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Estamos con Chema en la Farmacia y nos ponemos a hablar sobre el estado. Chema quiere vender todo el país, que Aerolíneas Argentina se venda, paradójicamente pienso mientras en un país se vende un shampoo de cuatro lucas en cuotas, creemos que la salvación estaría en manos de la vía comercial.
No le quiero caer a Chema. Lo escucho y hablamos. Es fan de riBer, le encanta el fútbol. Creo que debe ser uno de las únicas personas que conozco que sigue jugando al Gran DT. Nos comunicamos básicamente a través de las sensibilidad que ambos presentamos ante el deporte más hermoso del mundo. Aunque por mi parte, con el pasar de los años, un poco mermó mi entusiasmo.
Entonces la charla continua y entra al terreno de los clubes privados. Si los clubes ya son privados– me dice. Que vendan todo– continúa con la idea mercantilista en la cabeza. Me cuenta que escuchó a un sindicalista que hablaba, desde sus vacaciones en España, sobre el conflicto de los trabajadores que él representa. No le quiero caer a Chema. No sé cuánta verdad hay de eso. Lo escucho, no discuto. Lo quiero escuchar. No lo enfrento. Hasta en un momento se me ocurre decirle, como para alinearme en su pensamiento, y –sí Chema, que vendan todo después viene un gobierno peronista y vuelve a comprar y a realzar simbólicamente la figura del estado-
Pero cuando pienso el tema de los clubes privados todo se vuelve más complejo. Los cuadros dejarían de ser de la gente. No habría más elecciones y todo sería un negocio, como si ahora no lo fuera, pero pensando más en la estructura cultural de la Argentina, se tornaría una desgracia. Destruirían lo que conocemos culturalmente por fútbol. Entonces le digo que se volvería todo un lavadero de guita. Convertiríamos a una liga infinitamente peor de lo que es en la actualidad. Le termino diciendo que me abrazo al último barrabrava más rancio de la patria ante semejante catástrofe o a los caprichos tozudos de Riquelme, votado democráticamente, antes que darle Boquita a Macri.
Se suma Pao a la charla. Pao es farmacéutica, vino desde Misiones a trabajar a Entre Ríos, es peronista. Tiene un discurso más punzante y lumilagroso. A Macri le dice el gato. No lo nombra. Todo es culpa del gato. Que el gato esto, que el gato lo otro, que los no sé cuántos millones de dólares del gato. Chema la escucha. Hay una relación jerárquica entre ellos. No se anima a contradecirla. Chema sólo terminó el secundario y no tiene título, es auxiliar de farmacia.
La conversación torna hacia la reforma laboral algo que nos preocupa a los tres. Ella nos explica que ahora todo va a ser una reunión mano a mano entre el empleador y el empleado. Se discutirán frente a frente con la mano sobre la biblia de un laburante, el convenio colectivo de trabajo. Ella nos cuenta que va a ser un desastre. Nos dice con mucha razón, cuál sería las posibilidades que tiene un trabajador de sentarse a negociar, mano a mano ante un empresario. Para calmarnos, porque un poco se nos nota el terror stephenkiniano, nos consolamos pensando que nosotros estamos con el contrato colectivo de trabajo antiguo, a nosotros no nos va a tocar. Cuando salen estás palabras de mi boca, ni yo me las creo.
Me pongo a pensar qué poder tengo como individuo, tanto que gusta esta palabra en la actualidad, frente al paradigma neoliberal al que se subió la nación en la que vivo. Me quiero sentar a la mesa del último asado con celusal del sindicalista más traidor y quedarme ahí al lado como trabajador. Qué me tire al menos un hueso para poder rascarle las hilachas de carne pegada. Yo con eso tiro.
Cavilo en el tiempo que me toca transitar. Cómo podría cambiar las cosas. En qué cabeza cabe el retroceso de derechos que cada trabajador pierde, a cada minuto que pasa su vida existencial en la Argentina. Qué podemos hacer frente al avance militarista de las fake news que modifican la estructura psíquica de las personas que las hacen ir hasta contramano de sus propias necesidades materiales.
Mari me cuenta que dejó de hacer paro. Ella es docente y no paro porque dejó de ser militante. Sino porque dentro de su escuela, es la única que sigue luchando por un ideal de salario justo. Me cuenta que se cansó. No deja de tener conciencia de clase, pero tampoco quiere que le sigan descontando días, como la única persona que toma medidas ante las injusticias, para que después el beneficio, si con suerte se logra, será para todos.
Hablo con Juli por WhatsApp que me dice después que le comparto una noticia de que en el conurbano el Fondo de incentivo docente y el ítem de conectividad docente es de 38.000 pesos, mucho menor que acá y que Baradel no le hace paro a Axel Kicillof.
