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Soy lo que se dice un torpe. Poco ducho con las manos. Se me caen las cosas. Me gusta toda la filosofía de Martín Heidegger y su idea de la cosa en la mano y el hombre, me fascina. Pero soy un desastre. Agarré un taladro recién a los cuarenta y dos años. Y si le doy un martillazo al clavo, seguro le erro y me doy en el dedo.
Mi primera chamba fue de ayudante de pintor de mi primo Tano. Pero solo lo hice por plata. Para comprarme mis primeras Adidas superstar en el año 1998 o 1999. Odiaba rasquetear o lijar los muebles con un líquido que ni me acuerdo como se llamaba que facilitaba el trabajo de quitar la primera mano del mueble dejando la madera virgen, digamos para después darle al pincel o al rodillo. Una nueva lavada de cara.
Recién no más intenté ajustar una lámpara de pie de esas que se fabrican en China, primer producto en venta de MP, y quedó torcida. Es imposible luchar contra una tuerca barrida, ni con teflón puedo solucionarlo. Igual sigo intentando ser ese hombre con la cosa y herramienta en la mano, del que hablaba Martincito Heidegger filosóficamente. Pero me cago de infeliz. ¿Para qué les voy a decir una cosa por otra?
Escucho un audio libro de la crónica que escribió José Martí para el diario La Nación en noviembre de 1887 sobre los mártires de Chicago. Justo José estaba en Estados Unidos cuando ocurrieron los acontecimientos de esa secuencia trágica.
Bardo, protesta, juicio, condena, perpetúa, horca y un suicidio; ocho trabajadores involucrados. Solo uno era norteamericano (Parsons) los otros siete eran alemanes. Tres periodistas (Adolph Fischer, Albert Parsons y August Spies), dos tipógrafos (George Engel, Michael Schwab), un carpintero (Louis Lingg), un vendedor (Oscar Neebe) y un obrero textil (Samuel Fielden).
Los mártires de Chicago, así los nombra la historia, eran pura fibra militante en el corazón obrero de una Chicago industrial, con un sistema de seguridad vigilante y bárbaro en sus tratos. Maldita policía contra quien osara protestar.
En ese menjunje, la idea de trabajar ocho horas, era un sueño que venía de lejos, de 1860 y que se despertó ponele ahí, tomó forma de ultimátum en 1884: el primero de mayo de 1886, se laburaba solo ocho horas, sí o sí. Y se prepararon para ese día, los obreros y su líbido, los patrones con sus barras de Pinkerton y el gobierno con su hacha y tiza.
Abril el mes más cruel engendra lilas de la tierra muerta, escribió Eliot en 1922, que nació en Misuri dos años después del hervidero que fue Chicago en abril en 1886. El Primero de Mayo una multitud pacífica tomó las calles, pero la cana no se anduvo con vueltas y hubo plomo a mansalva.
Días después, en Haymarket Square, mientras se protestaba contra tanta injusticia, una bomba explotó y se volvió a podrir. Un cobani muerto fue la excusa para una cacería de brujas contra los laburantes. Algunos patrones aflojaron con las ocho horas pero el gobierno, ni lerdo ni perezoso, declaró el estado de sitio y metió preso a cuánto obrero encontró. Los cabecillas, anarquistas, cayeron primero.
El Chicago Tribune, sin filtro, pedía bala contra los huelguistas. La prensa norteamericana nació ortiva. Así fue la cosa, una lucha a brazo partido por un derecho básico manchado de sangre obrera.
Y ahí tenés a los condenados, con la soga al cuello, pero con las ideas bien puestas en las pelotas. Nada de andar lloriqueando, ¡eh!, sino gritando sus mierdas, mostrando que sus sueños de libertad eran más fuertes que la reja y el peso del culo que fruncía un cuello atado. Plata y miedo, nunca tuvieron, nada que perder. Le sacaron la careta a un sistema injusto, ¡y lo dejaron bien clarito para la historia! Siete alemanes con garras y un gringo soñador.
Unas voces que no se callaron, ¡al contrario!, resonaron en todos los laburantes del mundo, como semillitas de un futuro mejor. Solo dos pidieron perdón, los otros cinco, con una dignidad que daba calambre, prefirieron morir con la frente alta antes que arrodillarse ante el puto sistema. Sus últimas palabras, el autotune de una lucha que hizo mecha, ¡prendiendo fuego la idea de justicia! Y antes de colgarlos, uno de ellos se recitó un poema bien picante, como para que no se olvidaran de ellos.
