La mayor parte de los lectores de poesía nos podríamos poner de acuerdo en que una de las virtudes que tiene leer un poema es ese pequeño momento de revelación o anagnórisis. A diferencia de la tragedia, donde dicho momento está modulado por los intereses de la trama, en la poesía la anagnórisis tiene causas y consecuencias más escabullidizas. Generalmente es un momento en que el lector siente como un masaje sobre el músculo de la mente. Es un instante en que el idioma nos rodea y atrapa y nos suelta, como en un falso nudo. Para algunos esta instancia tiene que ver con la identificación, para otros con el reconocimiento del mundo, para otros con la destreza propia que las palabras crean al asociarse. Como sea, los poemas de Lexicón. están repletos de esos momentos. Quizás lo más difícil de encontrar sean identificaciones emocionales o sentimentales directa entre el poeta y el texto. Esta distancia puede generar en algunos lectores dificultades ya sea para comprender lo que hay en el significado de las oraciones como para “engancharse”, es decir identificarse con lo que el poeta siente por el tema. Pero como los poemas son tantos, creo que debe haber al menos uno para cada lector. En mi caso, recuerdo siempre el poema Técnica de Confusión Sexual (TCS):
La pregunta por la existencia de diversos lenguajes
o en todo caso diversas formas de la comunicación
en otros mamíferos pájaros peces incluso insectos
no proviene por necesidad de un afán de diálogo.
El estudio por ejemplo de las señales que emiten
sutiles las hembras de la polilla del racimo de la vid
sustancias químicas de moderado peso molecular
que se trasladan en la distancia a través del aire
a fin de ser captadas por las sensilias delicadísimas
de las antenas del macho, operar en sus neuronas
y desatar de inmediato un cúmulo de respuestas
que alteran de pronto la disposición de su cuerpo
causado ya en pleno vuelo de estremecido zigzag
en dirección decidida hacia el punto de emisión
es utilizado en el presente por productores vitivinícolas
que protegen su capital de una plaga cuarentenaria:
o sea esa feromona ahora sintetizada en laboratorio
es difundida por aspersores antes de la floración
en cantidad suficiente para que ante el estímulo excesivo
el receptor se desoriente disminuya su sensibilidad
empiece a dudar ¡tarde! de la información recibida
sea capturado entre miles en una red de trampas
y no se produzca así ni el encuentro anhelado
ni el brote anormal la hoja rota la cosecha trunca.
Lo recuerdo en principio por su tema, pero también me acuerdo de algunos versos sueltos, por su sonido. En su costado más civil, persiste muchas veces la perspectiva marxista que ya encontrábamos en el primer libro de Raimondi: los viñateros usan los avances biotecnológicos para su propio beneficio. Si bien estoy en desacuerdo con lo que este planteo genera (homogeneización de todo productor bajo la categoría de empresario capitalista -cabría destacar que en el caso de la viticultura argentina el mayor exportador del país es Fecovita, Federación de Cooperativas-) el poema abre la discusión de un problema que excede a los presuntos intereses de un lector de poesía, ubicándose más cerca del plano de la economía y la política que del plano del arte. El poema se inserta en un terreno más fértil para la disputa pública. Son poemas con una función para la polis, poemas que quizás hubieran convencido a Platón de conservar a los poetas. Si alguien antes de leer este poema no conocía la TCS, ahora es una persona más sabia. Pero por otro lado, el poema habla sobre el lenguaje, la importancia de su estudio (la lingüística) y sobre todo la importancia que tiene en su rol de transmisor de información. Si capturamos el lenguaje de la otra especie, capturamos su cuerpo. ¿Podríamos pensar al poema en sí mismo una trampa, en este caso, hecha de dos oraciones dispuestas en un verso que recuerda a y nos lleva a también leer sus traducciones de Lucrecio publicadas recientemente por N direcciones? Porque estas revelaciones sobre el cultivo de la vid y el uso del lenguaje nos pueden hacer volver al poema para darnos cuenta de que, sí, está hecho sólo por dos oraciones. La primera (4 versos), que plantea la hipótesis, y la segunda (20 versos!), en donde se elabora una posible respuesta. La diversidad de sintagmas, las construcciones paratácticas y los versos de arte mayor que dan al poema una sensación de inmensa complejidad se ralentizan con una pulsión métrica de tono casi didáctico y para nada dramático; lo que lleva al poema a presentarse como una mezcla de obra de arte con entrada enciclopédica, de discusión de tertulia con una composición para piano solo. Quizás esto último se devele mejor al escuchar los poemas leídos por el mismo Raimondi. La trampa, entonces, cobra otra dimensión: la del poema oral. La trampa y la revelación son hermanas, ya lo dijo Eliot, el buen poeta, como el buen ladrón, siempre lleva un hueso para el sabueso de la casa.
* Tomás Fadel nació en Tunuyán, provincia de Mendoza, en 1990. Es poeta, editor y traductor. Publicó, entre otros libros de poesía, Finca (Colección Chapita, Bs. As., 2010; Ese es otro que bien baila, Paraná, 2011), Miniaturas (Neutrinos, la Paz, 2013) y La Montaña (Fadel&Fadel, Bs. As., 2014). Como traductor, publicó “A” 12 de Louis Zukofsky (Fadel&Fadel, 2014). Poemas suyos forman parte de la antología 30.30, poesía argentina del siglo XXI (ES, EMR y CCPE/AECID, Rosario, 2013).