Libro con flores y el título Los que vuelven del arroyo

Sobre Los que vuelven del arroyo, de Mara Rodríguez

En Sauce Montrull una mujer tiene que terminar de embalar cosas para una mudanza. Pero no puede, porque su hijo todavía no aparece. Y porque ella misma va desapareciendo en la oscuridad de una casa donde hubo una familia que ahora no existe. O existe, pero está rota y repartida en otros lugares.

Es una familia que construyó una casa en uno de los mil loteos de la época de oro del Procrear, fenómeno que en Paraná se dio sobre todo en las afueras (los precios eran carísimos en la ciudad). Así, Sauce Montrull, San Benito, Colonia Avellaneda, y para el otro lado, Oro Verde y Colonia Ensayo, se llenaron de nuevas familias que flashearon ser dueños de un pedazo de tierra en el mundo y también, con una vida más en contacto con la naturaleza.

Entonces acá el conflicto es esa pérdida del hijo, la angustia de esa espera, pero también hasta dónde llegan las manos/garras de esa tristeza, con el final de una etapa y lo trunco de ese sueño rural. Y en ese abandono del personaje principal, la naturaleza se va comiendo todo: las plantas, los bichos y los animales avanzan sobre la casa y también sobre los cuerpos. Y en esa fuerza de la naturaleza que avanza está también lo extraño y lo negro, como el fondo de un arroyo.

Al contrario de cierta literatura entrerriana que es como un río manso, lo de Mara es el monte, lo humano y lo salvaje. El agua bestial. Hay un clima, como el de La Ciénaga de Lucrecia Martel, pero entrerriano, donde el paisaje es un personaje inmanejable que se come a las personas abandonadas. Y hay una música que aparece cuando escuchamos al mundo. Lo dice Juan L. Ortiz en la intro del libro: “Hagamos un silencio como el de las orillas oscuras / para escuchar esta voz innumerable y tenue”.

Mara escribe así:

“Un cardumen de cascarudos anda de una punta a la otra de la pileta. Tengo que sacar los pies de forma rápida y brusca para que no se me suban a la pierna. De a poco resigno espacios. Sé que tendría que irme, pero me quedo. Tengo la esperanza de que si espero lo suficiente, Julián va a volver”.

“HUEVOS FRESCOS, MIEL DE MONTE, dice un cartel pintado sobre una tabla de madera. Una flecha señala un sendero como una raya de pelo mal hecha sobre los pastizales. A los costados del camino, un grupo de cuises asoma la cabeza mientras comen cosas invisibles que levantan de la tierra. Cuando me acerco, se esconden”.

Publicó Azogue. La tapa es la obra Suspensión de flor y polvo, de Valentina Bolcatto. La contratapa, un texto de Cecilia Moscovich. Y la corrección, del impecable Lautaro Maidana.

Mara Rodríguez nació en Formosa. Participó en “La primera antología independiente de escritura joven formoseña” (2011) y “Tercera antología de escritores formoseños” (2013). Publicó la novela “La insolencia del vinal” (2010, La Hendija) y el libro de cuentos “Lo que comen los erizos” (2019, La Ventana). Recibió menciones en el Concurso Literario Biblioteca Popular del Paraná (Ediciones 2012 y 2013). Obtuvo, junto a otros escritores, el premio literario Entre Orillas en categoría cuento (Editorial Municipal de Paraná, 2021). Vive entre Sauce Montrull y Paraná.