Los tejedores de Silesia
Con ojos secos, lúgubres y ardientes,
Rechinando los dientes,
Se sienta en su telar el tejedor:
¡Germania vieja, tu capuz zurcimos!
Tres maldiciones en la tela urdimos;
¡Adelante, adelante el tejedor!
¡Maldito el falso Dios que implora en vano,
En invierno tirano,
Muerto de hombre el jayán en su obrador!
¡En vano fue la queja y su esperanza!
Al Dios que nos burló, guerra y venganza:
¡Adelante, adelante el tejedor!
¡Maldito el falso rey del poderoso
Cuyo pecho orgulloso
Nuestra angustia mortal no conmovió!
¡El último doblón nos arrebata,
Y como a perros luego el rey nos mata!
¡Adelante, adelante el tejedor!
¡Maldito el falso Estado en que florece,
Y como yedra crece
Vasto y sin tasa el público blandón;
Donde la tempestad la flor avienta
Y el gusano con podre se sustenta!
¡Adelante, adelante el tejedor!
¡Corre, corre sin miedo, tela mía!
¡Corre bien noche y día,
Tierra maldita, tierra sin honor!
Con mano firme tu capuz zurcimos:
Tres veces, tres, la maldición urdimos:
¡Adelante, adelante tejedor!
Heinrich Heine
Traducción de José Martí
Hasta acá todo hermoso y lindo y rojo, sobre todo colorado, re. Pero estamos en Argentina y las prioridades son otras. Yo mismo arranco este texto citando a Heidegger en vez de escribir estos versos filosóficos de José Larralde “Es mentira el sufrir de los que sufren/ y es mentira el implorar de los que imploran/ tuve dudas al pensar que no era cierto/ era cierto y pensar que tuve dudas”. Ese juego que hace José, ese del final de dar vueltas las palabras y despidiéndose al dudar es impactante, visual y filosófico.
¿Por qué escuché a Charly García o a Spinetta antes que a José Larralde? ¡Por qué ese gran hombre que todavía vive es un ídolo medio under y en desuso? Tendría que haber una cátedra de filosofía argentina en todas las universidades del país en donde se escuche y se debata toda la inmensa poesía de Larralde. Que es filosofía pura. Quizás no existe porque cuando termina esa misma canción Pa’ Que Dentre Joselo termina diciendo “Es pa’ aquellos que creen que pa’ ser criollos/ solo basta con pulsar una encordada/ Yo no soy cantor de mentas pero canto/ canto en verso, canto en beso, canto de alma/ y si a veces digo cosas que abren llagas/ que me escupan si no estoy haciendo patria”.
Cuando abrís llagas tenés consecuencias. Como Jesús, y no me tilden de que me pongo en modo católico, aunque estoy volviendo a la fe, pero ese verso de Larralde es teológico, hermano. Jesús revolucionó su tiempo y por eso lo crucificaron. Jesucristo, morocho y palestino, hizo patria de Dios y lo escupieron y ultrajaron por hacer esa patria. No soy yo, es la poesía de Larralde que me hace flashear.
El destierro y el olvido es lo mejor. Si no preguntale a Larralde. Hasta Fito Páez tiene el récord de ventas de discos vendidos en el país, con El amor después del amor. Y casi nadie escuchó la hora y diez minutos de Herencia pa’ un hijo gaucho editado a finales de los años sesenta.
Y eso que José Larralde no es peronista y acá quería llegar. ¿Por qué celebramos el Primero de Mayo y no una fecha que recuerde algo más argentino? Propongo el 17 de octubre. Bueno, no, ya sé, qué hacemos con los cipayos que también tienen DNI argentino. Nosotros también tuvimos anarquistas en la Patagonia Rebelde. Pero el presidente por aquellos años (1921-22) era el Peludo Yrigoyen. El que está al medio de la trinidad nacionalista entre Rosas y Perón. ¡Qué quilombo la Argentina! Dejemos no más la fecha yankee.
¿Quién soy yo, aparte, para proponer una fecha? Si yo también cuando tenía veinte años quería ser un gran poeta laureado, influenciado más por occidente que por la poesía que escribía César Vallejo con los pies puestos en la patria grande.
Yo soy el primero que tengo la cabeza colonizada.
