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Botijas que cruzan el fresco abrazo de agua para siempre y para comprar. La imagen gráfica de un grupito de uruguayos que cargan las pesadas bolsas con productos. Sentados sobre los bancos de la peatonal San Martín, debajo del sol infernal del cuarto círculo dantesco, acaparados por las posesiones, se puede ver cómo es que chocan entre sí, la avaricia y el derroche, de las acumuladas ofertas recién adquiridas.
Una redota medio rara en la época del 5g pero no rumbo al exilio con colchones, muebles y caballos siguiendo al gran líder con espíritu, sino que vienen en grupito, en auto y con dólares que cambian por pesos argentinos para consumir más barato.
Movidos por la ventaja que les da el mercado cambiario, gente que quizás no ve los reels de Pepe Mujica y sus reflexiones anticapitalistas, la cosa que agarran y agarran, creatina, shampoo, vitaminas, óleos, repuestos de maquinitas de afeitar, bálsamos, colágeno en polvo, de todo, se llevan de a quince, de a diez, de a cinco, a canastos llenos. Al final se mezclan en la fila con los argentinos que apenas llevan de a uno y a veces hasta ni a eso llegan -este sacalo, pagué la tarjeta recién, qué raro- dicen.
En fetas con crédito los paranaenses quemando plástico a lo pavote.
Pienso en una moneda única que una a todos los países sudamericanos. La patria grande que soñó San Martín junto a Bolívar, fuimos argentinos, uruguayos, chilenos, colombianos, etc., porque fracasamos como americanos y la balcanización de todo el territorio sudaca promovida por occidente con la ayuda de sus infiltrados traidores. ¿Qué pedazo de territorio seríamos toda Latinoamérica unida en un solo bloque, no?
Pero en cambio tenemos esto. Monedas débiles y naciones hermanas ventajeándose entre sí, perdiendo cada vez más valor y fuerza frente a los grandes que nos expropian y nos usan. Que nos manejan y nos dominan. Donde nos hacen jugar estas manganetas cambistas que tanto nos destruyen. Que de nuestro jardines sacan los minerales con los que después fabrican las botas que nos pisan y matan. Países totalmente inestables económicamente con crisis periódicas cada vez más pendulares. Porque hoy los más baratos somos nosotros pero mañana la torta se da vuelta y puede ser Uruguay, Chile, Paraguay, Ecuador, Bolivia o Brasil.
Lo que hoy se ve en cualquier fila de comercio es un claro gráfico social de endeudados que es una enorme porción de la torta, la circular inflación de la harina, piso húmedo del postre, que se completa con la pastelera que desembolsa toda la humeante papelería enrulada por el destino triste del intercambio ficticio del dinero. Que usan para solventar el gasto de la ansiedad y privilegio frente a las góndolas y vidrieras.
Ya no son espacios naturales los que se contemplan al viajar, sino que resulta de plástico, latoso y consumista la construcción del nuevo paquete turístico.
Hasta el próximo miércoles.