Poemas de Agustina Lescano

Las sombras

Mandé una invitación
y no tuve respuesta.
El otro no leyó o no quiso.
Me parece ver una sombra
Cuando busco algo dulce y miro
para el costado mientras abro
la heladera, no es la primera vez
que me pasa
los cambios de la luz
se confunden con una especie
de presencia
que interroga,
mis propias preguntas
avanzan por el patio vacío
¿hay algo que se mueve?

*

Las puntas

El día antes del casamiento
la novia va y se corta el pelo.
Contaba el Cuqui, mi abuelo, comisario
quejoso, frente a los rulos
cortitos de mi abuela, su mujer.

Después de ella, su hija, mi mamá, esperaba
a que el Cuqui se aprontara
para dormir la siesta.

Golpeaba la puerta y preguntaba
con la tijera en la mano y las puntas florecidas
Papá, ¿me puedo cortar, un poquito nomás?

En casa, si yo no había vuelto
a dormir, nadie me preguntaba
cuando llegaba a la mesa
del domingo, con la cara
de dormida y el pelo
enredado.
Después de levantar
entraba a bañarme.
Mamá me ayudaba
a desenredar el pelo húmedo
trabajaba con el peine
desde las puntas
hacia arriba
para no tironear más
los nudos ni quebrar
el pelo, primero se desata
cada uno y después
se pasa el peine a lo largo
del pelo llovido
largo y marrón.

Ahora, la convencí
o mi mamá se convenció sola
se dejó las canas y el pelo plateado
le queda hermoso.
Yo me estoy dejando crecer
el flequillo.

*

Qué hermosas, cuando leo los libros que me prestan
las puedo ver, con el lápiz en la mano, haciendo un subrayado en este verso,
haciendo íntimas palabras en una página cualquiera.
Cuando se quedan, en una silla del fondo,
dormidas, borrachas
o se deciden por tomar vino blanco en la fiesta y la mitad de la quinta botella
advertida por estar de más rueda
por el piso del colectivo,
se enoja el colectivero y nos quiere bajar.

Cuando bordan, amasan, dejan en remojo, se prestan vestidos, se donan buzos viejos,
qué pesadas, a veces, por favor.
Cuando para aceptar algo queremos chocarnosló en la cara,
qué lindas, realmente, cuando se ríen,
cuando no tienen que irse a ningún lado,
cómo resuelven, por dios, qué digo!
pero sí, cómo resuelven, acomodan,
disponen la bebida, la comida, la droga,
a qué hora pasa el colectivo,
el orden y la fiesta.

*

Villazón

Soñé con los cementerios
que habíamos visto
al costado de la ruta,

arriba, en la montaña.
Cada muerto tenía
flores nuevas, de papeles
de colores. Rulos de cinta bebé,
ositos, pelotas, bebotes y hadas
en las tumbitas. En algún momento,
alguien sube
hasta allá
con todos los arreglos
y vuelve con los restos.
Quién, ¿quién se ocupa
del sueño de los dormidos?

*

El Leo estaba a mi derecha y no hablaba.
Hacía una hora, dos, ¿tres? que estábamos ahí
en el pasillo afuera de terapia intensiva,
ya nadie sabía qué decir,
él no había
abierto la boca y yo
sabía que era porque no había
nada para decir y eso
era difícil de transitar.
Recién varios días después pudimos
pasar y ver a nuestra amiga. Estaba
larga, flaca, llena de cables y tubos
en la cama de la terapia
y estaba viva.
Pensé que se moría, dijo el Leo, por fin
con el aire que le dio el alivio

cuando el médico, no me acuerdo cuál,
salió y dijo que ahora había que ver cómo pasaban las próximas horas.
Yo sentía que tenía dos dorados, dijo ella
mucho después, ahora que ya se recuperó
y seguimos todos vivos.
Dos dorados, que es un pez hermoso, me nadaban acá
y yo me sentía bien con ellos, pero me dolía,
nos cuenta, sobre las sensaciones de la morfina.
Leemos una crónica sobre un chico que tomó DMT y ayahuasca
y así pudo volver a soñar con su mamá, reencontrarse con ella
a quien había perdido hacía mucho tiempo.
Mi amiga, en los sueños del coma, se veía
nadando sola, lejos de su propia madre, en el río Paraná
ancho
con una luna
hermosa.
Esa noche fue tan linda y la recuperación tan dolorosa
que muchas veces quiso volver ahí, nadar sola hasta ahogarse,
irse y que ya no haya molestia ni dolor,
aunque los dorados brillaran en su pecho,
aunque pudo ver nuestras caras cuando fuimos a verla
y se sintió querida y acompañada.

*

La verdad es que le tengo miedo a la oscuridad
y que me dan impresión cosas como una silla corrida sin nadie que se esté a punto de sentar
porque parece que invita a un fantasma, le da un lugar.
A veces me despierto con una angustia, una ansiedad
donde se sabe que va a la ansiedad, en el pecho
por eso le pongo ese nombre.

Puede que sea un momento de asma después de la noche
una dificultad para respirar ya naturalizada
a costa de abrir la boca, sentir la resistencia que taponea la nariz
buscar un olor a casa que no hay, que no habrá.
Queremos dormir, descansar de tantos años, pero nos despertamos temprano
porque no somos gente tranquila en las sombras de sus antepasados.
Tenemos policías, indios, comerciantes, amas de casa, polizontes, qué más
nos preguntamos más bien por el futuro
queremos comprenderlo todo
conocer lo bello reconocer el mal,
despertarnos temprano a tomar mate amargo y pensar.

*

El año oscuro

Supongo que cuando empecé a ser tu amiga
no entendíamos bien
qué era eso, yo tenía
amigos varones, pero lo nuestro
era llamadas por teléfono
veranos enteros sin hacer nada
tardes de la semana sin hacer nada
más que hablar y tomar el tereré
que nos salía asqueroso,
ahora me gastarías porque no lo hago
más con polvito, siempre naranja y limón,
en un momento entendimos
qué era una amistad y que nos íbamos
a querer mucho. Cuando vos me contaste
yo ya sabía y a vos no te salía ninguna palabra,
pusimos la luz de una lámpara bajita
no dormimos en toda la noche y al

otro día desayunamos con los ojos hinchados,
fuimos a la escuela
con los ojos hinchados.
Después, muchos años después
tuvimos
el año oscuro
vos estabas muy asustado y yo no
había entendido bien,
creo que también
estábamos metidos en cosas nuevas
y por eso de hablar las cosas
para escucharnos, con la voz del otro, y seguir pensando
necesitábamos distanciarnos.
Hoy nos gusta poder decir
¡Ah! ¡Pero, eso fue en el año oscuro!
y reírnos, y lo escribo ahora
porque estos años fueron muy difíciles
y aprendimos tanto,
así que ahora voy a mandarte esto
para que te rías
con un poco de llanto.