Mirando unas publicaciones de Instagram, me apareció en las historias una foto del perfil de apolaliffschitz: la foto era de tres pibas o cuatro haciendo el símbolo de la paz o la V de victoria del peronismo. En el contexto actual de crueldad y violencia hacia el otro, el otrx, el otre, me emocioné con la foto y la frase escrita con lápiz de labio rojo en el espejo detrás del grupo de apolaliffschitz: PEACE LOVE COMMUNISM. En este texto, brevemente, trataré de pensar al “Ser Nacional” y los chauvinismos de Lugones.
En la actual coyuntura política-social-económica-cultural, quién sería el “ser nacional”: la fantasía de la clase media dolarizada, el muchacho con supuesta educación financiera que hace repartos de rotisería en bicicleta para PEDIDOS YA… Y cuál es el verdadero Lugones: ¿una especie de superhombre del positivismo?
Exhumar frases y hechos para entender y esclarecer la violencia política en la Argentina. Violencia que generó Leopoldo Lugones desde su figura y la proyección de ésta en la dictadura de Uriburu, la Liga Patriótica y la Década Infame. Estos tres elementos, sumados a la aplicación de la picana eléctrica, invento de su hijo Polo Lugones, en las comisarías de Buenos Aires, cuando era comisario inspector de la Policía.
“Nuestro Rubén Darío”, le decía Borges a Lugones, y lo sepultaba bajo lápidas francesas. Imagino a Lugones, pensado “Las fuerzas extrañas”, saliendo de la biblioteca del Consejo de Educación a visitar comercios dedicados a la venta de objetos exóticos. Comercios con muebles con incrustaciones de nácar, pantallas ovales, esteras decoradas, pagodas diminutas, cabezas de alfileres mínimas, adornos de carey, trabas para pelo, abanicos prolijos, moños, admirada paciencia artesanal, y más aún: trajes blancos de esgrima, espadines, cascos de esgrima, charreteras, sables y revólveres.
Lugones camina dentro de una de esas casas comerciales con “posesivo paso de batalla”, así lo describía Mastronardi, le gustaban esas cosas. La naturaleza de sus gustos, los elementos espirituales de su escritura y la permanente participación en la estética política del país, no tienen ninguna distancia entre sí. En el Centro Naval se anima con la disciplina del acero. La práctica de la esgrima y la escritura de “La hora de la espada” es una oda a la Década Infame, a Uriburu, enaltece lo que su fantasía le ha sugerido como super hombre nacional, quiere que eso sea el ser nacional, una idea de masculinidad superlativa sacada del prusianismo y adaptada a Latinoamérica por un hombre que parecía un gendarme rural.
Estas apreciaciones sueltas dicen algo sobre su mundo mental. Cumple la función del poeta nacional, que mira en profundidad al ser nacional y le da un destino. En su poesía traslada al verso toda esa voluntad masculina, le agrega una voluntad planetaria.
“Usar todas las palabras del diccionario para escribir”, aconsejaba Lugones y su escritura es una confianza ciega en sí mismo. Es el racismo operando. Omite hechos que no sean necesarios para la conformación de la idea cultural hegemónica del Liberalismo argentino, conservadores que quieren imprimirse en todas las formas de la realidad nacional. El instinto moral no velado le prohíbe la no participación de la batalla cultural de su época; Lugones y el gobierno actual proponen una programática participación en la política y la cultura. Lugones trabaja para el coraje y la fuerza. Terminará siendo él mismo víctima de ese pudor viril.
Su poesía es la materialización de un mandato: instala una idea de nacionalidad, reelabora el criollismo, reinterpreta a la poesía gauchesca, hace estudios sobre ella, le da otro origen para que la oligarquía vuelva al poder con un ideal literario, no “el gaucho medio ligerón”, no el desertor de los fortines, no la sustancia dramática del gaucho, a ese gaucho lo desaparecieron.
Gracias a la reinterpretación de Lugones se escribió el héroe de Guiraldes, la última modalidad del gaucho, Don Segundo y el museo gauchesco para evocar el pasado cerril. Reconstruir la imagen del gaucho, y que sea el emblema del ser nacional, con su estancia antigua, aleros, pozo de brocal, paredes de adobe y otros elementos del campo. Lo que era una oposición inmediata a ese modelo de país oligarca, en la idea de Lugones se transforma en curiosidad nostálgica.
Pintoresquismo y amabilidad. En este contexto de pensamiento la efusión lírica de Lugones se impone como literatura nacional, se impone como poeta civil. Usa los asuntos de lo que era una memoria común, los interviene, para trasladarlos al nuevo ser nacional, el que se fue gestando en la Argentina con el odio a Yrigoyen, el odio al otro. La celebración patriótica de Uriburu y su golpe de estado, la Década Infame de los campos y muchos más recursos entregados al dominio de Inglaterra. Lugones escribe y escribe sobre numerosos asuntos y temas fiel a su idea de superhombre nacional, usa todo tipo de adjetivos insólitos, sin descanso, todo se dirige hacia una certeza que se lleva puesto el ánimo del lector actual.
Ejecuta la función del fogonazo metafórico. Nos presenta un gaucho con botas nuevas en una dominical Sociedad Rural. Se convoca a la unidad nacional de las clases dominantes con el Ejército y lo que sigue ya lo sabemos. Con el uso de Lugones del espacio para la tarea descriptiva, con su complejidad verbal y estilo barroco, así se justifica la hecatombe de vacas y de pobres, octosílabos celebrados en su “vuelta a la tierra”.
El poeta nacional ofrece su estética telúrica como tributo estable a la patria. Explora “lo nuestro”. “Lo nuestro” para lo mentores de Lugones: la idea de superioridad racial que tenían de sí mismos. Lugones concreta esta idea de superhombre del ser nacional con su poesía de lenguaje tapiado. Nuevas y más formas para la oligarquía amante de la poesía folklórica. Une su nombre a la tradición literaria sustentada por la anatomía del estilo y la movilidad del lenguaje, el sable, la postura marcial, el campo roturado, los mares, la empresa civilizatoria, el esfuerzo del inmigrante gringo, la potencia verbal, su misión positivista se abre camino, por medio de una rima inusual, hacia una red de posibilidades, busca el prodigio.
Los poemas de Lugones son el paradigma de lo que solo está hecho de bellas palabras y anula el desorden, anula a otros lenguajes. Sugiere la confirmación de un orden apacible y doméstico, en apariencia, sustentado con la extrema violencia política, el racismo, el hambre, la crueldad aplicada a lo que pueda perturbar la paz del país burgués.