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Hay un loco en tik tok que en los videos ostenta guita y dice todo el tiempo “los que conocen saben/ me la gasto toda/ botellas caras”. Invita a gente a una fiesta y promete hacerse cargo de todos los gastos, a los primeros diez que comenten el videito, mientras hace flexiones con un solo brazo, al otro lo tiene apoyado sobre la espalda con un manojo de billetes, dólares y pesos y sigue y todo el tiempo hablando rapidisimo, intensamente.
El loco tiene unas gafas enormes que le tapan casi toda la cara, el marco de los anteojos dice en grande DOLCE & GABBANA.
Yo miro ese videito y me pongo a pensar en lo que escuché antes de ayer, en la última editorial de Pagni, que el banco central se quedó sin reservas. Las debe tener este loco, digo en silencio. Acto seguido dibujo en mi mente millones de esferas argentinitas todas atomizadas que forman una Argentina enorme y apretada.
El loco sigue promocionando su fiesta, los que conocen saben, botellas caras, los chicos de la T y la M, me la gasto toda, los primeros diez que comenten, antes eran doscientas lucas ahora son seiscientas lucas por billetera, los que conocen saben, los chicos de la T y la M, Messi; al pulga lo vamos a traer para que se puedan sacar fotos, el duki, botellas caras, nada de traer hielo, solo botellas caras, me la gasto toda, los que conocen saben, los primeros diez que comenten.
@Briavachok tiene 53.7 K de seguidores en su cuenta, una enorme masa virtual que sigue su vida a diario, habla hasta filosóficamente, ya que en una parte del relato expresa referencia a los fieles conocedores del saber. Mi mente no para de pensar de quiénes se tratarán estos fieles por el saber conocido.
Otro caso muy reciente que acaba de ocurrir en nuestro país. Es la colecta de Santiago Maratea, famoso influencer, que movido por una situación de bancarrota en la que está hundido el club de fútbol Independiente, decidió hacer una colecta virtual pública. Al momento de escribir está página el influencer lleva juntado más de 600 millones de pesos, en tan solo a penas una semana de colecta. En una de sus historias él supo definir a sus seguidores como su propio ejército empático. Otra definición que me explotó el cerebro.
Pero por otro lado salimos a la calle y la recesión no para de tirarnos guiños y saludarnos. La languidez económica Argentina está cómodamente vectorizada en cada rincón del mapa, es tan grande y lleva tantos años entre nosotros, que podría sentarse al lado nuestro y cebarnos mates al desayuno cada mañana mientras abre el illustrator en el cual se desdibuja.
No tengo que escribir porque ustedes mismos pueden comprarlo. Un maple de huevos que en Marzo estaba a 700 pesos en Abril está a 1700 mangos. Y así con todo. Uno se va arreglando con lo que tiene, como dice mi vieja que es jubilada.
Sé que la Argentina es un país enorme y que la mayor parte de la riqueza siempre la tiene la gente de la capital. Donde atiende Dios, donde Brian puedo invitar a tomar botellas caras a los que conocen y saben, donde Santiago puedo juntar no sé cuándo quichicentos de millones en un par de horas de sus empáticos.
En esa incógnita estoy frente a la pantalla super AMOLED de 6.5 dentro de una burbuja, que mide lo que yo acurrucado, y flasheo que flota en el aire, en el aire asqueado, entre un montón más de argentinitas, de pequeñas cápsulas atómicas, todas con la misma firma electrónica de De Pedro en el DNI, con toda esta matemática programada que brilla ante mí y ante todos. Pero entonces atravieso el umbral, todo este pasadizo informático de mínimos toques de eternidad y entre los comentarios de tenues contactos de espíritus me dejo caer, hasta el fondo más profundo del consumo que soy capaz de llegar sin agotarme.
La oscuridad brilla en la pantalla encendida.
Chau hasta el próximo miércoles.