jpg de Julián Villarraza

Una luz se agita en el cielo de mi patio

Queridos lectores y lectoras de Mal: Los otros días recibí en uno de los grupos de WhatsApp una noticia donde se recordaba que había un día del ovni. 

¿Un día del ovni? No me acordaba que había un día del ovni. ¿De dónde carajo salió una efeméride así, un día del ovni? 

No sé por qué, no le hice click al enlace del día del ovni y seguí leyendo lapoliticaonline.com y haciendo lo que estaba haciendo. 

Pensando en algún tema para escribir, apareció este tema de los ovnis. 

En otra época el tema de los ovnis fue una obsesión: 

-Me volví fanático hasta las lágrimas de la serie Cosmos de Carl Sagan.
-Coleccioné libros sobre casos de abducciones y encuentros cercanos.
-Miré los X Files y me volví loco con Fox Mulder y Dana Scully.
-En 2013 publiqué en editorial Gigante una colección de cinco plaquetas de poesía reunidas bajo el nombre de Los ovnis, que venían en una cajita de madera.
-Me mandé a hacer remeras y me regalaron remeras con temática ufológica.
-Escuché por esas épocas a Los ovnis de Huancayo, una increíble banda peruana de cumbia lisérgica. 

Fin de la lista. 

Esta obsesión con la idea de extraterrestres y platos voladores con el tiempo se me fue yendo un poco, aunque no del todo, como pasa con cualquier obsesión. Cuando aparece alguna noticia sobre ovnis y avistamientos es inevitable hacerle click para ver qué onda. Y me divierto. 

Y me indigno. ¿Cómo puede ser que todavía en el siglo XXI no tengamos una prueba indestructible de la presencia de naves de otras galaxias en la Tierra? Que el gobierno yanqui cada tanto agite algún discurso farolero sobre el tema, parece más una venta de humo para distraer que algo basado en la ciencia. 

Cada tanto encuentro en alguna foto familiar algo en el cielo. Hago zoom y cantado que es un pájaro. Hay libros de ufólogos que catalogan las distintas manchas en el cielo. Lo hacen a partir del vuelo de los pájaros. Y cómo las lentes de las cámaras toman ese movimiento. 

Tenía la costumbre de salir al patio a mirar el cielo de noche. Ver con qué me encontraba. Cada tanto veían una luz blanca titilando durante unos segundos y después desaparecía de golpe. Cada tanto veía una luz roja y después desaparecía. Cada tanto veía una luz violeta y después. Ahora es más fácil confundir esos destellos con los satélites del nefasto Elon Musk. 

Una película de una belleza que me destruye cuando me la acuerdo es Luminum de Maxi Schonfeld. El retrato emocionante y mágico de Silvia y Andrea Pérez Simondini, madre e hija, investigadoras y dueñas del famoso Museo del Ovni de Victoria.

¿Otras obras sobre temática ovni? En esa época, novela de Sergio Bizzio (en el siglo XIX unos soldados argentinos desentierran un plato volador), Vacas, novela de Belén Sigot ambientada en el sur rural entrerriano, Sobre cosas que se ven en cielo, ensayo de Carl Gustav Jung, donde sostiene como una de las hipótesis que ver ovnis podrían ser un invento de la psiquis de las personas, y Visitantes de mundos oscuros, documental de Herzog, entre miles de piezas artísticas más que podríamos enlistar. 

“A veces creo que hay vida en otros planetas y a veces creo que no. En cualquiera de los dos casos, la conclusión es asombrosa”, dijo Carl Sagan, que en los años setenta lanzó a las profundidades del espacio una sonda con material y documentos acerca de los humanos e instrucciones para que nos encuentren en el caos de rutas intergalácticas. 

Intento comunicarme con un amigo mexicano, especialista en dibujar ovnis imaginados, para que me diga exactamente si alguna vez bajaron los ovnis a la Tierra, pero él no tiene wasap y yo no tengo datos para enviarle un mensaje de texto.