IV Quimchao.
Al otro día comimos en la cocinería de Dalcahue, es un edificio con forma barco encallado sobre el muelle con ventanas que emulan claraboyas, adentro hay distintos cocineros, cada uno con su cocina, su barra y sus mesitas. Probamos el milcao que es una masa frita de harina y papa rellena de chicarrón de cerdo. Además pedimos una empanada de mariscos. En chile las empanadas son grandes, muy grandes, mas o menos el triple de grande que las empanadas de acá. Así que una empanada, más un milcao alcanzaba para que Agostina y yo podamos andar un rato hasta elegir otro lugar o probar otras cosas.
Después cruzamos en la barcaza hasta Quimchao otra isla del archipiélago y ahí nos tomamos un colectivo hasta Curaco de Vélez, una localidad prolija que tiene un muelle de madera que recorre todo el largo de la bahía. En unas glorietas de madera había binoculares para ver toda la playa, el mar, los cisnes flotando y las gaviotas en coreografía irregular de bandada que volaba de un lado al otro de la bahía.
La diferencia entre mareas cambia mucho en esa latitud, La marea estaba baja entonces quedaban charcos, lagunitas y botes encallados, en una playa que se extendía cientos de metros. Después de un rato nos tomamos otro bus que nos dejó en Achao que es otra localidad de la misma isla.
A diferencia de las otras ciudades que recorrimos Achao parecía a primera vista menos turística. Es un pueblo un poco despintado, como si le faltara mantenimiento o simplemente no les interesara su aspecto. Nos bajamos del micro en un mercado que emanaba olor agrio a pescado y mariscos y adentro tenía algunos puestos que vendían recuerdos, pero más que nada el mercado estaba lleno de ropa usada, a diferencia de los otros mercados dónde se nos tiraban encima por la pinta de turistas para vendernos cosas, ahí no nos daban importancia, incluso me atrevo a decir que nos miraban mal por estar merodeando. Comimos en uno de los restaurantes que daba al muelle y desde la ventana veíamos bajar autos, camionetas, gente con carros y bolsos.
Achao es el puerto desde dónde salen las lanchas y los ferris hasta Alao, Apiao y el resto de islas menores del archipiélago. Todas las lanchas salen a las tres de la tarde y hacen recorridos que duran entre 90 minutos y 3 horas. Como todas las lanchas salen al mismo tiempo el tráfico en el muelle se pone intenso. Los autos hacen fila para descargar rápido las maletas, hay carreros que llevan cajones de frutas, verduras y demás provisiones, camionetas que descargan bolsas de harina y diferentes productos para repartir en las islas.

Un oficial de la policía marítima controla el muelle y la salida de barcos con una planilla. Zarpan rápido y de manera caótica. El policía da la indicación y en menos de un minuto ya están navegando. Una familia llega tarde, carga algunas cosas y como la lancha está por zarpar tienen que bajar todo devuelta, El barco suelta las amarras y encara su rumbo cuando la mujer empieza a gritar “Carmencita, Carmencita”. El policía se acerca a la mujer y ella le dice a los gritos que la niña quedó arriba del barco. El policía avisa por Handy que una niña quedó sola y el barco vuelve al muelle, pero como otros barcos ya amarraron en el lugar donde estaba, los marineros pasan a la niña como una bolsa de papas, desde el barco hasta otro barco, de ese hasta el muelle donde la madre de Carmensita la regaña y la abraza.
V Los salmones.
En la zona de Puerto Montt y Chiloé la industria más importante es la salmonicultura. En las distintas bahías hay jaulas dónde crían a los salmones. Las jaulas son pasarelas de acero que flotan en el mar y de las que cuelgan redes dónde van creciendo los salmones. Una vez que los salmones tienen el tamaño indicado un barco los succiona con una bomba y los lleva hasta un centro de acopio dónde los faenan.
Pedro, mi tío, trabaja en un centro de acopio dónde es jefe de planta. Cuando llego a la entrada del matadero había tres hombres sentados y una chica jovencita me recibió. Cuando le dije a quién iba a buscar me miraron con cara rara. La chica avisó por Handy y mi tío respondió que me registren y que ahí me buscaba. De repente unos hombres que estaban de pie se sentaron y empezaron a simular tareas entre papeles y computadoras.
El centro está a la orilla del mar y a cien metros tiene las jaulas de acopio. Me dieron un chaleco salvavidas, un casco, unas botas, mi tío llamó por handy y nos buscaron en un muellecito. La jaula tiene 6 redes y unas pasarelas por donde los obreros van acomodando las redes. En la entrada de las pasarelas hay una bomba y un tubo gigante que succiona los peces y los lleva hasta el matadero. En la jaula estaban levantando una red para agrupar a los peces para que la bomba pueda succionarlos mejor. En esa red que levantaban había más o menos 14 mil salmones de la especie Coho con un peso promedio entre cuatro y cinco kilos cada uno. Son bichos fuertes y aunque llevan días sin comer saltan unos encima de otros tratando de escapar de la bomba. El tubo corre por el lecho marino hasta el matadero dónde pasan por otro tubo que les da una descarga eléctrica que los deja desmayados por unos minutos hasta que entran a la correa de distribución, ahí le cortan las agallas, le sacan las vísceras y los meten en baldes gigantes con hielo, los cargan en camiones y los llevan hasta otro frigorífico para que los fileteen, le saquen las espinas y los empaquen para distribuir.
