Una semana más que pasa

En Paraná los sábados a la mañana se llenan de propuestas políticas y personas al lado de banners en la peatonal. Que te entregan papeles que después, por lo menos yo, arrojo al primer tacho de basura que encuentro. Las tiro porque son de Juntos por el Cambio o la fuerza o como se llamen ahora del cambio o de la izquierda, y yo voy a votar al peronismo siempre.

La economía parece estar bien. Los comercios están llenos y la gente entrega muchos papeles de colores a cambio de cosas en los comercios. Pero también hay muchísimo pago con QR.

El dinero ahora también es digital y hay un poco de nostalgia por billeteras abultadas que se escondían en los bolsillos traseros o en las carteras de las mujeres. El mundo va transformándose cada vez más rápidamente y no digo nada de otro mundo.

En la semana comí con un amigo cineasta que me dijo que el último refugio que queda dentro del arte es la poesía. Que todo lo demás lo reemplazará la inteligencia artificial. Hablábamos de esto mientras mirábamos en el tele del restorán el discurso que se viralizó de Fran Descher, recordada actriz de The Nanny, que encabeza la protesta sindical de actores y guionistas de todas las plataformas que cada mes se debitan de nuestras cuentas bancarias. Me decía mi amigo cineasta, la poesía será el litio del arte, todo lo demás será reemplazado por un algoritmo.

Yo me quedaba mirándolo en silencio y pensaba, pero si la poesía no le interesa a nadie, un poeta importa menos que un paraguas en la Argentina, como dice Casas. Cómo que eso va a ser el último refugio del arte, si la poesía no se vende porque la poesía no se vende, como dice ese famoso poema de Guillermo Boido.

Las cosas parece que andan bien, al menos tranquilas, a pesar de las corridas cambiarias de los garcas de siempre para desestabilizar la economía y así llenarse de dólares con el voto bronca y el descontento de la gente, esa gente que siempre sabe decir, no diciendo nada, que no tiene partido político o que los políticos son todos iguales, todos esos absolutismos que se escuchan en cualquier esquina. Como si estuviera mal creer en alguna ideología o en el poder de transformar las cosas y la vida. La gente común también debería hacerse cargo y dejar ese papel de actor de reparto con el que parece vivir su vida.

Tomo mate y pienso en poesía y en que es mi política. Mi manera de mantenerme a salvo. Sé que un poema puede cambiar la vida, a mí me la cambió. Aunque a veces paso mucho tiempo sin leerla ni escribirla, vivo en estado de poesía. La poesía está en el habla de la gente. Entonces me dedico a escuchar. Y no hace falta comprar un libro. Porque la gente habla a través de la poesía, como cuando dice “a mí los políticos nunca me dieron nada, yo siempre trabajé”; me gusta escuchar esas frases y armar pequeños poemas con esas voces mezcladas dentro de otras más, porque el lenguaje es lo más humano que tenemos y ninguna AI lo reemplazará.

Bueno. Hasta el próximo miércoles.