Todo lo que aprendí del amor con vos y nunca te lo dije

Correspondencia

Aprendí que tus dedos desprendían notas musicales en colores cálidos y ahora entiendo porque nos conocimos en otoño.

Aprendí que observar tus pupilas era como mirar un campo de girasoles en un atardecer y que tu pelo rimaba con las copas doradas de los árboles.

Aprendí que tus ojos me enseñaron el camino para volver a casa y que tu alma tenía la capacidad de camuflarse junto con la transparencia del agua.

Aprendí que un refugio podía tener la forma de tus brazos al envolverme y que el metrónomo que me guiaba era tu pecho y sus latidos cuando en silencio y con paciencia acompañabas mi fragilidad.

Aprendí que tus consejos fueron como semillas, con su tiempo y forma en brotar, y que aunque no eras bueno cuidando plantas eras excelente cuidando corazones.

Aprendí que ni el sol que entraba por tu ventana a la mañana le ganaba a tu mirada al iluminarse de asombro y admiración cuando me hablabas de algo que te inspiraba.

Aprendí que apostar al amor es un punto menos para el miedo y que cada uno de nuestros encuentros eran por sí mismo una posibilidad de crear de a dos algo nuevo.

Aprendí que los momentos graciosos juntos me invitaban a amigarme con la vergüenza y con mi niña interior, y que me gustaba jugar con vos porque sentía que hacíamos un lindo equipo.

Aprendí que despertar con el susurro de tu buen día era la melodía dulce que me acompañaba sutilmente a cumplir con mis compromisos y responsabilidades del día permitiendo cada tanto un lugar para una sonrisa.

Aprendí que parte de conocernos implicaba abrirte puertas de mi vida en las que incluso todavía me cuesta entrar y que aunque se sienta parecido a lo que debe sentir un pájaro cuando aprende a volar, quería intentarlo, porque sabía que te tenía al lado.

Aprendí que una historia de amor puede ser contada a través de objetos como lo hacían los regalos que nos hacíamos.

Aprendí que tus abrazos se parecían a la suavidad de una brisa de verano y que tus manos me acariciaban con tanta delicadeza como si se tratara de una flor.

Aprendí que hay un lenguaje que nacía sólo en nuestra intimidad y que cuando nuestros cuerpos descansaban juntos hacian, de alguna forma, una promesa.

Aprendí que de nada servían las palabras si cuando buscaba tu mirada increíblemente te encontraba sonriendo esperando la mía.

Aprendí que ninguna cantidad de chocolates ni postres se comparaban con la dulzura que desprendían tus movimientos cuando estás inmerso en la música.

Aprendí que definitivamente en el mundo existe una persona más cursi que yo, que tenía la suerte de tenerla enfrente y que aunque a veces me costaba creerlo tenía su mirada puesta en mí.

Pero también, aprendí que lentamente, con el tiempo, todo perece.

Que es importante separar lo que una persona es, y lo que esa persona genera en nuestras vidas.

Que coincidir en tiempo, espacio y corazón, implica muchas cosas.

Que la construcción de a dos es simple, pero no fácil

Que dos cuerpos no necesitan volver a aproximarse para decirse adiós.

Que quizá el sentido del amor es encontrar juntos la respuesta, pero que eso implica un paso previo e importante: preguntarnos lo mismo.

Y cuando eso no sucede, es mejor no forzar las cosas.

Es por todo esto que hoy celebro la existencia de tu vida, agradezco la sorpresa de cruzarla con la mía y festejo nuestra elección de caminar juntos ese tramo.

El kanji del amor está compuesto por dos palabras: respeto y confianza.

Yo le sumaría una: libertad.

*Mariposa china nació en Tostado y realiza prácticas artísticas desde que tiene memoria. Luego de años de dibujos, poesías y fanzines, un día plantó en su cerebro una semilla con la idea de formar su editorial Suspiro y su primer brote fue esta carta. Lamentablemente, se enamora seguido y aunque todavía no sepa bien que es el amor: definitivamente cree en el.