Mojarse o esperar

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La semana de mayo pasó de largo, híbrida entre la pantalla lluviosa de un canal que no reconoce un formato básico. Un paisaje de casas inundadas, ropas en los tender que tardan en secarse y pisos amasijados por la mezcolanza abrumadora en que tarda el agua en desaparecer en el aire.

Mucha cantidad de agua cayó y despelotó las actividades de los paranaenses. Nadie veía pasar un remis por la puerta del café Bruselas y los empleados que salían de Enersa a las 3, hacían horas extras debajo de un techito sin decidirse a cruzar de lleno la liquidez de la calle. 

Mojarse genera una rara experiencia. Interpela de una forma sin igual. Nos retrotrae a un inconsciente primitivo donde activamos, o el lanzamiento total a ese charcazo que nos espera profundo y sucio, o la resignación habitual de esperar debajo del techo que se nos aparezca, para poder seguir. El slogan shakesperiano se simplifica acá en mojarse o esperar. 

Es que los días de lluvia son así, todo se tarda, todo es un proceso larguísimo en el que cuesta decidirse sumado a los interrogantes ajenos. Cuándo va a parar, parará cuando llegue la hora del partido, se jugará acá o mañana, llego al acto del 25 o no. Voy donde tenía que ir, o no voy, cuando pare voy, y si no para voy igual. Un río de proposiciones, una tras otras, juntas y de todas las maneras posibles, habidas y por haber, en toda la ciudad y al mismo tiempo. 

Lo cual genera una especie de caos en donde nunca se encuentran los que esperan secos debajo de los techitos con los que se lanzan decididos y valientes debajo de la lluvia. La cuestión es que al final los que mejor la pasan son los que tienen autos. Esos sí saben a dónde ir sin mojarse. 

Pero después las decisiones comienzan y se acompañan con ingredientes. Harina, agua con sal, un poquito de levadura, una cucharada o dos de grasa, depende de la cantidad que hacés, el agua tibia con sal y eso es todo. Se amasa y se amasa y se deja descansar la masa, eso es importante. Y después se hacen los bollos y se estiran y ya están las tortas y a cocinarla en grasa, obviamente. 

Cristina habló el 25 a las cinco de la tarde. El acto se adelantó por la lluvia. Cuando ella comienza hasta la lluvia deja de caer. Me quedé mudo frente a YouTube con el eco que viene desde Plaza de Mayo, la fantasmal sensación de cantar algo que no sucederá. Entonces eso, entonces nada, permanezco quieto sin reacción alguna, inmovilizado como una estatua, debajo de un techito cualquiera, en la calle, detenido, mirando caer la lluvia nada más, para poder seguir adelante. 

Hasta el próximo miércoles.