Hay series que podés dejarlas que sigan solas mientras te levantás a prepararte un mate. Los diálogos siguen a pesar tuyo y no te da culpa perderte algún interrogante de un personaje a otro. Y ese tipo de series en mi opinión son las que realmente valen la pena mirar. Exactamente eso me pasa con Succession, serie de televisión estadounidense estrenada el 3 de julio de 2019 y que el pasado domingo emitió el final de su cuarta temporada.
La serie cuenta las tribulaciones familiares en la que está sumergida la familia Roy- Logan y sus cuatro hijos- dueña de unos de los más grandes conglomerados de medios audiovisuales y entretenimientos del mundo. El drama se hilvana entre las diferentes incertidumbres a las que llega la empresa, tras el estado de salud bastante crítico de su único líder, y su posible sucesión en el mando de la compañía.
La pregunta es por qué nos atrapa tanto la vida de estos millonarios que viajan en chárter privados o en helicópteros, según la urgencia del caso, para cerrar un trato, persuadir a un accionista o simplemente celebrar un matrimonio donde se seguirá pergeñando el destino de la empresa. Podría afirmar de manera muy particular que a los pobres nos importa un poco saber de qué la va ese mundo que se encuentra muy por encima nuestro, bastante alejado y posiblemente inalcanzable. Y aunque nos asuste vemos igual cómo se toma una decisión fría de prescindir de un plantel de 400 empleados para abaratar los costos de una compañía y volverla más rentable. Será más fuerte el morbo de ver cómo nuestra vida tan frágil, la de las personas que solo tenemos un trabajo, puede cambiar de manera tan abrupta y repentina. Quedamos enredados con los larguísimos trayectos de diálogos que se enmarañan en cada escena que la trama teje en cada episodio.
Succession transcurre en el presente, fácilmente uno puede reconocer personajes que típicamente encontramos a diarios como comandantes estelares de este mundo que gira.
El personaje principal de la serie, Logan Roy, lucha contra un mundo que parece no adaptarse o trata de hacerlo con recursos un poco viejos que le dieron resultado en otra época y que lo avalan, claro está como magnate, aunque del pasado. Sus hijos quieren modernizarlo y así es que las traiciones se suceden unas tras otras entre ellos, para ocupar su lugar. En este sentido el personaje de Logan tiene mucha similitud con otro gran personaje de series memorables de todos los tiempos, como es Tony Soprano.
Los dos son duros y firmes y siempre deben mostrarse de esta manera para no perder poder y credibilidad. Los dos saben rodearse de fieles en los que confiar, a los que manejar para obtener aprobación en todas las decisiones. Los dos pelean con viejas armas con un mundo diferente que parece atropellarlos. Los dos luchan por mantenerse triunfantes en un contexto cambiante y frenético al que les cuesta horrores adaptarse. Tanto los Sopranos como Succession son bastantes parecidas en este sentido y eso las vuelve memorables.
Tiene escenas que me llaman mucho la atención y es cómo dignifican las reuniones, en familia y entre los diferentes cargos dentro de la compañía, la magnitud que le dan al hecho de encerrarse en una habitación privada a la hora de tomar una decisión. El líder en este caso, Logan, escucha lo que tienen para decir los otros para armar su propio panorama de cómo viene la cosa. Para después decidir si comprar una nueva compañía o modificar algún cargo dentro del organigrama. La decisión final siempre la toma él o no la toma nadie. Mientras deja a sus pollos caminar libre dentro del gallinero.
Los personajes están increíblemente construidos. Kendell es el hijo sensible con problemas de inestabilidad emocional que sueña ser como su padre aunque trastabilla de manera cómica en cada idea que se le ocurre. Un poco bizarro y loco. Su personaje se equilibra bien entre el tipo que quiere quedarse con la presidencia pero a la vez todos los intentos fallan ante la mirada del padre. El menor Román es brillante e irónico oculta su ambición de poder en un elocuente manejo del lenguaje, se esconde ahí y permanece al acecho. Connor es el mayor y no tiene talento para nada, al que viven humillando que sueña con ser presidente. Y luego está la hermana mujer, Shiv. Que comienza con una carrera política no muy metida dentro de la empresa, pero a la que siempre intentan repatriar para los votos y diferentes apoyos que se dan dentro de la compañía. Casada con Tom, el cuñado que se come todos los sapos, humillado por su suegro, al que le es fiel a pesar de todo para poder pertenecer a la casta empresarial y sus maravillosos lujos. Tom tiene un secretario memorable, el jovén Greg, al que trata y destrata pero a la vez le resulta imprescindible y parece quererlo. Logan tiene un hermano mayor, al que le resulta repugnante la carrera mafiosa que logró su magnate hermano. También tiene una ex mujer, madre de los tres hijos menores, que también al igual que su hermano mayor es accionista del conglomerado. Su mujer actual, Marcia, que lo cuida, protege y aconseja como una fiel guerrera protectora de su inigualable fortuna.
Succession una serie imperdible y atractiva, a pesar de su frivolidad y su temperamento banal a la hora de trasmitir cuestiones internas de la rosca que envuelven su trayectoria hacia el poder.
Cómo dice esa canción de Lucas Martí, quizás el mundo no necesita más ver okupas y marginados endiosados, sino que quiere ver en una serie de televisión los problemas de sus gerentes capos.