Pero no me quiero desviar del camino. El trayecto textual que dio génesis a dicho escrito. Día del trabajador. De los mártires de Chicago. Los anarquistas nacidos en Alemania que trabajaban en Norteamérica. Por los que el jueves se festejó el día del trabajador en casi todo el mundo.
Miro el anteúltimo Cabaret Voltaire, Octavio Majul está hablando de Carl Schmitt, un especialista. ¿Y quién era este Carlito? Un jurista alemán que se metió a pensar la política hasta las tripas en el siglo XX. Controversial hasta la médula, un tipo que generaba amor y odio a partes iguales. Un pensador profundo, pero también un oportunista, algunos dicen. Estuvo ligado al nazismo y después cayó en desgracia, como muchos por esos tiempos. Pero su obra sigue dando vueltas, influyendo a gente de todos los colores. Una figura luminosa y oscura a la vez, como la época que le tocó vivir.
Carl nace un año después de los trágicos acontecimientos de los mártires de Chicago. El crítico del liberalismo, saca pecho de estatista. Medio que dice, paremos la mano con tanta libertad. Alguien tiene que regular, si no va a ser un quilombo. No puede ser que cualquiera piense lo que se le da la gana. No puede ser que cualquiera haga lo que se le cante los ovarios o los testículos, un Dios tiene que haber. Y ese Dios es el Estado.
El Estado como ordenador
En criollo, Carl Schmitt pensaba que el Estado era el que ponía orden en el gallinero. Según él, no podía haber una sociedad sin un poder central que decidiera quién manda y qué se hace. Imaginate un partido de fútbol sin árbitro, ¡un quilombo total! Schmitt decía algo así como: “El soberano es quien decide en la situación de excepción”.
No tanta libertad, che
Schmitt no era muy fan de la idea de que cada uno hiciera lo que se le cantara. Pensaba que demasiada libertad llevaba al caos. Para él, el Estado debía ser fuerte y tener la última palabra para evitar que la cosa se descontrolara. Como diría tu abuela: “Acá se hace lo que yo digo, y punto”.
Un Estado de abuela.
En resumen:
Schmitt creía en un Estado fuerte, que pusiera orden y que no dejara que la libertad se fuera de mambo. Para él, era mejor tener un jefe que decidiera por todos a que cada uno hiciera la suya y termináramos a las piñas. Aunque claro, esta idea generó mucha polémica y algunos lo criticaron por su cercanía al nazismo.
Es interesante conectar todo esto. Hacer dialogar locamente todo. Este es el momento en que el mundo está patas para arriba y lo nuevo que debería nacer pareciera que cuesta aún parir. La madre todavía debe hacer fuerza para pujar y corporiza el nuevo paradigma.
¿Dónde vamos a ir a parar los trabajadores, con apenas el secundario completo, en este nuevo mundo donde cada vez se necesita menos trabajo porque todo lo hace la tecnología?
Dónde nos metemos el ¡Trabajadores del mundo únanse! De la internacional
¿Un colorado que da mentorías por reels que asesora espiritualmente a la gente generando ingresos, acaso no es un trabajador? Por qué salto con esto, no lo sé. Se me viene a la cabeza y lo escupo.
Trump quiso volver a un mundo industrial y duró menos que un púber omvre sin experiencia en práctica de coitos. El dinero se volvió dígito. Y esta palabra, “dígito”, viene del latín digitus, que significa dedo. ¡Sí, el dedo! Pero en la antigüedad, los dedos eran la primera herramienta de conteo. De ahí que los números también sean dígitos, por la costumbre de contar con los dedos. Algo tan básico como contar con los dedos se transformó en esta abstracción digital, la verdad que, te deja pensando, ¿no?
Dedo dinero. Pasar dinero de un alias a otro con los dedos en el celular. Generar ingresos con los dedos en la pantalla. Trabajo. Generar dinero y trabajo. Estar todo el día con los faroles sobre la pantalla genera dinero para los monstruos. Trabajamos en los trabajos antiguos del twenty century, pero también le trabajamos gratis al insta, al google, etc.
Conclusión:
Ninguna más que festejar el día del trabajador, aunque sea trabajando gratis para Zuckerberg, y que eso te importe poco. Al fin y al cabo del polvo venimos y al polvo nos volvemos. Que ellos se queden con el ingreso, nosotros con la poesía. Siempre hay una salida hermosa a la inmundicia del sistema y esa salida es romántica, colectivamente organizada. Ustedes me entienden.
Hasta acá estuvo medio trabajoso
nos vimos el próximo domingo.