de Escribir dice
Cómo no decir los paraísos perdidos
de las serpientes encantadas
pasadizos
por los destellos de vidas lejanas
de qué pueden hablar
los paraguas que no conocieron la lluvia
silenciosos
tiernos
ingenuos
imbéciles
acumuladores de anécdotas
que llevarán a algún lado
premios
muchos premios
recostados en los armarios
imbéciles
como la imbecilidad es calma
también es desesperación
emito juicios
porque es gratis.
Irrepetible arte
el deseo
la palabra amor
sus incansables acciones
que hoy me aburren
letras que intentan escribir
me enredo
en las ramas del otro
a veces muero ahorcado
otras, ahorco.
De Abrir los ojos a la innfacia
Tarde con lluvia
olor a tortas fritas
los pibes descalzos
jugando en el agua
maravilloso mundo:
chapotear de patas descalzas
que correte te digo
que no me salpiqués
que tengo lágrimas
y sabañones de las alpargatas.
de Atrás quedaron
Atrás quedaron los reyes
dueños de la historia
somos herederos de la duda
la incertidumbre nos ahoga
nos alienta
vemos ante nosotros
dioses de humo
hombres de humo
que se creen dioses
llamas pequeñas
corazoncitos de fuego
solo es cuestión de soplar
para hacer botella
y levantar las velas.
Esta carga de cuerpos desnudos
que se dirigen a morir cada noche
caminan
sobre los orificios de la nada.
Lejos de saber el destino
que ignora el origen
los cuerpos de gladiadores
esclavos, efebos, ángeles paganos
caminan con la lentitud de la muerte.
Así van los hombres de mi vida cada noche
a morir en las playas de este mar de sábanas.
Algunos se mueren por amor
otros por dinero
que es también amor.
Cada mañana tiro la ceniza de sus cuerpos.
Un vecino hace la denuncia cada mañana:
Es un asesino, declara.
Y cada mañana reitero
la inocencia
que llevo sobre las espaldas.
La mujer de los dos agujeros
abre sus piernas
arremete con sus dos lenguas
la mujer de las dos bocas
de las dos vidas
la mujer
agujero del mundo
penetrador agujero
molde.
La mujer de las dos palabras
la puta
y la otra
mira
los cuerpos de los hombres bajo la cama
duerme, sueña con hombres eternos.
La mujer de las dos bocas
pronuncia el engaño
lo grita
babiantes lenguas sobre los cuerpos
la mujer de las dos bocas
solo ama los cadáveres.
De La mirada del cuerpo
Muros negros dentro de mis ojos
donde acribillo el alma
yo no sé amar
quiero aprender
soy tan pequeño y tan grande
ya no puedo creerme el silencio
necesito averiguar dónde estoy
he perdido nuevamente la brújula
se aflojaron dentro de mí las llaves
sé que no estoy muerto
me aburre esta manía de sufrir para sentir la vida
es realmente la hora de abandonar el llanto
dejar de mojarme en mi propio cuerpo
no quiero aturdirme en este mar de palabras huecas
me duelen los silencios
las palabras también
la nada.
Daniel Retamar (Crespo, Entre Ríos, 1962, Buenos Aires, 1998). Fue escritor, artista y activista. Estuvo desaparecido a los 16 años, secuestrado en el Olimpo. En los años 80 fue militante del Frente de Artistas del Movimiento al Socialismo y uno de los impulsores de la naciente Comunidad Homosexual Argentina. Como editor y diseñador, trabajó en Ediciones del Cronopio Azul y en la revista El Arca. Fue, además, gestor y uno de los fundadores de la revista de Artes Escénicas Independientes, funámbulos, que le debe el subtítulo Los Viudos de la Certeza.
Para conocer un poquito más a Dani. Compartimos un resumen de la intro de Ana Longoni del libro Detrás de estos ríos selección de poemas (1985-1995) Ediciones del Dock
Patchuli
A Dani le gustaba el Patchuli. Nombrar ese perfume es volver a olerlo. Algunos dicen que es un perfume marica y él lo conseguía en tubitos de ensayo tapado con corchitos en algún puesto ambulante de avenida Corrientes para regalarlo a Trote y Moche. Es muy probable que fuera uno de sus tantas invocaciones a disfrutarlo todo en la vida.
