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No sé qué pasa que la noche pasa de largo. La mente en blanco, un escracho sin escrachar, una de menos para el cuerdo. La ciencia opaca de que no haya nadie, un compañero fiel en la oscuridad.
El negro piso de la muerte testigo solemne de mis pasos peregrinos. Cuando no ocurre nada ni nadie como cerca las veces y el martillazo de la mañana, alarma implacable arrancada de los pelos de los sueños, terminal amarilla y sucia, de la realidad nadie nunca de nuca se desnuca, tropezada a la aumentada dislocada multivéridica lengua.
Sin embargo, a veces, un simple sticker por wasap me hace reír, un miope de humor en la monotonía final de la botella. Los gatitos de IA bailando lambada es una distracción absurda ralentizada en reels que pasan de largo, recuerdos que la vida no es solo el fondo negruzco en una taza de café flotando hace días en la laguna de una olla.
No sé no me acuerdo de casi nada tampoco entiendo demasiado. No me importa tampoco quiero, menos que menos sacar para afuera la húmeda elongación de la transpiración del río en el aire. Mejor que nada y antes que todo, mejoración hojaldrada, ojalá.
Antes había más tiempo que se amomtonaba en las juntas de las nubes que trotan. El primer mate que recibías de las tías y ya eras un adulto más en la mesa. La sensación eléctrica de tocar con la lengua el contacto de una pila vieja.
Los despertares en memes de la iluminación chuza contra las tempestades personales a las que nos lleva el escrolleo de los pies.
El dolor de una sociedad que no supo qué carajo hacer con la libertad ni con los derechos. Las pantallas ahora están antes que las personas.
Las pantallas, las personas, las pastillas, las personas, las personas, las pastillas, las personas, las pantallas, las personas, las pastillas, las pastillas, las personas. Que antes venían después mejor paradas que ahora. El corazón no te lleva a ninguna parte. Todos caminan con maples por las calles forradas. Ninguna indemnización abrirá alguna vez una verdulería que de plata.
No me gusta peinarme académicamente hablando.
Decir cosas por decir a veces cuesta arriba hasta parar, no paro de decir, por mayor al público a la venta del comercio de la palabras, despacho logístico del decirlo como venga, a la que te criaste, decido decir por sobre todas las cosas. Aunque a veces en la cabozana ocurrencia escupo la irrealidad como pared.
¿Pueden vivir a contramano de lo que se no se entiende?
No fui al río así que nunca hubo un río adentro mío. Espero que el fantasma del capullo cerrado del padrino de la poesía no me tiré de las patas a la madrugada. Yo carraspeo el lenguaje. Lo toso. Lo empujo para afuera para que en el aire seco de la sociedad se moje, aunque sea se pegue al químico de la veredas, se haga carne. Como un perro después que lo bañen y se revuelque en el pasto con osamenta donde se vuelve a enmierdar.
La rata panzona corcovea por el cordón pragmático de la sociedad encorvada por el slam de las noticias falsas. Optimosmo paupérrimo obtuso incinerado. Correr a la tarde por el parque para que la cabeza, pie plana, no se despegue de los planetas de los pies. Camalote en la frente calva de la orilla. Al pobre tigre que le cortaron la cola.
Huevada mañana en clara proteica dormida, elongan fitness los despeinados rayos duros del sol. Entonces esa mitad ahora quizás busca escaparse. Porque la derrota fue enorme y daría la sensación que no hay bonaparte a la vista que ordene. Los melones no los juntó nadie y todos se desparramaron desde la multitud imberbe que pechea para atrás desde la plaza.
El cuero que nunca puse por nadie con los ojos saltones ni empáticos. Nadie se anima a decirlo o es más fácil pensar en otra cosa. El negro se va con la culona la noche que ganaron los otros y siempre lo hacen. Alguien tiene miedo que nos pase algo mientras apoyamos las latas en el hazmerreír que hoy es la calle.
Ellos odian ver al pueblo reír y contento comer choripan, chorreandose la grasa apretada que cae como gota en la remera. Desde la interpretación plástica del embutido al domingo del sol.
La gorda gota que mancha hermosa de grasa apretada la remera cheta.
No sé qué hacer, no sé dónde ir, a veces no sé con quién hablar, otras no sé si está bien chatear, entonces me quedo solo en este minuto infinito mirando el techo o metiéndome en lo mío.
Quererte a vos mismo es el amor más procesado que existe debajo de la sombra de la merienda de frente a la compu apagada.
Por eso las veces que, por lo cual, a qué voy a volver yo para allá, pero necesito discutir a veces también caminar y pensar otras tantas cosas también. También otras bailo solo una cumbia del 2014 que se puso de moda en tik tok cuando llego alienado del trabajo a casa.
La Argentina vuelve a llorar. Y entre la transferencia y la recesión grita los goles de los mates con montañitas de moda. Y quizás era su ilusión burlarse de los estatistas.
Tibios campeones del mundo que no sacaron la cabeza por ningún balcón al pueblo con la copa. No me dan ganas de mirarlos por tele. Ni alentarlos ideológicamente voy a morir tomando mates en la vereda de enfrente a todos ustedes.
Los dialoguistas de la locura del acuerdo dicen que en la frustración se encontraron ensobrados. A la ley bases una hiena al reír, pero al almuerzo con los cerdos. Diputados en pelota con manzanas en la boca arriba de la mesa de los patricios al mediodía.
El amanecer financiero engorda así mismo por la burbuja del aire que le falta al masticar de la noche que pone el agua a hervir para la cena del té del barrio flaco. Se cortó la comunicación. El arte es de los ricos y de los traidores de clase.
Finalmente ahora entiendo la escena de 2001, Odisea en el espacio. Los monos vieron ese enorme aparato enterrado en la tierra y sabiamente no se animaron ni acercarse.
Hasta acá creo que estuvo bien
nos vimos el próximo miércoles.