Hace unos años descubrí que Oscar Taborda formaba parte de una organización muy particular que se llamaba Oulipo (Ouvroir de Litteralure Potentielle-domination-mondiale). Esta otra Oulipo tiene como plan, claro, la dominación mundial ¿Cómo lo harían? Poniendo restricciones lingüísticas o corporales (recuérdese los barbijos), en una época de pura libertad, creando un estrés postraumático: una operación metodológica que lo descontrolaría todo.
Taborda en todo esto pintaba ser un espía de la Orga. Nadie conoce su domicilio real según dicen. Hay quienes aseveran que se hace llamar El Mudo, otros lo llaman El Galán del Pasaje San Jorge, otros más audaces le dicen Mbjoré Jr. Cuentan que su pasaporte tiene infinidad de sellos coloridos de países que no podemos ni pronunciar. Su atuendo favorito: los sobretodos negros, las gafas de sol, los bombines y una sobaquera con un calibre 38. Dicen.
Al dilucidar yo, a través de una compleja práctica de aruspicina, que Taborda era un agente dormido de la Oulipo, su plan casi cae en desgracia. Así es que Neutrinos, confabulados con este heroico villano o malvado héroe, le publicó el mes pasado, una novelilla llamada Una vida por delante. La cuestión es simple: al verse amenazada la identidad de Taborda, larga una novela, cual bomba de humo, para despistar: como el tero que nunca canta donde están sus huevos.
Es tal la necesidad de encubrimiento que la obra pareciera ser un sueño transcripto al tun tun. Una cosa lleva a la otra en una especie de tobogán onírico que no para ni un segundo. No se puede hacer pie más que en una especie de explosión phanopéica. Pura alegría de la acción infantil. Es que los sueños y los niños escriben de estas maneras en los cuadernos rayados: una acción que lleva a otra acción y que no necesita explicación. Así pero elevado al triángulo. ¿De dónde saca Taborda todas estas imágenes? De sus años como agente secreto en infinidad de misiones, de los dibujos animados, de novelas bien variadas, de una caterva imaginaria. Un hombre que es tirado en un pozo y que sale con forma de caja de pizza; un marinero que lleva en hombros a una muchacha que le golpea la espalda; el narrador que encuentra un Führer bebé; un hombre que silba, se le abre la mandíbula y levanta las cejas como un lobo al ver pasar una mujer: la lista es enorme. Una vida destinada a la cosecha de imágenes, pareciera la del escritor.
¿Quién podría escribir así, si no fuera alguien que oculta algo? ¿Por qué? Porque se nota su artificialidad cuasi maquiavélica. La prosa es tan llevadera, que es imposible que fuera un estruendo de conciencia como dicen los ingleses. Es tan puntillosa la forma en que logra la velocidad de la fantasía, que es imposible que sea una fantasía. ¿Un mecanismo pulido con una amoladora que viene de Sumisión? Si ahí ya aparecía la concatenación de párrafos con la milimetrización del relojero, acá la primera persona hace que no sea necesaria ya ninguna narratividad elevada. ¿Será que en Una vida por delante se busca el grano de la narración? ¿Qué tan pequeño puede ser un eslabón que crea una historia? ¿Es un juego con el sesgo gestáltico de completar lo incompleto? Freud decía que si miramos un muro, el inconsciente no son los ladrillos, sino el cemento que une a los rojizos. ¿Busca Taborda un afloramiento peligroso de un inconsciente freudiano pero con un prosa rorschachiana? ¿Qué ve acá? ¿Y acá? ¿Y acá? ¿Y acá?
La novela produce una alegría de movimiento, en tiempos en que las vidas parecen cada vez más detenidas. Para las soledades, tanto encuentro, tanta acción, tanta metamorfosis nos transporta a un destilado de la ficción más potente: como si viéramos pasar frente a nuestros ojos las mejores escenas de todos los animes, películas y libros por los que hemos vivido. Una roadnouvelle en collage, pegado en espejo roto. Pero es que Taborda viene yéndose de tema desde _40 Watts_: todo parece línea de fuga. Como si le aburrieran las novelas que pueden contarse por teléfono, su escritura siempre está partiendo: en anécdotas siniestras, en imágenes dementes, en frases larguísimas, en versos oscuros, en historias estrambóticas.
Más cercano a esos vídeos rancios que poblaban la internet cuando recién se empezaba a usar la IA, Taborda logra un crimen hídrico de combinaciones situacionales entre dos tapas. ¿Una cita de la novela? “Traían una carpeta desbordada de papeles y se movían con aire de abogados. La abrieron decididos, a las apuradas revisaron algunas páginas buscando no sé qué cosa, pero muy pronto se hizo evidente que ninguno sabía bien cuál era el tema en discusión. Quisieron definirlo y resultó peor. A cada intento lo hicieron más difuso”.
Otra vez, creo, Taborda ha sido poco claro, pero no engaña a este humilde lector: lo leeremos tanto que detendremos cualquier dominación, mundial o no.
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Una vida por delante
Oscar Taborda
Ediciones Neutrinos
Colección Satelital. Narrativa
2025