El ingreso de Dani a la militancia fue con apenas 15 años. Sobre su secuestro en Villa Fiorito, a fines de 1978, alguna vez contó que su compañera se quitó la vida y él no pudo hacerlo, o decidió no hacerlo, porque tenía upa a Matías, el hijo de Lucía, su dirección partidaria también secuestrada. El niño tenía menos de dos años y fue el botín que intercambiaron sus captores. Dani terminó en el Olimpo con 16 años hasta principios de 1979, cuando fue “liberado”, llevado por un milico hasta el galpón, donde se refugiaba su madre y su hermano, en Villa Crespo.
Me encontré con Dani en 1984, militando en el MAS. Yo acababa de regresar con mi familia del exilio en Perú, y no recordaba nada de la infancia platense. No nos reconocíamos, pero nos hicimos amigos enseguida, y juntos armamos un grupo que quisimos bautizar “Socialistas por la Liberación Sexual”. Y la corrección política partidaria (por cierto, de un dirigente gay) terminó llamando a “Alternativa Socialista contra la Opresión Sexual”. Nos reuníamos todos los sábados a la tarde -en el local que nos compartían la Juventud Socialista y el Frente de Artistas en la calle Estados Unidos-, Dani, sus muchachos, y yo, la única mujer. Más allá de los rituales troscos de cualquier equipo partidario (informe internacional, informe nacional, campaña financiera) leíamos con devo(ra)ción a Wilhelm Reich y asignábamos puntajes a la guapura de los chicos que pasaban por allí. Organizábamos masivas charlas sobre homosexualidad o feminismo. Editábamos un pequeño boletín, volanteamos, callejeamos, nos divertimos, bailamos en contramano, cocinamos, comimos, bebimos, nos estrechamos.
En el año 84, Dani fue un activo impulsor del nacimiento CHA (Comunidad Homosexual Argentina) junto a los hermanos Jáuregui, Gustavo Pecoraro y algunos otros. La primera pelea fue contra los edictos policiales, vestigios legales que habilitaban a detener a personas del mismo sexo si bailaban juntas o a quienes se vestían con ropas de otro sexo. Un sábado o un domingo de 1984 participó de un programa de televisión como representante de la CHA, reconociendo públicamente su opción sexual. El lunes lo echaron del trabajo, una represalia que no empañó su orgullo de haber enunciado al aire la diferencia.
En 1986 supo que estaba contagiado de HIV, en un tiempo en que ese anuncio era equivalente a una rápida y estigmatizada condena a muerte. Se sujetó ligero y fuerte a la vida y vivió muy intensamente 12 años más. Hizo teatro, instalaciones. Recuerdo en particular su actuación dentro de una caja en un festival erótico en Babilonia. Militó, siempre crítico, por la unidad de las izquierdas. Impulsó proyectos cooperativos de edición literaria. Participó de los primeros tiempos de la revista de teatro y danza alternativos Funámbulos. Trabajó en muchos oficios, desde vendedor de una concesionaria de autos hasta diseñador de una editorial de libros infantiles. Mientras tanto, escribía y escribía compulsivamente, poemas, cuentos, cartas, memorias. Avanzó varios capítulos de una novela autobiográfica en la que su alter ego Damian entraba y salía del Olimpo para refugiarse en los juegos infantiles en una siesta en Crespo, el pueblo entrerriano donde nació, invocando las rodillas lastimadas de su hermanito en sus intentos de volar. Una tarde un grupo de sus muchos amigos hacíamos cola en la sala de terapia intermedia del hospital Muñiz para entrar de a dos en dos a verlo un ratito.
Nos tocó pasar juntas a Ana Durán y a mí. Dani tenía un cuaderno de espiral y arrancó unas hojas rayadas que nos tendió con precisas instrucciones. “Quiero pedirles que publiquen mis textos”. El papel escrito en tinta azul incluía un detallado punteo de su propia biografía y es que la vida y la escritura de Daniel Retamar no puede encendirse, al menos yo no logro hacerlo. Aquí estamos publicando. Los poemas son sencillos y contundentes como haikus, frescos como el agua que puebla sus imágenes desde el verso que da título al libro, no hay ruido en hojarasca en ellos, a la vez no dejan de saberse desgarrados, ensombrecidos de ausencia, así todo se despejan, sacuden las sábanas, se levantan para seguir.