En el relato bíblico, Dios crea el Jardín del Edén para morada de Adán y Eva con árboles de los cuales advierte no comer su fruto. Es la mujer quien ejecuta la primera transgresión en la historia de la humanidad, ¿por qué no morder el fruto del conocimiento? Su desobediencia los pone a pensar, sufrir y desear. Josef Breuer, creador del tratamiento de la histeria en el cual se basó Freud para inventar su teoría del inconsciente y posteriormente el psicoanálisis, escucha a su paciente Anna murmurar palabras y encuentra en esas palabras una belleza poética. Durante las sesiones de hipnosis con Breuer, Anna habla diciendo lo que se le viene a la mente. Breuer encuentra algo ahí, reconoce un movimiento en el síntoma y la invita a hablar sobre su vida diaria, sus problemas y así nace la regla fundamental del psicoanálisis, la asociación libre.
Dice Élisabeth Roudinesco “Hay siempre algo femenino en el origen del psicoanálisis. Todo sucede como si la emergencia de ese femenino fuera necesaria para la realización de una transformación de la subjetividad universal”. En los orígenes de su práctica, parece que Freud le hablaba y le hablaba a sus pacientes hasta que una de ellas se harta y le pide que se calle un poco, que escuche lo que la hace sufrir y no puede decir en otro lado, obsequíandole la clave del dispositivo analítico. Lo invita a leer en lo que escucha. Freud se deja enseñar por las mujeres. Como escribió Rithée Cevasco, son las mujeres las que abrieron la puerta de la escena analítica.