La poesía que más me gusta

La poesía que más me gusta es la de Zelarayán. Mientras tomaba un té con limón y miel me di cuenta que se me había ido una gripe asquerosa de 10 días. Existe un instante exacto donde el cuerpo te dice que se terminaron estos días de fiebre, tos, moco, dolor de garganta, escalofríos. Alberto se saca una foto en cuarentena y como consecuencia de eso cuatro años después tenemos a Guillermo Franco gobernando nuestra gloriosa Argentina. La narradora que más me gusta es Claire Keegan. Desde la ventana veo a mi chica avanzar con su gorro de lana color naranja y dos alfajores en la mano. Ella compró a lo largo de estos años los cuatro libros de Keegan. Lo último que publiqué en Mal fue una crónica donde cuento que Borges escribió una de sus obras maestras en una casa increíble en un pueblo uruguayo. La poesía que más me gusta es la de Arnaldo Calveyra. Soy de River. Tengo 40 años.

El gasista intenta arreglar la estufa (el frío nos está liquidando muy anticipado en otoño). ¿Y si nunca más publico un libro de poemas? Da la sensación de que estamos en el peor momento de la historia del mundo. Algunos dicen que como en la segunda guerra mundial la humanidad no va a volver a vivir así de tan mal.  ¿Alguien está pensando en el ocaso de la carrera de Messi en las playas de Miami? Amo la poesía y la narrativa surrealista. Hablar sobre libros con alguien me une para siempre a esa persona. El gasista sigue peleando con la estufa y está complicada la cosa. Hace unos días leí poemas de Susana Thénon. Y la poemas-cantos de Juan Meneguín. Estos últimos días de la gripe escuché una buena cantidad de podcast donde contaban historias geniales (como la de un meteorito caído hace cientos de años en un pueblo de Colombia, y cómo los piratas de esas rocas intergalácticas lo intentaron sacar del país) o podcast donde analizaban la literatura de escritores. Podcast, sí, pero no hay nada más lindo que escuchar radio. Radio posta.

Amagué varias veces con empezar a leer el Ulises (siempre me acuerdo que alguien me dijo una vez que no le interesaba leerlo y eso ya es una decisión). En el Palacio Municipal de Urquiza y Corrientes está la oficina donde trabajo de lunes a viernes. Un libro increíble de cuentos es El caos de Juan Rodolfo Wilcock. Desde hace 20 años voy a Concordia y no dejo de volverme loco viendo ese lago demencial, cientos de kilómetros de largo, miles de brazos de agua metidos en donde antes había campos, montes, playitas, campings. Me gusta caminar. Alguien subió en X una novela de Ajenadro Rubio, tremenda y poderosa prosa, benesdriana, fogwiliana, un retrato social de los últimos años de Cristina presidenta. Una vez siete amigos fueron a Gualeguaychú, un fin de semana largo, cuatro días felices; unos meses después el grupo se rompió entero; inexplicable; bronca y dolor. Durante diez años busqué una novela que había nombrado Carlos Busqued en una entrevista; el argumento era sublime pero no me acordaba el nombre del libro; lo rastreé de todas las maneras posibles, solo me acordaba de la editorial; hasta que un día, después de años, lo encontré y lo festejé como se festeja ganar un partido de Copa Libertadores sobre la hora, de visitante. 

Tres pibes y una piba cuerpean sobre colchones en el edificio de la Caja de Jubilaciones. Un programa de YouTube glorioso es Analizando humanos, del creador de Tiranos Temblad; una edición descomunal que cuenta historias de personas comunes en las calles o lugares del mundo; no puedo dejar de pensar que es tremendamente levreriano. ¡Mario Levrero, el escritor más grande de América Latina! Miré la final de la Copa Libertadores del 2018 en el Metrobar de calle Gualeguaychú; cuando terminó el partido, un bostero se me acercó y me felicitó, yo no entendía lo que estaba pasando, el mundo estaba cambiando para siempre. La poesía de Emma Barrandeguy. Los cuentos de Cristina Peri Rossi. Las crónicas de Hebe Uhart. Todos los días Clarín y La Nación saltan con una burrada nueva. ¡Caguémosno de risa de estos impresentables, la vergüenza del periodismo! Mi poeta preferido es Zelarayán.