Miércoles, 1 de enero
La noche del 31 ya no se alumbra con neones artificiales en el cielo, como era hace diez o quince años, cuando los cohetes reventaban en el aire. Hace un calor terrible. Un ventilador alivia la siesta del primero de año. Es notable cómo el 31 de noche es todo emoción y al otro día, el día uno de un nuevo año, esa magia no existe más.
Jueves, 2 de enero
Una alta emoción me reveló un conocimiento. Unos días después de ver Sacrificio de Tarkovsky se me apareció la enseñanza de esa obra maestra: todas las familias son un infierno. Qué peliculón del carajo. La noche de año nuevo fue muy tranquila. En todos lados fue así. El desastre de Milei. Qué amargura. Le escribí al Señor de los Telescopios, pero no estaba Concordia. Fuimos a la visita guiada a la represa. Imponente obra. Fuimos varias veces al río a tomar mate y comer pan dulce y también al lago. Vimos desde la costanera de la playa Nébel moviéndose en la noche del primero de año luces en el cielo, a la altura del campo “La Aurora”, en el Uruguay. Hoy de mañana me volví en colectivo desde Concordia a Paraná.
Miércoles, 8 de enero
Cuando aparece el mes del año -enero- donde es una pesadilla ir a trabajar, sale un partido de fútbol con compañeras y compañeros de las secretarías municipales. Se armó lindo, nos divertimos. Después, las charlas y la coca y la cerveza en el patio de “La Masía”, la cumbia del parlante apuntando a la luna, las sonrisas de felicidad absoluta de dos chicas que jugaron por primera vez en su vida al fúbol.
Lunes, 17 de enero
Siento la sal en los labios, señal de que estoy en el mar. Hacía seis años que no pisaba el mar y más de veinte que no iba a la costa argentina. Viaje largo en colectivo desde Paraná a San Bernardo. Después del desayuno, subí a conocer el gimnasio del hotel, en el piso diez. Un muñeco de músculos hinchados se puso a charlar y me dio unos consejos para hacer algunos ejercicios. Ni bien me despedí empezó a hacer flexiones de brazos como robot yanqui mientras una milf caminaba sobre la cinta. Ayer descubrí Libros “Dany”, esas gloriosas librerías de usados. Eran pasadas la una de la madrugada y estaba abierto. Una tipaza la dueña del local. Contó que tenía un puesto en Parque Centenario y que solo venía a sanber los veranos para hacer temporada. Dio a entender que estaba en contra de las políticas del gobierno. Dijo que le gustaba la poesía del surrealismo y que ya no leía tanto, más bien miraba cosas en Netflix. Encontré Flores robadas en los jardines de Quilmes del Turco Asís y La brasa en la mano de Oscar Hermes Villordo, que figuraba tres mil, pero me lo vendió a 8 lucas.
Domingo, 19 de enero
El mar ayer estuvo glorioso. Las olas me mostraron la felicidad. A la noche tres pibes pasaron caminando por una casa de juegos y flippers de los ochenta. Uno grita: “El secreto es gastarte cien lucas”. Hace un rato me despedí desde lejos de Daniela, la dueña de la librería. Desde la otra vereda fumaba y tenía a su perro “Freud” sostenido por la correa. Lo último que nos dijo es “escriban la reseña en Google”. Mercedes la escribió y la colgó en internet al otro día.
Martes, 28 de enero
Ayer fuimos a unas lecturas en la librería Las Palmeras Salvajes, una casa antigua pegado a la filial de Racing, donde los viernes se hacen terribles recitales de jazz, en la esquina de Villaguay y Perón. Las lecturas estuvieron muy buenas.
Lunes, 3 de febrero
El sábado fuimos a la marcha antifasista que se convocó después del discurso aberrante de Milei contra el colectivo LGTBIQ+. Miles y miles salieron a las calles en todo el país, gritando, cantando. Se sentía una sensación de angustia y bronca, pero también de desahogo. Esto sigue. Hay energías para plantársele a los fachos.
6 de febrero
El doce de enero, de la nada, pensé: Voy a volver a hacer libros, y apunté en mi libreta:
Una idea
Una emoción
Un texto
Una impresora
Una pc
Hojas
Libros
Una editorial