Sobre Adventureland y el coming of age

A veces pienso que se habla demasiado poco de Adventureland, tanto cuando se habla de la carrera de Greg Mottola (cuyas proezas parecen estar reducidas a ser “el que hizo Superbad y Paul“, cuando en realidad es bastante notable su trabajo en general y sus cualidades para realizar cine), como cuando se habla del coming-of-age en general.

¿Pero qué necesita un coming-of-age para ser destacable? Bueno, obviando cuestiones narrativas básicas y una línea estética más o menos llamativa, lo más importante de una película perteneciente a este subgénero es que logre hacer palpable la sensación de tener esa edad. Esto incluye el establecimiento de ciertos espacios comunes y de comodidad para el desarrollo de los personajes, cosa que Adventureland logra desde el título y lo reafirma permanentemente haciéndonos participes del micro-mundo de ese parque de atracciones. También se necesitan conflictos propios de esa etapa en la vida, normalmente cercanos a la búsqueda y descubrimiento tanto del amor como de uno mismo, de lo que uno quiere hacer como individuo inminentemente independiente. Nuevamente, Adventureland explora esto en todos los niveles:

– La premisa de la película, que en principio podría parecer soez o ser la antesala de una sexual comedy al estilo American Pie, es la de James buscando perder la virginidad. No obstante, ese asunto tiene un tratamiento sumamente humano y orgánico (cosa que caracteriza narrativamente a la película). Se desarrolla durante buena parte de la cinta hasta que se nos desvela que esa carencia sexual no es por falta de oportunidades sino por una búsqueda más profunda, el deseo de sentir algo real. Un deseo de amor.

– Con la aparición de Em, la exploración se comienza a centrar en el enamoramiento. A nivel realizativo, la escena de él observándola manejar con la ciudad pasando al fondo, desenfocada, es vital para hacernos parte como espectadores de ese descubrimiento de emociones. El tratamiento de la película de los conflictos propios de relaciones es nuevamente muy puntual e incisivo; la ingenuidad, la incertidumbre, los terceros, las contradicciones y, por sobre todas las cosas, el mal timing. Y lo más bello de como Adventureland explora esto es que es mediante detalles. Por ejemplo, cuando Em y James salen del bar post cruzarse a Connell y ella se siente mal, pone Pale Blue Eyes de The Velvet Underground. Más tarde en la película, cuando Em renuncia, James va a un bar y pone la misma canción. Esa sensibilidad presente en ese detalle está en toda la película.

– En paralelo y subyacentemente se tratan tanto los conflictos propios de los primeros trabajos, la relación con los padres y como ésta repercute de lleno en cuestiones más propias del mundo adolescente (es decir, liga directamente la adultez y la juventud, poniéndolas en conflicto).

Funcionan tantas cosas a la vez en Adventureland pero nunca se siente pesada porque su búsqueda principal es la de sentirse confortable, empática, cercana y orgánica. El humor ayuda a alivianar muchos momentos de drama y la ausencia de comedia acentúa los conflictos dramáticos más trascendentes. Estamos hablando de una película que se sabe sensible y que logra, como toda buena coming-of-age, llevarte a su mundo hasta que los créditos rolan.