manu me abrazaba como un loco y saltaba. Después el penal de Otamendi y el 3 a 3 del verdugo Mbappé. La tristeza no tiene fin para la Argentina. Pero Dios es argentino, como dice Julio de Grazia en el final de Plata dulce y el Dibu hace esa tapada de handball casi al final del final más loco de una copa del mundo en la historia. Y vamos a penales. No queda otra. Interiormente pensé que ya éramos campeones. Esa tapada era algo del cielo y era del Diego. No podía fallar. Pero…. Los penales son penales, una lotería.
La atajada del Dibu a Koman no nos dejó tranquilos. Todavía faltaba más. Cada shoteador argento era una sola taquicardia, un cardio tremendo. En un momento me asomo al balcón que daba a Catamarca y veo a varios vecinos sentados en la cuneta del cordón con las manos entre las rodillas, nunca vi algo igual. Agarro fuerza de no sé dónde y miro el último penal de Gonzalo Montiel. Manu me dice “hdp bostero, Montiel nunca erró un penal”. Las chicanas entre Boca y Riber no se terminan ni en esos momentos límites.
Transcribo el relato de Rodolfo de Paoli porque es mítico:
“Es el penal soñado por cualquier pibe que arrancó a jugar en los baldíos, en el barrio, en la calle, en la vereda, en el pueblo, en la plaza. Y ese es Montiel. Somos todos Montiel, Gonzalo vamos. ¡Montiel al arco! ¡gooooooooolllllllllllllllll! ¡Argentina campeón del mundo!”
Qué decirles. Soy tímido pero me abracé igual con todos. Las dos cuñadas, Manu, Merce y yo todos saltando adelante del tele, enloquecidos. No caía. Era lo único que me faltaba vivir en la vida. Ser campeón del mundo. Tenía 3 años en 1986. Sólo había visto finales perdidas y muchas eliminaciones tristes en varios mundiales. Pero gracias a la Scaloneta y a Messi, que lo critiqué mucho, fui muy feliz hace un año atrás.
Después a la plaza 1° de Mayo en Paraná. Nunca vi tanta marea humana de gente. Nos costó llegar un montón hasta enfrente de la Catedral. A las chicas las perdimos. Quedamos con Manu. Uno al lado del otro abajo de un arbolito. Somos dos nerds, dos freaks. No teníamos ni la remera de la selección puesta. Pero igual, lo mismo, fuimos muy felices hace exactamente un año atrás.