En 1959 llegaron en un barco desde España a Montevideo mi mamá, sus siete hermanos y sus papás. Cuatro años después llegaron a Argentina. Anduvieron por varias ciudades hasta que mis abuelos y una de mis tías se instalaron en Crespo.
Me dijo mi mamá que mi abuelo trabajó en Clarín escribiendo notas de interés sobre el sector avícola. Especulo, debe haber sido por los años 70. Ella dice que trabajó con sus hermanas y mi abuelo sexando pollos para la empresa Sagemüller, en Crespo. Especulo, debe haber sido por los años 70.
Todos los veranos en los noventas íbamos a Crespo a visitar a mi tía, a mis primos y a mi abuela. Su casa estaba a una cuadra de la fábrica Sagemüller.
Salíamos en el colectivo de la empresa ETA desde la terminal de La Paz hasta Paraná y de ahí sacábamos pasajes en el Ciudad de Crespo hasta Crespo. La terminal de Paraná era la antigua de las cinco esquinas; me parecía descomunal de grande cuando yo tenía cinco o seis años, y ahora, viéndola todos los días, es ínfima.
Mientras esperábamos que llegara el Ciudad de Crespo a la plataforma me escapaba a recorrer los rincones de la terminal de Paraná. Una vez arriba de nuestros asientos, una vendedora se subía a ofrecernos los paquetes de alfajor santafesino; era una señora con el pelo color mandarina, de rulos expandidos para todos lados, y tenía voz de haberse fumado la fábrica entera de Marlboro.
Me parecía un hecho fantástico que la casa de mi tía esté a cien metros de la colosal estructura industrial de Sagemüller, con esos cuatro silos de cemento clavados en el medio de la cuadra. A eso de las seis de la mañana ya se escuchaban los motores arrancar para el trabajo de los obreros. El olor a alimento ¿para pollos? se sentía a varias manzanas de la fábrica.
Esos veranos en Crespo esperábamos con mi hermana más chica que mi primo llegara de sus trabajo en la Shell y nos enseñara a jugar al ajedrez. Todos el año en La Paz pensando en esas semanas de verano para jugar al ajedrez o para ir a hacer las compras a La Agrícola Regional, un supermercado que para nosotros era como un shopping por la gran cantidad de cosas en las góndolas, además de la comida: perfumes, ropa, bicis, vasos, platos, manteles, muebles para el hogar, electrodomésticos y hasta comida de rotisería.
Algunas tardes me daban permiso y yo me iba solo a recorrer las calles de Crespo. A cada rato levantaba la cabeza al cielo para no perder de vista los silos de cemento como señal del sector adonde tenía que encarar para volver a lo de mi tía. Los silos siempre iban a estar ahí, quietos.
Algunas noches sacábamos con mi primo dos sillas de playa a la vereda sobre calle Irigoyen para charlar. Una vez me enseñó distintas palabras en guaraní y también los nombres de las constelaciones. Por esa época era autodidacta en varios temas. Así como sabía enseñar ajedrez también sabía tocar el violín y un piano hermoso que tenían en el comedor de la casa. A veces para asustarnos hacía la famosa melodía tenebrosa de Beethoven y yo miraba la tapa de un pozo ciego que había en el living creyendo que de ahí iba a salir una persona. Por ahí se asomaba mi tía o mi mamá para cortarle la joda.
Ni bien estrenaron Gran Hermano, allá por los 2000, mi tía contrató por DirecTV la señal exclusiva para ver todas las cámaras de la casa y no depender de los fragmentos amarretes de Telefé. Yo aprovechaba a veces y ponía algún partido del Real Madrid galáctico de Beckham, Figo, Zidane y el Fenómeno Ronaldo. ¡Locura de fútbol!
Es glorioso poder tener la herramienta de la escritura para que estos recuerdos puedan ordenarse y revivirlo otra vez como una historia para compartir con otras personas.
Entro a Google Street View y busco empresa Sagemüller como para que me acerque hasta la casa donde ya no vive mi tía. Miro, miro y miro. La casa pintada de rosa pastel está prácticamente igual que hace 35 años. Recorro con mi mente cada lugar: ¿quiénes vivirán hoy ahí donde antes mi tía nos cocinaba pollo al horno con papas? Es increíble que ya no podamos ir y al mismo tiempo sería raro poder hacerlo, teniendo en cuenta la cantidad absurda de mudanzas que llevamos en mi familia.