“Acá en Entre Ríos los docentes en esta coyuntura no cobran tan mal, tampoco tan bien… pero hay un ataque sistemático de parte del gobierno sumado a los recortes en infraestructura, etc.” continúa “A muchas escuelas los chicos van principalmente a comer, lo días de paro muchos no deben comer o sea, estos funcionarios insensibles no son buenos para la sociedad si en lo único que ponen el ojo es en amenazar con descontar el día así no es la cosa“. Finaliza: “lo que sucede acá es que hay muchos montos que se pagan en negro, bonos fijos y te aumenta el aporte de jubilación… o sea, te dan un bono pero te lo descuentan por jubilación entonces el sueldo parece alto pero no se dice nada de los descuentos... o sea, te muestran en los diarios el aumento pero no dicen nada del descuento…“
Cuántos dibujos trae un recibo de sueldo que se esfuman los primeros días del mes, ya no quizás demasiado por una inflación en productos, pero si con tarifas de servicios que son mucho más lapidarias para el pueblo.
¿A qué le llamo pueblo? ¿Voy a la marcha universitaria hoy?¿No es la facu la cuna de gorilas?¿Pero si en los trabajadores de comercio también está lleno de gorilas, o no? Bueno pero les tengo más empatía. No tuvieron las chances de muchos de tener tiempo de leer fotocopias. No les caigo ni loco. Donde hubo muchas necesidades básicas no había demasiado tiempo libre para pensar. Y el pensamiento también es terrible engaño ¿Cuántos garcas pensadores conozco? Una banda.
Como siempre no me decido a pensar. O pensar me hace dudar. Enfrento ambos lados como si fuera blanco o negro.
¿Cuánto terreno nos dejamos comer en la batalla cultural? Nos están corriendo y como ciudadanos no podemos frenarlo de manera individual. Aceptamos y aceptamos este retroceso al feudalismo tecnológico de aldeas virtuales. Conciente y derrotista, si soy.
Hace un mes fui a Rosario a presentar una novela que escribí. Me encuentro con un conocido que sabía que tenía un restaurant. Pero lo veo trabajando en unas oficinas del estado en la parte de cultura, contiguas al salón dónde se iba a desarrollar el evento. Y al pasar, luego de un abrazo, le preguntó por el restaurant. Me cuanta que se fundió. Se aleja diciéndome “como empleado ganas menos, pero vivís más tranquilo”.
Mi jefe cada tanto manda fotos de brazos robóticos, de empresa donde laburo, intenta mostrar la innovación futurista de la compañía. Ante cada video veo tragedia. Mi tragedia como empleado. Dónde voy a ir a parar.
Desde que decidí ser poeta también decidí trabajar para grandes compañías. Yo no me la banco solo ni en pedo. Necesito ser gobernado. Necesito escabullirme en el último rincón de algún monstruo gigante con ideas supermercadistas. La explotación no me llega, todavía puedo distraer mi cabeza. Me da absolutamente lo mismo que me tenga que disfrazar con un uniforme y un pin con mi nombre, si a fin de mes tengo un sueldo depositado, vacaciones pagas, obra social, cenas de fin de año y cajas navideñas. Me costó muchos años darme cuenta.
Que pendejeen el emprendedurismo otros. Boludeces monotributistas, no. Yo me quedo acá old school baby boom sindicalista. New deal y estado de bienestar post guerra hasta la tumba, pa. Que las cargas tributaria las pague los empresarios. Que los libros los editen los ricos. Yo poeta, yo obrero, yo argentino.
El arte y la cultura es para gente con padres profesionales. Con suerte podes entablar relaciones y conseguir, con esfuerzo y empatía, que no te cobren por editar. Pero después del fin de semana artístico, el lunes volves a chamba de siempre.
“En la argentina la literatura es una changa” Juan José Saer.
No hay que vender nada. El estado no puede hacerse cargo de las entidades privadas con mucho perfil empresarial. Pero la educación, la salud y el transporte público tienen que volverse servicios necesarios y de buena calidad para todos los ciudadanos ¿Por qué nunca se discuten entidades viejísimas y de igual calidad dudosa que las anteriores como son el ejército y la iglesia?
La educación, la salud y la ciencia tienen que ser instituciones fuertes e intocables. Grandes arquitecturas irrompibles. No puede ser que cada diez años vuelvan estos debates. Ya tenemos más de doscientos años como nación. Ya estamos un poquito grandes para debatir estas cuestiones que tendrían que ser las bases desde donde construir y no a las que primeros queremos romper cuando nos va un poco mal.
Creo que hasta acá estuvo bie
nnos vimos el próximo miércoles.