Desde la oficina de mi tío hay una ventana que da a la línea de producción en la correa se empiezan a acumular los salmones, porque desde el acopio están mandando más de los que pueden filetear y los peces empiezan a despertarse con espasmos. Mi tío señala que ahí hay un problema y da unas indicaciones por Handy al jefe de producción. Como ya son las cinco de la tarde delega el trabajo y salimos de la planta en furgón.
VI Quemchi.
Cuando elegimos Chiloé como destino me puse a investigar sobre sus cementerios, como a Agostina no le gustaba mucho la idea de visitar cementerios en vacaciones negociamos visitar uno solo. El que elegí es uno pequeño que está en el pueblo de Quemchi en la isla grande de Chiloé, la particularidad es que está en una pequeña isla que se llama Aucar y que se llega por una pasarela de 500 metros sobre el lecho marino. La isla es un poco más grande que una manzana, tiene una capilla de tejas de madera al estilo chilota, La entrada al cementerio emula el timón de un barco, un alambrado divide las parcelas de entierro. Adentro hay tumbas de distintas épocas. Las más antiguas tienen cruces de madera enmohecida o de hierro oxidado. Las más nuevas cemento y mosaicos. Las tumbas están muy pegadas unas de otra y casi no se puede caminar entre ellas.
Algunas de las tumbas descansan en pequeñas casitas, que tienen un altar, flores, cruces, fotos y un banco dónde los que quedan pueden visitar los restos de los que se han ido, dedicarle oraciones y pasar un rato recordándolos. Tienen techo, puertas, ventanas incluso algunas emulan un pequeño patio con cercos floreados.
Las casitas tumba le dan un aspecto familiar, una suerte de barrio, algo íntimo y hogareño. Es que en Chiloé los meses de invierno son tan duros que de otra manera los deudos no tendrían como resguardarse al visitar a sus muertos.
De alguna manera la isla Aucar reúne, en pocos metros, la línea transversal del urbanismo y la arquitectura chilota que está emplazada por tres partes, el cementerio. el templo y el muelle. Todos realizados del mismo material.

VII Mercado de Puerto Montt.
En el centro de la ciudad de Montt está ubicado el mercado municipal, un galón de dos pisos que ocupa más de una manzana. Adentro tiene tres pasillos dónde los puesteros coloridos por las frutas y verduras que ofrecen, hacía el centro salmones, congrios, robalos sobre mesas de hielo molido. En otros puestos distintas clases de mariscos, las clásicas almejas, las navajuelas, choros negros casi tornasolados, mejillones y piure que parece una piedra cortada desde dónde salen organismos rojos y brillantes que tienen un gusto agrio y metálico.
En otros puestos ofrecen distintas clases de algas, el cochayuyo es un alga marrón, que puede llegar a medir 15 metros, estas lenguas de alga se secan y se pliegan sobre si para venderse en atados que son muy característicos del sur de chile. Mientras mirábamos los atados de algas un puestero nos ofreció probar luche un alga que se vende en ladrillos prensados, de principio es parecida al alga nori pero con un gusto amargo tan intenso que nos quedó en la boca el resto del recorrido.
Ese día, como todos los sábados se juntaron distintos productores artesanales en el salón central del mercado, sobre tablones ofrecían verduras, mariscos a granel, más algas y toda clase papas. Por lo general los sábados llegan todos los productores de las distintas islas del archipiélago a ofrecer e intercambiar sus productos.
Sobre los diferentes productos que hay en el mercado de Puerto Montt se destacan sobre todo las papas. Papas grandes, papas alargadas, papas amarillas, rojas, violetas. Con variedad de sabores y formas la papa es uno de los ingredientes fundamentales de la cocina chilota. El milcao una especie de bomba de papa y harina. La chochoca una masa de papa que se cocina alrededor de un palo que una vez cocida se rellena con carne y el curanto, una especie de guiso con papas mariscos y carne que se cocina en un hoyo en el suelo. Como ven, los principales platos de Chiloé todos tiene papa en alguna parte.
Mi tío cuenta un chiste: Resulta que unos caníbales secuestran a un chilote para comerlo. Cortan verduras para dar sabor y tiran muchas papas para rellenar. Al chilota lo tiran adentro del caldo y cierran la tapa. Al rato cuando los caníbales vuelven a abrir la tapa y el chilote les dice, “¿Teni ma papa?”.
Después del mercado fuimos a Frutillar que es un pueblo a orillas del lago Llanquihue. Es un pueblo bastante más acomodado, tiene casas que parecen mansiones. En la otra otra orilla del lago se alza como una postal el volcán Osorno en frutillar no hay punto desde el que no se vea su punta nevada. Frutillar es una de las ciudades más importantes de la región en lo cultural. Tiene un teatro magnifico construido sobre un muelle con dos grandes salas y restaurantes, vinerias, souvenires y librería. Región de los libros en el teatro de frutillar es la única librería que visite, aproveche para llevarme un ejemplar de Poeta Chileno de Alejandro Zambra una novela un tanto larga pero dinámica que disfrute mucho leyendo a la vuelta del viaje y gracias a la cúal recordé muchas cosas del viaje y que de alguna manera me dio ganas de sentarme a escribir esta crónica.
El domingo aprovechamos para descansar y el lunes a la mañana salimos en colectivo de vuelta hacia Bariloche, de ahí el avión hasta Capital y desde ahí a Concepción. Despúes la rutina nuevamente. Yo aprovecho los ratos libres del trabajo para escribir y sentir que todavía estoy mirando el mar y las montañas.
> Fotos de Agostina Aguirre
> La parte I de esta crónica se lee acá
