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Che, voy a comenzar con una pregunta: ¿No habrá surgido una especie de progresismo de derecha? Digo, no sé, de pronto, me parece, empiezo a desconfiar. ¿Existirá tal cosa? ¿Con qué se come? ¿No habrá nacido de las entrañas del mal, otra vez, un wokismo condimentado con fe cristiana?
No sé pa, yo la tiro. Me llama poderosamente la atención, y empiezo por casa, como se dice, que empecé a comprar libros que me acercan cada vez más a la costumbre de la religión cristiana.
Entonces, mi cabecita de paranoico orgánico, y como bien dijo el poeta masivo Durand, la paranoia puede ser también una buena compañera. No será que caigo y caímos, otra vez, en los poderes oscuros de la ideología postfasista neoliberal, que ahora se agarra del rayo invisible de la fe para cooptar esa parte del progresismo, un poco desilusionado por los últimos vericuetos de sus líderes mundiales.
Yo empiezo siempre a sospechar por la persona más a mano que tengo. Y ese no es más que yo mismo. Y me pongo a pensar que católica es mi mamá, aunque hace mil años no va a misa.
Las viejas cruzadas religiosas fueron a mi entender movimientos juveniles, digamos, más que una avanzada de viejos de derecha. Atractivos para el alimento energético de un cuerpo en plena ebullición a nivel molecular, de un despertar que comenzaba. Entonces, ¿por qué hay que confrontar lo progresista con la fe? No me cabe, pararme en ninguno de los dos bandos. Se puede ser Freudiano y a la vez católico. Conocí personas así.
Y cuando hablo de progresista hablo de Kirchnerismo, básicamente. A los que se paran de lado de la derecha peronista les encanta la figura de Deng Xiaoping. Pero este gran oriental no hizo más que construir semiconductores norteamericanos a la vez que no echaba abajo las enormes estatuas de Mao, todo lo contrario. Eso le falta al revisionismo histórico nacionalista. Construir desde el concenso más que desde el destrozo.
Las dos canciones que más me definen, como buen geminiano, que soy. Una nacional y otra internacional. No soy de aquí, ni soy de allá de Facundo Cabral y Nowhere Man de Los Beatles. Aunque me considero argentino, bostero y peronista. Esas características que me formaron como hombre, las considero no tan rígidas, y eso no me hace ni menos peronista, ni menos bostero y mucho menos argentino, sino todo lo contrario. Y capaz hasta menos hombre, pero ya me estoy enredando.
Por eso con los años aprendí a convivir con mis contradicciones. Que una vez me gusta algo después que me copo con otra cosa. Pero mientras dure el viaje lynchiano de la vida, no descartaré ni abandonaré totalmente lo anterior por lo que viene. Si no que todo suma al conocimiento humano. Engorda mi subjetividad a la par de mi panza, es todo ese menjunje de empanada de idiosincrasia, que a lo largo de los años fui moldeando en mí, no hizo más que volverme una persona más razonable y feliz.
Mi mamá es medio acumuladora compulsiva. No al límite por ahora, medio que la voy controlando. Es de esas personas que les cuesta tirar cosas. Capaz de que hay algo de ella en mí. Yo soy más de tirar bolsas y envases plásticos de helado después de masacrarlos, no así con las diferentes corrientes ideológicas que el mundo me ofrece. Y creo que eso es saludable.
Hasta acá estuvo de consenso
nos vimos el próximo miércoles.