Soy la vaca que sostiene el mundo. Lo sostengo por las noches. Cada noche lo sostengo y a la mañana siguiente posteo mi vivencia. Los sueños o las sensaciones que tuve. El resto del día hago mi vida de vaca (sostenida por el mundo) como cualquier otra. Es así esta danza. De día me sostiene él, de noche lo sostengo yo. De día y de noche a ambos nos sostiene el infinito. Esto es de no creer pero así es y ya habrán visto alguna foto de esas en que el planeta (o la planeta) está suspendida, vuela o flota en el vacío (o la vacía), en el infinito (o la infinita) en ese mar oscuro de noche inmaterial.
En fin, en mi turno no miro mucho para abajo porque me impresiona y temo perder el equilibrio y echar el mundo a perder.
El mundo (la munda) pasa la noche ahí, posado justo en la curva de mi lomo. Algunas noches (muy pocas), para variar, lo sostengo con mis patas delanteras estiradas, pero esto como les digo sólo muy de vez en cuando porque me da dolor de cuello y después, cefalea.
Al pasar la noche con el mundo encima siento muchísimas cosas. Porque soy sensible, de acuerdo, pero también por la mismísima experiencia en sí. En verdad, ya sea abajo o arriba la experiencia es increíble. Sólo que estar sostenidos es la costumbre y lo damos por descontado. Pero todo, todo todo, todo puede cambiar y los sostenes pueden volverse sostenidos y los sostenidos bemoles y los bemoles, pájaros y los pájaros caída, y la caída muerte y la muerte pasto y el pasto, vaca y la vaca asado y el asado fiesta y la fiesta, desastre y el desastre, poesía y así concatenada e imparablemente vieran ustedes cómo todo puede cambiar.
Yo no salgo de mi asombro ni del horror pero por suerte, como todas las vacas, estoy dotada de varios estómagos y capacidad para digerir enormes cantidades de pasto, alimentos y cambios de todo tipo. Y menos mal, y gracias a dios o la gran vaca porque de todo podemos nutrirnos o empacharnos y para evitar lo segundo hay que, digamos entrenarse en esto de la digestión del mundo. No es tan así nomás, ya sabrán.
Así que bueno, sostengo y soy sostenida, incorporo y digiero, vivencio y posteo. Hace tiempo ya. Esta mañana hice el mú-posteo n. 177.004. En los posteos hago una “bajadita” y llevo a palabras estas experiencias nocturnas con la mayor sencillez posible. Si pretendo hacer algo más elaborado quedo empantanada en la búsqueda de las palabras más justas o fieles y así no puedo, no puedo seguir con mi vida de vaca corriente. Por eso opto por hacerlo así pim- pum, a lo telegrama y pasar a otra cosa. Pero vieran, vieran cómo me cuesta traducir, empalabrar algunas de las experiencias. Postear algo creíble. Algunas noches, cuando todo queda en silencio, escucho que vienen, bien desde dentro del mundo, melodías de antañísimo. Como de un caminante o pastor silbando o tocando una flauta, de caña o de hueso, de lejos, de lejísimo, pero que se oye clarita en el silencio de mi noche. Otras veces escucho bandas y hasta voces de un pueblo entero cantando. Es raro. Es como si conservara las músicas de todos los tiempos o como si el mundo mismo estuviera hecho de música. Es hermoso. Es como una radio bola atemporal.
Creo que las conserva a todas. Que ninguna se ha perdido. Según qué parte me queda en contacto capto músicas de quién sabe dónde y cuándo. No las elijo. Sólo a veces reconozco algunas. He escuchado por ejemplo, cuando Venezuela me ha quedado cerca de las orejas, esa música de arreo o de ordeñe que le dicen, que cantan cuando trabajan con nosotras. Esas me encantan.
Otras noches son más guturales y se escucha magma y aguas que corren, envuelven, traquetean, disuelven… Yo creo que ese es el sonido de la digestión del mundo, tan de sus entrañas parece venir. Otras veces se escucha como un siseo o una conversación de raíces, hongos y esporas. Y otras todo suena junto y sinfónico y ahí sí que se me complica postear al otro día. Entonces manoteo mínimas referencias y pongo algo tipo #posteo mú-30.018: magma que corre, pífanos chapotecas, temblores del noroeste.
No sé bien cómo empecé con todo esto, pero ya es costumbre. Y también pasión. Una costumbre apasionada, una pastumbre, una mezcla de las dos. Me pregunto si costumbre viene de costura. Estoy cosida al mundo y el mundo a mí. Y mientras me den las orejas, el lomo y el estómago voy a seguir escuchando, sosteniendo y digiriéndolo. Y haciendo mis posteítos, claro. Ojalá les gusten.
Pueden buscarme en @rumiandoelmundo y leer allí mis vaqui-posteos.
Con mucho cariño,
Vaki