Ayer fuimos a la concentración en Paraná contra el mega DNU del presidente. Las banderas de Entre Ríos y Argentina flameaban torcidas en el frente del Juzgado Federal y la sensación era que, para la gravedad de la situación, la cantidad de gente en la calle todavía es poca. Como si estuviese limitada solo a las organizaciones sociales y a quienes van habitualmente a las movilizaciones.
Igual de distintas personas escuché lo mismo: todavía hay un piso con el aguinaldo, devolución del IVA, distracción por las fiestas, bla. Además el DNU genera incertidumbre, asusta, abruma, pero todavía no se siente en la vida real, ¿o sí?. “Esperá unos meses cuando lo sientan en el bolsillo”, dijo alguien.
Lo cierto es que mientras la Municipalidad y la Policía desviaban el tránsito y se escuchaban los bocinazos, nosotros, sentados en el cordón de la vereda del Casino de 25 de Mayo, leíamos (¡con estupor!) la noticia de la Ley Ómnibus. “Anula el Congreso por dos años”, decía Julián y nos parecía increíble.
A lo que se refería la nota es al Artículo I, que habla de las “delegaciones legislativas al Poder Ejecutivo nacional de emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, social, previsional, de seguridad, defensa, tarifaria, energética, sanitaria y social”. Por un plazo de dos años con posibilidad de extensión a cuatro.
Y yo pensaba en otra cosa que leí en estos días. El economista Milton Friedman, precursor de la teoría del shock, dice que las crisis dan lugar a un cambio de paradigma: permiten aplicar medidas que hasta ese momento eran “políticamente imposibles, para convertirlas en políticamente inevitables”. Para esto, explica, es necesario romper con el orden anterior, presentarse como lo opuesto, lo nuevo, construir a partir de las “promesas rotas”.
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Otra sensación que escuché y hablé, es la bronca frente a la ausencia en la calle de los dirigentes del peronismo, entrerriano en nuestro caso. Hermi dice que está enojada y cree que nos van a traicionar otra vez. Y siento que tiene razón. Como cuando Bordet estaba re bien con Macri y Frigerio (y capaz eso nunca cambió, pienso).
Lo dijo Grabois ayer en la movilización de CABA. “Veo al movimiento obrero y las organizaciones sociales movilizados, ¿y la política dónde está?”. Hablaba de Alberto Fernández, Massa y los legisladores de Unión por la Patria, para que acompañen en las calles los reclamos de sus votantes. Algunos que sí estuvieron: Santoro, Katopodis, Valdes.
¿Y los radicales? “No esperabas nada de la UCR y aun así logran defraudarte”, me decía Felipe el otro día mientras caceroleaba en Palermo y me mandaba declaraciones tibias de Lousteau sobre el DNU, a favor de un cambio y proponiendo una ley espejo para discutir en el Congreso “capítulo por capítulo”. Me pregunto también qué será de los socialistas y la izquierda y los “independientes” y los apáticos y los anarcos. También que será de los antiperonistas y los libertarios. Y de todxs nosotrxs.
¿Y entonces qué hay que hacer?, le digo a Hermi después y acordamos algo: que toda esta depre no nos embronque también entre nosotros.
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¿Y entonces qué hay que hacer?, me vuelvo a preguntar hoy jueves. Necesitamos de la movilización social, pero también de la política y la justicia, leo por ahí, entre mil mensajes más. El mundo es un palabrerío y dejo para otro día algo que estaba escribiendo sobre eso. Habla sobre algunas palabras, sus orígenes y sus sentidos. De esa nota traigo esto para que linkee: hay un meme que compara al presidente con Calígula, un emperador romano que, se rumoreaba, se acostaba con la hermana, al que sus súbditos llamaban “el loco”, que despreciaba a las instituciones públicas del Imperio y que quería nombrar cónsul a su caballo Incitatus.