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Tulang Pinoy. Los días filipinos

El sol de las seis de la mañana
calienta como a la siesta.
De camino al basural
paso cortando los hilos
que malévolos me acarician la cara
y que en las brisas de la noche
las arañas se largan a tejer.

Entre las piedras desparramé veneno
para liquidar a todas las amigas
que embravecen cuando paso
pisoteando el camino al amiguero,
y se trepan a la ojota
para morderme salvajemente las patas.

Las amigas de las migas,
las amigas coloradas,
las amigas de lo dulce y de los restos
de comida.
Charlaba con hormigas
sobre la falta de agua
que se observa en el tono amarillento
de las montañas.
A mí me dicen Bolita, mi nombre es
Ojota, me apellido Encendedor.

Mi trabajo es tapar porque soy tapita
y acostumbro a chapear porque soy chapita,
le dije a uno que me quedó mirando,
me mira fijo desde que llegué a este pueblo,
me mira él y toda su familia, los vecinos
sus palmeras y sus perros,
y cuando camino por la playa
me mira también su bote, su remo y su estarrafa.
Acá me llaman Cepillo, de dientes!
Taka kaláng! Taka langká!

Yo vivo en el infierno de los perros,
arenales calientes que nunca afilan las garras,
montañas de esqueletos de pescado
y la calor eterna entre vendavales y brisas.
Los perros que muy seguido no comen
le ladran a las olas y rabiosos
andan mordiendo el viento.

Por no haber sido aplicado
ahora estoy condenado
a vivir en esta hamaca
escuchando a los orioles amarillos.
Por no haber sido aplicado
y practicar wingsuit con cromosomas
ahora estoy condenado
para siempre, a la rima y a las bromas.
Acá en la iglesia me dicen el Soga
y en la mezquita de la vuelta, Maderita,
pero mi nombre es Lagarto.
Acá me dicen Botella
pero mi nombre es Bolsita
de plástico.

Alon Niña Maharlika
y el Lobito es toda mi familia.
La casa está llena de vecinos
que a la noche caminan invertidos
por el cielorraso, vecinos fríos de goma blanda,
butikís lizards y lagartijas.

La tabilí es rama de carne
y mi nombre es Tambís.

Ahora resulta que lo mejor que me pasa
es una Go Pro con mango flotante
y toda la humareda circundante
que no se aleja nunca
de aquel lote de barcazas.

La brisa viene a la mesa
a acariciar la comida
y zarparse los vapores de los platos,
la brisa viene a la cama
a refrescar los colchones
y la almohada.
Por esta choza barata
de junco y clavo herrumbrado
la brisa pasa de largo
atravesando
telas cañas y ennipados.
En cambio los vendavales
que se mandan a la noche
se trenzan con las palmeras,
la pelea suele durar la noche entera.
Vendaval encastra en palmeral,
son palabras macho y hembra,
son objetos hembra y macho
y yo en el medio me bautizo Basural.

Ahora resulta que mi nick es Caracol
y trabajo de espantarle
las gallinas y los roosters al vecino.

-Fragmento del poema Tulang Pinoy. Los días filipinos, de Daniel Durand, recientemente publicado por la casa editorial Fadel & Fadel, disponible para adquirir en https://fadelandfadel.com/ y en librerías de Argentina.