Perdón me fui. No tenía nada para decir.
Pero ahora se me ocurrió una idea.
Hacer algo inútil como una forma de resistencia.
Mirar el cielo acolchado para ver el día con ojos más blandos.
Escuchar la respiración de un árbol de más de 100 años.
Ver las estrellas como un lugar por visitar y no como algo inalcanzable.
Estar juntos como los puercoespines en una cueva: con la distancia justa para darnos calor sin pincharnos.
Cambiar el círculo de comportamiento hasta que se haga un espiral. Tener una vida espiralada.
Ver un atardecer y sentir el movimiento de la tierra.
Seguir el parpadeo de una estrella.
Caminar descalzos y sentir un pinchazo como una mordida del universo.
Soñar con la eternidad. La tierra es un punto de encuentro en el infinito.
Toda la ternura. La ternura también es una forma de resistencia.
Reflejar la cara en un charco de lluvia y mover el agua.
Subir al edificio más alto con un globo y soltarlo. Sentir que el peso del mundo se hace más liviano.
Pensar la casa como un castillo. Llenarla de amigxs.
Ser como chispas al anochecer.
Abrir una conservadora a la noche, desde el mediodía. Alguien yendo a comprar más vino.
Bailar con la cabeza abierta y despejada.
Bailar con los muertos en los sueños.
Hablar en susurros a través de las paredes.
Recuperar el alma. Producir más humanidad que capital.
Darle el abrigo a un fantasma con frío.
Dar un abrazo que dure más tiempo.
Saber que a veces perder el tiempo es ganarlo. El tiempo es más que algo lineal.
Contra el odio y la crueldad, expresar el amor en palabras y gestos. Para empezar a cambiar el aire.
Desarmar a un cínico con una sonrisa y volverlo a armar.
Frotarse las manos y soplar (sentir el calor, ¡estar vivxs!).
Rebeldía y comunidad. Escupir el veneno de la psicopateada de todos los días.
Salir. Ser parte de la época.
Como dijo Malala: La vida es otra cosa.
Abrir un camino como un rompehielos.
Mirar el sol hasta guardarlo adentro como un pequeño sol.