Vivimos en las afueras de la ciudad, en un barrio de calles de ripio en penumbras y de casas separadas por cercos hechos con grateaus y madreselvas. Algunos de los fondos dan a descampados o construcciones sin terminar. Por las noches se pueden ver las estrellas y escuchar ranas que entonan cantos loopeados entre las plantas.
Casi todos los vecinos, nos hemos endeudado hasta la médula para cumplir el sueño de una casa propia rodeada de verde. Pero no es de eso de lo que quiero hablar. Algo se expande en nuestro barrio, algo oscuro avanza sobre nosotros, invade los pensamientos y hace que la gente haga cosas extrañas. Al principio fue la sensación de que la distancia y el hecho de que muchos dejábamos nuestras casas solas durante el día para volver a habitarlas de noche hacían aflorar conductas disociadas de la realidad. Una especie de síndrome provocado por el aislamiento en un barrio rodeado de casas muy parecidas y de gente con rutinas similares, en un entorno asilvestrado. Llegué a pensar que podía ser pasajero, pero cuando se formó el grupo de WhatsApp “Vecinos en alerta”, supe que eso había llegado para quedarse. De un tiempo a esta parte, hemos visto a nuestros vecinos hacer cosas impensables, incluso para ellos mismos, como ahorcar perros en la calle, envenenar caballos, o hacer desaparecer gente desconocida.
Al grupo “Vecinos en alerta” lo administra un comisario retirado, al que identificaré como JL, que tiene contactos con el jefe de la Subcomisaría de la zona. JL fue uno de los primeros en llegar. Por sus mensajes en el grupo, supe que vivía solo en un caserón con pileta, que su mujer había muerto de cáncer de páncreas hace un tiempo largo y que los hijos lo visitaban, en algún que otro cumpleaños y en una de las fiestas, creo que para Navidad. JL es el encargado de ingresar y sacar vecinos del grupo. El criterio de membrecía es sencillo: todo aquel que se venga a vivir tiene derecho a saber y participar de las medidas que se toman para preservar nuestra pequeña comunidad. Visto así suena lindo, pero créanme que no lo es. Sin embargo, los límites se tornan difusos cuando se expulsa a un vecino del grupo. A algunos los han sacado por comentarios inapropiados o insultos hacia otros miembros. Lo cual no me pareció mal, aunque nos privó de joyitas como cuando alguien mandó a JL a “lavarse el ojete”. Pero a otros, los han sacado sin motivo aparente. Incluso tengo las sospechas de que el ghosteo tiene efectos materiales. El vecino que desaparece de forma virtual, también deja de existir en el barrio y su casa es invadida por maleza y bichos.
Algo avanza sobre nuestro barrio. Algo se expande como una sombra sobre los rostros, algo que no puedo decirles bien qué es porque no alcanzo a comprender del todo.