Lo presente y lo ausente
La flauta de bambú habría de sonar todo el día,
desde antes que murieran las últimas estrellas.
No importa el calor que vendría más tarde,
ahora hay una brisa verde desde el río
donde el leve oleaje golpea contra las chalanas,
como si fuesen coletazos de peces cazando.
Son olas pequeñas, con reflejos de arenales
y escamas plateadas. Los biguás
buscan restos de pescados entre las embarcaciones
y luego bucean alejándose, indiferentes a todo.
Las garzas volvieron a las piedras del Salto Chico.
Abren sus alas para que el sol de enero entre en sus plumas.
Ella se calza una capelina color de río
cuando el sol ya clava sus uñas en la piel.
El sol pasa el meridiano cuando regresamos
con olor a río y arena por todo el cuerpo
y nos amamos bajo la lluvia de la ducha.
Por la casa en sombras y fresca
la flauta bansuri sigue un largo raga, rondando
como si fuese un pájaro del río.
Yuquerí Chico
He visto cierta luz en la cabecera de un puente,
entre árboles lánguidos en la bruma, difusa
como toda luz amanecida a mitad de camino, en un puente
que no parecía de este tiempo porque debajo
pasaba un riachuelo de aguas oscuras verdes frías profundas.
Las hojas del otoño bogaban en sus remansos
como peces quietos a media agua,
entrevistos por el aleteo lento de sus caudales.
Un moho gris habitaba el lado sur del puente
pero el maderamen aún resistía la carcoma de los años.
Arquitectura noble fue en sus días primeros
cuando lo cruzaban carruajes y crujidos,
máquinas motoras hacia las cosechas;
un señorío de a caballo los domingos
y novias de estreno en los sulkys;
rotundas bicicletas sin fecha de caducidad
y altos transportes con ruedas de madera
y empetrolados motores, que dejaban
una nube tóxica sobre el estrépito de las tablas,
aquellas máquinas cosechadoras.
Nadie o casi nadie invade ahora
esta quietud de monte atravesado por la luz,
y atravesado por una carpintería rústica
de maderas duras y clavadas en las arenas.
Todo el puente es un gran árbol que duerme
entre dos barrancas. De sus vigas
crecen helechos silvestres
y anidan pájaros sobrevivientes de agroquímicos.
He visto una luz dorada al extremo del camino;
el crepúsculo también camina entre árboles dormidos.
*Los poemas fueron publicados en el libro Astronomía para nictálopes, editorial El Suri Porfiado, en el año 2023
Sobre el autor
Juan Meneguín (Concordia, 1958). Publicó las obras Cantos apocalípticos y otros poemas (1987), Ragas en la niebla (1991), Papel españa (1996), Religión de Misterios (Premio Fray Mocho, Editorial de Entre Ríos, 1999), Ragas (Editorial Último Reino, 2007), Cuando mi padre comía flores (pliego, 2012), Una canción para el verano (pliego, 2014).